TRABAJO DE INVESTIGACIÓN
LA NOCIÓN DE “ACAUSALIDAD” EN
“DIE PHYSIK UND DAS GEHEIMNIS DES
ORGANISCHEN LEBENS”
DE PASCUAL JORDAN
Doctorando Ignacio del Carril
Tutora: Dra. Claudia Vanney
Director: Dr. Juan Arana
Buenos Aires, 28 de octubre de 2013
2 Introducción
Contenido Introducción ..............................................................................4
Capítulo 1. Antecedentes de la idea de causalidad ................. 11
1.1. El atomismo antiguo ............................................... 11
1.2. Aristóteles, las cuatro causas................................... 14
1.3. San Agustín y las razones seminales ....................... 20
1.4. Causalidad física y causalidad metafísica ................ 22
1.5. La teoría del ímpetus .............................................. 25
1.6. Galileo, el matematicismo ...................................... 27
1.7. Descartes, el mecanicismo ...................................... 29
1.8. Newton, la inercia y la gravedad ............................. 32
1.9. El debate Leibniz-Clarke ........................................ 35
1.10. Laplace y el determinismo ...................................... 43
Capítulo 2. Ruptura del paradigma determinista .................... 52
2.1. Breve biografía de Pascual Jordan .......................... 52
2.2. El descubrimiento de los fenómenos acausales ....... 63
Capítulo 3. Causalidad vs. Acausalidad ................................. 73
3.1. Acausalidad como indeterminación ........................ 73
3.2. Indeterminación como “multivocidad” .................... 79
3.3. Indeterminismo y aristotelismo ............................... 86
Capítulo 4. La propuesta de Jordan ....................................... 91
4.1. Alcance de la noción de acausalidad ....................... 91
4.2. La acausalidad en los organismos vivientes ............ 98
4.2.1. El organicismo entre el mecanicismo y el vitalismo
98
Introducción 3
4.2.2. La vida como automovimiento. Los vivientes y las
máquinas 104
4.2.3. Acausalidad y libertad ...................................... 117
4.3. Indeterminismo, finalidad y acción divina............. 122
Conclusión ............................................................................ 130
Bibliografía ........................................................................... 135
Fuentes ............................................................................. 135
Obras de Jordan ................................................................ 137
Bibliografía secundaria ..................................................... 137
4 Introducción
Introducción
La idea de causalidad es una de las nociones centrales de la
filosofía. Esto es así porque todo conocimiento humano y
principalmente el conocimiento científico se fundan sobre la idea de un
mundo en cuyo trasfondo se esconden los vínculos causales. Tan
necesario para la ciencia, tan evidente en la experiencia cotidiana es
admitir la causalidad que un pensamiento que los niegue no puede
menos que llamar la atención.
Esto fue lo que ocurrió a principios del siglo XX a raíz de las
experiencias que revelaron la naturaleza cuántica de la materia. Muchos
científicos encontraron que los fenómenos cuánticos no podían ser
explicados sobre la base del principio de causalidad tal como era
comprendido en esa época. Algunos de ellos llegaron incluso a referirse
a esos fenómenos como “fenómenos acausales”. Con este trabajo
propongo introducirme en esta cuestión. La hipótesis directriz es: ¿qué
entendieron por causalidad los físicos del siglo XX cuando negaron la
vigencia del principio de causalidad en el universo microfísico?
Sin embargo, mis pretensiones desbordan esta cuestión. En
efecto, la nueva física abrió un nuevo capítulo en la historia del
conocimiento humano. Afirmar que en el seno de la realidad abundan
procesos acausales no podía ser un mero descubrimiento novedoso. Sin
duda obligó a replantear completamente los principios filosóficos
admitidos hasta entonces. Por eso, los físicos de aquella generación se
vieron impulsados a filosofar y presentar sus interpretaciones acerca de
estas nuevas verdades, proyectándolas hacia horizontes extra-físicos,
internándose no solo en campos científicos como la química, la biología
y la astronomía, sino también en los ámbitos propios de la filosofía y la
teología natural.
Las conclusiones que analizaré son aquellas que escapan del
marco físico, por lo que no me interiorizaré acerca de las formulaciones
Introducción 5
matemáticas y sus intrincadas ecuaciones, sino que ahondaré
únicamente en cuestiones de carácter filosófico y más precisamente
aquellas que pertenezcan al ámbito de la metafísica y la teología natural.
Cuando se trata de cuestiones filosóficas, las tesis saltan los marcos
temporales y se vuelven eternas, de aquí el interés que presenta este
trabajo. Es conveniente, entonces, revisar las conclusiones obtenidas en
física cuántica a partir de una idea de causalidad más amplia que la de
los físicos de aquella época.
Para poder hacerlo metodológicamente en primer lugar opté por
enmarcar el trabajo en la obra de Pascual Jordan como uno de los
representantes de aquella generación; en segundo lugar, elegí un criterio
de abordaje de la cuestión.
Este trabajo de investigación versará, entonces, en torno a la obra
“La Física y el misterio de la vida orgánica” (Die Physik und das
Geheimnis des organischen Lebens) de Pascual Jordan. Se trata de un
libro publicado por primera vez en 1947. En él Jordan vuelca sus
conocimientos sobre física cuántica y sus incursiones en el ámbito de la
biología de la mano de la “Teoría del objetivo” (Target Theory)
elaborada por los biólogos Timoféeff y Zimmer a fines de la década del
veinte. A partir de ellos, Jordan desarrolla una serie de reflexiones que
van desde el carácter cuántico del comportamiento de los vivientes,
hasta algunas especulaciones sobre el origen de la vida en el planeta.
Sin embargo, sus meditaciones trascienden el ámbito científico y
alcanzan conclusiones de naturaleza religiosa.
Die Physik es una obra central en el pensamiento de Jordan pues
en ella se encuentra el eje de sus reflexiones y de sus enseñanzas
filosóficas posteriores. Solamente quedan afuera sus incursiones en
materia de astrofísica que luego las integra en su cosmovisión cuyo
germen y desarrollo principal se encuentran en esta obra. Se trata de un
escrito que no presenta grandes problemas interpretativos. Las citas de
esta obra en español son traducciones propias a partir de la edición
francesa, y cotejadas con la versión alemana de la quinta edición.
También utilicé como fuentes de segundo orden las obras La
Física en el siglo XX y La Biología Cuántica. En la primera desarrolla
6 Introducción
una historia de la física en general en la que inserta la explicación del
surgimiento de la cuántica. En la segunda explica las repercusiones que,
a su juicio, ha tenido la nueva física en la biología. Muchas de sus
reflexiones en esta obra fueron incorporadas luego a Die Physik.
Como segunda decisión metodológica, decidí abordar la temática
desde una perspectiva histórico-filosófica. Histórica, por dos motivos,
porque la concepción de Jordan acerca de la causalidad se encuadra en
la concepción filosófica del mundo sostenida por el pensamiento
ilustrado de finales del siglo XIX. Y también, porque la interpretación
de la física cuántica sostenida por Jordan pertenece a lo que se
denominó interpretación de Copenhague. La física cuántica estaba
naciendo en ese entonces; hoy, un siglo después, aunque esta posición
no haya perdido actualidad, los avances teóricos y tecnológicos hacen
de esta interpretación una de las muchas variantes exegéticas de los
fenómenos descubiertos.
Si bien mi intención es analizar críticamente los principios
filosóficos en los que se fundamenta la cosmovisión de Jordan sobre la
física cuántica, pretendo –como él–reflexionar sobre la validez de esos
principios en otros campos de la ciencia. En efecto, el hallazgo de los
fenómenos cuánticos no fue para él sencillamente el descubrimiento de
algo que estaba oculto, como quien encuentra un animal desconocido o
una especie vegetal nunca antes vista, sino que fue el develamiento de
la estructura interna de la materia misma. Por eso la nueva física se abría
necesariamente a la filosofía y la teología natural. Se trataba para él de
una nueva cosmovisión forjada por estos descubrimientos y así creyó
encontrar en la estructura de la materia los motivos que confirmaron su
visión acerca de Dios, el hombre y el mundo.
Por esta razón, este estudio no será un tratado sobre física cuántica
ni sobre la historia de esa rama de la ciencia. Será, ante todo un trabajo
de investigación y análisis filosófico. Se trata de comprender
historiográficamente cuál era la concepción de Jordan acerca de la
causalidad para reflexionar a partir de allí qué conclusiones se pueden
obtener de una concepción de causalidad más detallada y abierta a la
consideración metafísica.
Introducción 7
Por eso las fuentes que aquí se utilizarán son los trabajos y los
artículos de carácter filosóficos y de divulgación en los que Jordan
vuelca su interpretación acerca de la cuántica y el alcance cultural que
él mismo consideraba que tendría la nueva física. Los escritos de
carácter científico no se tratan aquí; en primer lugar, porque muchos de
esos textos hoy ya serían tratados como obsoletos y considerados
superados en su propio campo, pues la teoría cuántica ha avanzado
mucho desde los desarrollos de Jordan, Heisenberg, Bohr y sus
expositores iniciales. En segundo lugar, y más específicamente, porque
las ideas filosóficas que Jordan tenía de la cuántica no pueden refutarse
desde el punto de vista físico. Los experimentos que dieron origen a la
teoría cuántica son los mismos hoy y siempre, la experiencia nunca
cambia, lo que cambia son las interpretaciones de la misma. La
interpretación de Jordan se alinea con la llamada interpretación de
Copenhague que se elaboró desde la escuela de Bohr en aquella ciudad.
Lo que Jordan extrae de ella es una cosmovisión y a la ciencia de las
cosmovisiones, es decir, a la filosofía, corresponderá discutir acerca de
ellas.
Pascual Jordan fue uno de los físicos contemporáneos que estuvo
en el momento preciso del surgimiento de la física cuántica, como
indicaré más adelante, sin embargo, no es de los más conocidos. La
literatura acerca de su obra es escasa y, tal vez por sus inclinaciones
políticas y los avatares de su vida académica, pocos lo mencionan al
hablar de la mecánica cuántica, no obstante su aporte fue trascendental
y sus reflexiones filosóficas merecen mucha más atención de la que se
les ha dado. En efecto, Jordan ha logrado una buena síntesis entre
mecánica cuántica, vida y libertad humana y divina, y esto invita a
internarse en el campo de la física cuántica buscando completar
constantemente su pensamiento mediante la reflexión filosófica con
miras a una concepción unitaria del universo.
El trabajo se estructura de la siguiente manera. Con el objetivo de
establecer el concepto de causalidad determinista tal como lo aprendió
Jordan se establecerán los antecedentes históricos de tal idea en el
capítulo 1. En este mismo capítulo se podrá observar el traspaso de una
8 Introducción
concepción causal abierta a la metafísica a la noción física de causa tal
como se la comprende en la ciencia física actual. Se procederá desde el
pensamiento clásico griego, deteniéndome especialmente en los
atomistas por ser estos un hito ineludible para los físicos del siglo XX
ya que muchas veces se consideran herederos de ellos. Pasaré por
Aristóteles de quién tomaré posteriormente su teoría causal para realizar
la crítica a la idea de causalidad a la que adhería Jordan. El último hito
será Laplace, paradigma del pensamiento determinista, que marcó la
concepción del mundo a fines del siglo XIX y principios del XX.
En el capítulo 2 analizaré la crisis de la concepción determinista
en virtud de los nuevos descubrimientos de la física del siglo XX. Allí
se introducirá al autor en su contexto histórico-cultural mediante una
breve biografía, su experiencia y su sentir acerca de la nueva física.
Aquí aparecerá la noción de “acausalidad”. De esta se vale Jordan para
referirse a los fenómenos indeterminados que gobiernan el mundo
microfísico.
En el siguiente capítulo (el número 3) me detendré a desarrollar
la noción de “acausalidad” y la relacionaré con la de “indeterminación”,
que es más recurrente en la física actual. En este capítulo además
intentaré explicar que la noción de “determinación” (y su opuesta) tiene
a su vez una fuerte carga filosófica que no puede ser soslayada. Por eso
dedicaré un apartado a reflexionar acerca de la idea de “determinación”
para delimitar el verdadero alcance del término “in-determinación”
comprendido como la negación del determinismo. En pocas palabras,
pretenderé mostrar que no es posible una indeterminación absoluta en
la naturaleza, y que donde haya indeterminación es preciso que haya
determinación en otros órdenes. Por eso recurriré a la idea aristotélica
de causa para especificar en qué sentido un objeto o un fenómeno está
determinado en muchos aspectos aun cuando sea indeterminado en
términos físicos.
A continuación, en el capítulo 4, se indicará el alcance que Jordan
dio a su visión de la física cuántica. Se sabe que fue uno de los muchos
físicos que se introdujeron en los campos aledaños a la física. Durante
algún tiempo, Jordan incursionó en el ámbito de la biología, realizando
Introducción 9
importantes aportes al desarrollo de lo que él llamó “biología cuántica”.
Pero también llevó sus conclusiones al ámbito de la filosofía y la
teología natural. En este capítulo se presentarán sus investigaciones en
el campo de las ciencias de la vida, y las implicancias que él veía en
materia de antropología filosófica y teología natural, es decir, en
relación a las cuestiones acerca de la libertad y del origen de la vida. En
un subcapítulo final se analizará su posición valiéndome de lo
demostrado previamente en el cuerpo del trabajo al referirme a la idea
de causalidad.
Una última aclaración metodológica para la lectura del presente
escrito: es llamativa la recurrencia de las ideas de Jordan a lo largo de
toda la obra. Se debe prestar atención al hecho de que los textos que
manifiestan las afirmaciones de Jordan de una determinada idea, a
menudo sirven para demostrar otra, dada la cercanía lógica de las ideas
que pretende sostener. Por ejemplo, el siguiente texto expresa la idea de
Jordan de “libertad” aplicada al átomo, pero allí mismo se ve afirmada
su tesis de que en las máquinas no rigen fenómenos indeterministas.
A pesar de la ausencia de predeterminación unívoca de las reacciones
de los átomos, todo lo que se produce para los planetas –así como para
cualquiera de nuestras máquinas– está determinado necesariamente por
la causalidad aunque el planeta o la máquina se compone en definitiva
de átomos. […]. La mecánica cuántica, […], nos enseña que nuestra
incapacidad de prever el caso particular más allá de la ley estadística,
no se debe a una insuficiencia de saber de nuestra parte que sería
susceptible de ser ulteriormente superada: para todo lo que ocurre en
los átomos considerados individualmente, estamos en frente de una real
«libertad» que constituye una innovación total en relación a todas las
ideas científicas antiguas (Jordan, La physique et le secret de la vie
organique 1959, 227)1.
De este modo se pueden encontrar una y otra vez las opiniones de
Jordan en los diversos pasajes citados a lo largo del trabajo.
1 Este mismo texto aparecerá citado en el cuerpo del trabajo cuando sea conveniente.
10 Introducción
Este estudio pretende establecer lineamientos de reflexión
filosófica para quienes tratan de comprender la naturaleza en que
estamos inmersos los seres humanos. La filosofía siempre ha intentado
este saber que no es únicamente de índole experimental. La física, por
tanto, se abrirá de este modo a una visión unitaria y omnicomprensiva
de la naturaleza si logra capitalizar las tesis de la filosofía de la
naturaleza de todos los tiempos. La filosofía se enriquece por su parte
con los nuevos descubrimientos de la física y se ve obligada a
desarrollos más profundos y minuciosos acerca de una naturaleza que
nunca se deja atrapar por las redes de la lógica humana. Pascual Jordan
fue un pionero de esta actitud de dialogo entre ciencia y filosofía
fundada en una cosmovisión que no admitía compartimentos estancos.
Su pensamiento manifiesta que el universo está lleno de matices y
diversidad de puntos de abordaje.
Antecedentes de la idea de causalidad 11
Capítulo 1. Antecedentes de la idea de causalidad
1.1. El atomismo antiguo
Los físicos del siglo XX constantemente se sitúan en línea
continua con el pensamiento antiguo de los atomistas clásicos. En los
índices de nombres que se encuentran al final de los libros de física
cuántica uno suele encontrar casi siempre un par de menciones a
Demócrito y Leucipo. Esto es así porque el concepto de átomo se acuñó
en la vieja escuela atomista fundada por Leucipo y continuada por
Demócrito.
Al leer los testimonios acerca de esta escuela, se puede ver que
estos autores están más relacionados con la doctrina de los eleáticos que
con el pensamiento de Heráclito de Éfeso2. Tal vez, esto sea así porque
se mira la teoría atómica antigua con los mismos ojos con los que se
mira la teoría atómica actual. Sin embargo, hay un punto de unión con
la escuela de Parménides que sostenía que solo existe el ser único e
inmóvil, y que el no-ser no es. Leucipo, dice Aristóteles, admite que el
movimiento solo es posible en un mundo en el que el ser se combina
con el no-ser, lo lleno con lo vacío. Y dado que el movimiento y la
pluralidad son patentes a los sentidos se debe admitir que el universo
no es uno sino múltiple, aun cuando en cada una de sus partes uno
encuentre la unidad indivisible que atribuye Parménides al ser. Infinitas
partes únicas e indivisibles, invisibles en virtud de su pequeñez 3
agolpándose en el vacío, tal es la imagen del mundo para los atomistas.
2 Utilizo como fuente principal la obra de Kirk, Raven y Schofield sobre los filósofos
presocráticos. Los números de las citas no corresponden a las páginas, salvo que esté
aclarado, sino a la numeración de los fragmentos y testimonios que siguen en su obra
los autores.
3 “Hay un número infinito y son invisibles a causa de la pequeñez de sus partículas.
Se mueven en el vacío (pues el vacío existe) y cuando se juntan, originan la llegada al
ser y, cuando se separan, causan la destrucción. Son operativas y pasivas según el
contacto que les acontezca tener (el contacto no las hace unas) pero, cuando se
12 Antecedentes de la idea de causalidad
El ser y el no ser de Parménides conviven en el universo atomista
como lo “lleno” y lo “vacío”. Cada átomo es un ser, uno y continuo.
Solo es divisible aquello que contiene en su interior el vacío, y dado que
el átomo se contrapone al vacío, juntos forman cada una de las cosas
del universo (Kirk, Raven y Schofield 1983, 557). Lo divisible y lo
indivisible se explican por lo continuo y lo discreto. La continuidad se
da únicamente en los átomos porque no implican vacío en su interior.
Los átomos se juntan entre sí e incluyen entre ellos el vacío y de ese
modo forman los cuerpos físicos más grandes. Sin embargo, ellos
mismos no pueden incluir vacío en su interior ni, por eso, ser divisibles
al infinito porque esto implicaría un vacío infinito.
Pero lo lleno no es un todo compacto: está formado por un número
infinito de elementos que son invisibles a causa de la pequeñez de su
masa. Si estos elementos fuesen infinitamente divisibles, se disolverán
en el vacío; deben ser, pues, indivisibles, y por esto se les llama átomos.
Únicamente los átomos son continuos en su interior; los demás cuerpos
no son continuos, porque resultan del simple contacto de los átomos y
por esto pueden dividirse (Abbagnano 1994, 42).
Otros autores aducen que la indivisibilidad de los átomos
responde a su impasibilidad (apatheia). Sin ahondar mucho en esta
noción, lo que parece significar es que su forma no es susceptible de
modificaciones provocada por agentes externos. Son siempre idénticos
a sí mismos e invariables mientras se mueven en el vacío. Los choques
provocados cuando se cruzan en sus inciertas trayectorias no causan
mella alguna ni en el átomo colisionado, ni en el colisionante.
Estos minúsculos seres de materia continua e idéntica difieren
entre sí intrínsecamente por su forma y su posición. De acuerdo al
testimonio de Aristóteles sus diferencias serían análogas a las que
encontramos entre la letra A y la Z que difieren por su forma o entre la
componen y entremezclan, generan algo” Física A 3, 187 a1, citado en Kirk & Raven,
545.
Antecedentes de la idea de causalidad 13
letra Z y la N, que difieren por su posición. A estas diferencias se agrega
la de orden. Los átomos se mueven en el vacío y colisionan entre sí.
Algunos se unen, otros se repelen4. Los que se unen forman estructuras
ordenadas que pueden diferir como AN difiere de NA5. Demócrito creía
que…
algunos son angulosos, otros ganchudos, otros cóncavos, otros
convexos y otros, en fin, tienen otras innúmeras diferencias; así, pues,
piensa que se vinculan unos a otros y se mantienen juntos hasta que una
necesidad más poderosa proveniente de lo circundante los sacude y los
dispersa hacia afuera (Kirk, Raven y Schofield 1983, 583).
De esta manera se forman los cuerpos mayores y se mantienen
formados hasta que una fuerza mayor logra desbaratar la intrincada red
de átomos que lo forman y se desintegra emitiendo átomos al azar hacia
los restantes cuerpos.
El movimiento de los átomos no tiene una explicación concreta.
Sencillamente se mueven. Aristóteles les reprocha a los atomistas no
especificar de qué tipo de movimiento se trata6, sin embargo, otros
afirman que Demócrito hablaba de un movimiento de vibración. De
todos modos, sea cual sea la naturaleza del movimiento de los átomos
es preciso admitir que no tuvo un origen sino que siempre estuvieron
en movimiento, pues teniéndolo actualmente, es imposible aceptar que
alguna vez no lo tuvieron. El movimiento no puede surgir
espontáneamente del reposo.
Este movimiento vibratorio de los átomos es azaroso y ciego. El
universo atomista es un universo mecánico, esto significa que consiste
únicamente en materia y movimiento, las estructuras y las tendencias
4 Simplicio, De caelo 242, 21 (Kirk, Raven y Schofield 1983, 584).
5 Metafísica A 4, 985b (Kirk, Raven y Schofield 1983, 555).
6 “Por este motivo es necesario que Leucipo y Demócrito, que dicen que los primeros
cuerpos se mueven constantemente en el vacío infinito, especifiquen la clase de
movimiento, i. e., cuál es su movimiento natural” Aristóteles, De caelo Γ2, 300 b 8
(Kirk, Raven y Schofield 1983, 577).
14 Antecedentes de la idea de causalidad
han sido excluidas de la naturaleza. Las partículas se combinan
sencillamente porque el movimiento general del universo que es similar
a un gran vórtice de materia, produce las uniones y separaciones que de
hecho se dan, se dieron y se darán. En una teoría mecanicista como ésta,
azar y necesidad se identifican, pues el impulso ciego para la finalidad
está definitivamente regulado por la necesidad a la que están sometidas
las fuerzas generadas por el movimiento del remolino.
La única sentencia conservada de Leucipo dice: “Nada sucede por
azar, sino todo por una razón y por obra de la necesidad” (Kirk, Raven
y Schofield 1983, 569). La aparente contradicción se resuelve si se
comprende exactamente qué querían decir los atomistas con “una
razón”. Esta expresión quiere decir que no hay ningún fenómeno que
no tenga una causa. Se entiende azar en términos absolutos y no
relativos7, y solo se admite cómo “razón” los impulsos que generan los
movimientos y no los fines tendenciales. De esta manera parece que
“azar” significaría “sin causa”, y por eso “nada sucede por azar”, sino
por la necesidad de los movimientos de las partículas. Sin embargo, si
el azar es la negación de la finalidad, parece que es compatible con la
visión de la necesidad ciega de los atomistas. De todos modos, será
Aristóteles quien establezca las distinciones necesarias para iluminar el
debate.
1.2. Aristóteles, las cuatro causas
El pensamiento de Aristóteles es muy explícito en relación al
tema de la causalidad. Para Aristóteles las cosas naturales son el
resultado cooperativo de cuatro causas. La causa eficiente, final,
material y formal. Ninguna de éstas, tomada aisladamente, es suficiente
para que una cosa exista o cambie, pero todas son necesarias (Ross
2000, 89).
7 Cfr. Arana, 1997, 2002, 2012.
Antecedentes de la idea de causalidad 15
La causa eficiente es “el principio primero de donde proviene el
cambio o el reposo” 8 , es decir, aquella que produce un cambio.
Teniendo en cuenta que hay dos tipos de cambios: el sustancial y el
accidental, encontramos agentes que producen ambos tipos. Ahora
bien, el cambio nunca es una realidad absoluta, sino que es producido
en un sujeto de cambio del cual se “educe”, gracias a la acción de la
causa eficiente, una determinación precisa en el orden de los accidentes
(en la cualidad, en la cantidad o en el lugar), o en el orden de la sustancia
(la transforma en un determinado ser). Esta determinación era una de
las posibilidades que se encontraban latentes en tal sujeto. Puede una
manzana en estado natural pasar de estar inmadura y verde, a madurar
y ponerse roja. Pero no puede ponerse azul, o negra, o de cualquier otro
color salvo aquellos que de alguna manera se encuentran en potencia en
ella.
El sujeto antes mencionado es la causa material, “aquello a partir
de lo cual algo llega a ser” 9 , define Aristóteles. Es importante
comprender la estructura gramatical que utiliza aquí ya que se trata de
un circunstancial de origen formado por ἐξ y genitivo. Todas las cosas
tienen su origen en el trasfondo material y de éste se obtendrá mediante
la acción de la causa eficiente la determinación que corresponda. Esto
quiere decir que el agente obra, no para darle a la materia una
determinación que no tiene en absoluto, sino para hacer que de ella surja
lo que se encuentra latente en ella. El planteo es netamente teleológico,
la causa eficiente no puede hacer “cualquier cosa” con el sujeto donde
opera, solo puede hacer lo que se encuentra en el rango de posibilidades
que le da la materia (Metafísica, XII, 2, 1069b, 30). Esto significa que
el resultado del cambio está de alguna manera presente en el punto de
partida. De una materia sólo se puede obtener lo que ella posibilite10.
8 Física, II, 3
9 Ibid.
10 “El artífice, que construye una esfera de bronce, del mismo modo que no produce
el bronce, tampoco produce la forma de esfera que infunde al bronce. No hace más
que dar a una materia preexistente, el bronce, una forma preexistente, la esfericidad.
16 Antecedentes de la idea de causalidad
Considero que el planteo es teleológico porque la finalidad
supone una existencia previa del fin. Es, sin duda, difícil de aceptar
desde una mirada empirista que exista algo sin estar actualmente
presente, pero, y he aquí el aporte de Aristóteles, existe otro modo de
existir diferente del actual y es el potencial. El fin, la causa final, existe
potencialmente en la causa material. “Existir potencialmente” significa
que será solo una posibilidad hasta que la acción del agente la actualice
y la haga real. La materia parece ser, pues, un ápeiron indefinible e
indeterminado, y en cierto sentido lo es; sin embargo, Aristóteles niega
la existencia de materia “en estado puro” (Ross 2000, 89). Toda materia
se da en unión a una forma. De aquí que la materia no es pura pasividad,
sino algo que “busca la forma”, siempre hay actividad en la materia,
actividad que proviene de su unión con la forma11.
Si hubiese de producir también la esfericidad, debería sacarla de alguna otra cosa,
como saca del bronce la esfera de bronce;[…].Es evidente, pues, que la forma o
especie que se imprime a la materia, no deviene, antes bien, lo que deviene es el
conjunto de materia y forma (synolos) que de ésta toma su nombre. […] Quien
produce la cosa, saca de algo que existe (la materia, el bronce) algo que existe y que
posee en sí aquella especie (la esfera de bronce)” (Abbagnano 1994, 137).
11 “La materia no es sólo forma en potencia; también es deseo de forma, y quien dice
deseo, dice impulso y dice fuerza. No es pura pasividad; en ella también hay una
dimensión activa que orienta los cambios hacia donde ella quiere” (Arana 2002, 139).
Esa tendencia hacia la forma tiene que ver con la potencialidad de la materia, aquella
de la que el agente con su accionar sacará cierta forma distinta de la original. Esto
ocurre porque la forma original hace que la materia de la que se obtendrá por
“educción” una determinada sustancia, ya está unida a una forma que contiene en sí
todas las posibles transformaciones de tal materia. “A pesar de todo, cabe preguntar
qué es lo que da a la materia la capacidad de predeterminar su encaminamiento hacia
cierta forma. La paradójica respuesta es que tal aptitud se debe a que la materia no es
ordinariamente pura materia. En la materia primera, que se reduce a mera
potencialidad informe, no hay rastro de predisposición a ser actualizada de uno u otro
modo ni, por tanto, subsiste en ella dinamismo alguno. Por el contrario, en la materia
segunda sí lo hay porque en cierto sentido ya es forma: […]. En este sentido, la
concepción dinámica y finalista de la materia aristotélica se apoya en las
concomitancias formales de una materia que está solapadamente mezclada con la
forma” (Arana 2002, 140). Si de la madera obtendremos una mesa es porque la madera
Antecedentes de la idea de causalidad 17
La causa formal, que en numerosos pasajes Aristóteles vincula a
la final, es la naturaleza o la especie. Lo que hace que la cosa sea eso
que es, “es la forma o el modelo, esto es, la definición de la esencia y
sus géneros”12 . Es lo que se entiende que una cosa es cuando se
pretende elaborar un concepto o una definición. Los conceptos que se
elaboran al pensar son signos de los aspectos formales de aquello que
se quiere comprender. Pero, lo formal no es solo algo en la mente del
que contempla el mundo, principalmente es justamente la
determinación fundamental de cada realidad. Es su esencia que
determina a ser y a operar de una determinada manera13. Se identifica
en gran medida con la idea de naturaleza pues es principio rector tanto
del ser mismo de los entes naturales como de su obrar14. Junto con la
–que ya es materia y forma– es apta para la construcción de una mesa, y no lo es, por
ejemplo, un líquido.
12 Física II, c. 3.
13 El texto más claro que yo alguna vez haya leído al respecto dice así: “Ciò che è
formale nella natura d’un essere, ciò per cui esso è veramente è quello che è, e può
operare come opera, è l’idea dominante e presente in lui; il suo logos, la sua ragion
d’essere, la sua energia costitutiva; il suo «slancio» essenziale che, permanendo in
lui, gli dà proprio l’intima sostanzialità della sua sostanza, la dinamicità trionfante
della sua staticità fondamentale, come impeto posseduto e sempre presente
(energheia); –ma nello stesso tempo è anche la sua interna finalità (entelécheia), il
suo aspirare a sé, alla sua propria ragion d’essere, come bene attraente e
orientativo” (Mazzantini 1942, 59). En este texto se destacan todas las cualidades de
la causa formal: 1) es el principio que hace que la cosa sea lo que es; 2) es el principio
de operación o de acción de un ser; en efecto, “operari sequitur esse”, las cosas operan
conforme a su propia naturaleza; 3) es idea, lógos y razón de ser, y por eso nuestros
conceptos y definiciones responden a aquella; 4) pero es idea “presente en el ser”, es
“idea encarnada”, “materializada”, tal como propone el hilemorfismo. 5) es “energía
constitutiva e impulso esencial” porque es el principio del dinamismo de la sustancia,
6) sin embargo, es dinamismo “estable”, es decir, dinamismo que permanece en el ser
haciéndolo “desplegarse desde dentro hacia fuera”. 7) Es, a su vez, finalidad. Porque
todo ser busca en su operación desplegar lo propio latente en potencia en el seno de
su naturaleza. Estas cualidades se ven con claridad en la vida, pero bien pueden ser
traspoladas al ámbito de los seres inertes.
14 Aristóteles había observado que tal era la naturaleza de un ente que en cualquier
obra del arte humano muchas veces se imponía la naturaleza del material con que se
18 Antecedentes de la idea de causalidad
causa material forman un todo que es la sustancia, pero de ambas causas
la más importante –dice Aristóteles– es la formal porque nadie da una
explicación cabal de la naturaleza hasta que no se hace referencia a la
forma.
No es suficiente explicar de qué están hechas (fuego o tierra); como
ocurriría si hablásemos de una cama o algún otro objeto semejante; en
este caso trataríamos de explicar su forma más que su materia (bronce
o madera), o, en todo caso, la materia referida al conjunto. Pues una
cama es tal forma en tal materia, o bien cierta materia con tal forma, de
modo que también habría que hablar de su configuración y de cuál es
su forma. Pues la naturaleza formal es más importante que la naturaleza
material (Aristóteles, De las partes de los animales, 640b).
Hay una profunda correlación entre la forma y el fin en los entes
naturales. Esto ocurre porque la visión aristotélica no es una visión
meramente estática ni meramente dinámica de la naturaleza. En ella el
dinamismo de las cosas se despliega junto a su estaticidad profunda,
“dinamicidad triunfante de su estaticidad fundamental” (Mazzantini
1942, 59). Es estática porque la forma como principio determinante de
la naturaleza de un ser es la misma desde que el ser comienza hasta que
deja de ser, pero es dinámica porque el ser se despliega en el tiempo.
Para Aristóteles todas las sustancias son activas, todas las cosas
despliegan su ser. Esta afirmación es difícil de entender cuando se trata
de seres inertes, también constituidos hilemórficamente.
Aristóteles consideraba que una parte de la determinación formal
en cada ser era el ocupar un lugar preciso en virtud de los elementos
materiales que lo componen. De aquí que el dinamismo de los seres
inanimados viene dado por la tendencia de cada elemento a ocupar su
había hecho, pues, “en tanto que son productos del arte, no tienen en sí mismas
ninguna tendencia natural al cambio; pero en cuanto que, accidentalmente, están
hechas de piedra o de tierra o de una mezcla de ellas, y sólo bajo este respecto, la
tienen. Porque la naturaleza es un principio y causa del movimiento o del reposo en
la cosa a la que pertenece primariamente y por sí misma, no por accidente” (Física L.
II, c. 1, 192b 10-20)
Antecedentes de la idea de causalidad 19
“lugar natural”. Así el fuego tiende a los lugares superiores, el aire que
es frío debajo del fuego, el agua que es más densa que el aire se ubica
debajo de éste y por fin, en el centro del mundo y, en el lugar inferior,
la tierra. Esto explica para Aristóteles por qué los gases tienden a
elevarse, y los cuerpos sólidos tienden a caer. Hoy en día, sin duda
puede ponerse en discusión semejante tesis, pero al margen del mérito
que comporta el haber logrado una explicación física del movimiento
de los cuerpos inerte, no deja de ser cierto que en los elementos existen
“movimientos naturales espontáneos”. El imán atrae el hierro, los
elementos radiactivos emiten partículas espontáneamente, y de alguna
manera en todos los elementos encontramos la tendencia activa a
cristalizarse de una determinada manera.
En los seres vivientes el movimiento es más evidente, se da por
la operación. A través de cada una de las potencias o capacidades el
viviente despliega su ser en el tiempo. En ellos notoriamente la causa
formal es a su vez eficiente, y también final. En efecto, el despliegue
del ser consiste en llegar a poner en acto todo aquello que en potencia
se encuentra desde el primer momento de la existencia. Llegar al
“máximum” de ser es alcanzar el estadio adulto en el que se logra el
ejercicio de todas las potencialidades (Sanguineti 2009, 15). La unidad
de causa formal y final no se entiende bien sino en correlación con la
causa eficiente. En efecto, el viviente mismo es causa eficiente de sus
propios movimientos hacia el fin. Es el dinamismo interno de toda
sustancia que en los seres vivos se manifiesta de modo patente en su
auto-movimiento.
Hay una relación íntima entre la causa formal, la final y la
eficiente (Arana 2012, 72). La formal como naturaleza determinante es
la que hace que una cosa sea lo que es, pero al hacerlo también mueve
a obrar conforme a ella, y entonces se habla de causa eficiente. Pero al
mismo tiempo, ese obrar se despliega solo porque el ser no está
acabado, su forma no es fija, completa y acabada, sino que se asemeja
más bien a un plan de acción. Implica en sí misma una serie de
determinaciones en estado potencial que buscan actualizarse, y así se
20 Antecedentes de la idea de causalidad
pone como causa final que mueve por atracción todas las acciones del
viviente.
1.3. San Agustín y las razones seminales
Son dos los aspectos de la causalidad explorados por los filósofos
y teólogos medievales: la causalidad física y la causalidad metafísica.
Es cierto que cualquiera puede encontrar estos aspectos en el
pensamiento de Aristóteles sin mayores complicaciones, pero el
tratamiento que de estos aspectos hicieron los medievales estaba
alumbrado por la idea cristiana de creación. “Crear” significa producir
de la nada (ex nihilo), es decir, sin una materia preexistente (Gilson
2004, 98). Solo Dios es capaz de creación pues solo Él produce al
mismo tiempo una cosa y la materia con la que la cosa es producida.
Esta idea no estaba en Aristóteles ni en el pensamiento clásico. Y dado
que la producción de Dios sobre las criaturas es total, se puede hacer
esa distinción de formas de causar.
En el ámbito interno de la creación la causalidad de la naturaleza
nunca es total. Toda causa más que solo causar, co-causa; la acción de
una causa nunca es única en la producción del efecto, es preciso que a
ella se plieguen otras causas y que entre todas confluyan en el efecto.
La clasificación cuaternaria de las causas en Aristóteles muestra
claramente esta realidad. Los filósofos medievales conservaron esta
clasificación, aunque algunos, inspirados por el pensamiento de Platón,
agregaron una quinta causa al esquema: la causa ejemplar o causa
formal extrínseca.
Esta era el nexo entre la causa eficiente y la formal, pues se trataba
de la misma forma en el pensamiento del agente. Si se sigue la alegoría
del artesano mencionada frecuentemente por Aristóteles15, se dirá que
la causa ejemplar es la idea o el plan de la estatua en el pensamiento del
escultor. Es la idea que persigue el agente sin estar plasmada en la
materia, el modelo aun no realizado.
15 Física II, 3 (194b 16), Metafísica V, 2 (1013a 25).
Antecedentes de la idea de causalidad 21
Cuando se trata de la naturaleza en general, la causa ejemplar del
mundo son las ideas presentes en el intelecto divino. Dios piensa las
cosas y luego las crea siguiendo los modelos pensados por Él mismo.
San Agustín hablará de las razones seminales según las cuales son
creadas las cosas singulares16. Estas ideas en cuanto que están en el
pensamiento divino son eternas e inmutables, y aun necesarias y
verdaderas como las entendía el mismo Platón. De este modo, Dios, al
crear, comunica a las criaturas su verdad y su necesidad, sembrando en
el seno de las cosas como si fueran semillas que deben desplegar su ser
a lo largo del tiempo, las razones a semejanza de las ideas divinas. Por
eso dice San Agustín:
De un modo están, pues, los seres en el verbo de Dios, en el que no son
hechos, sino eternos. De otro en los elementos del mundo, en los cuales
todas las cosas creadas al mismo tiempo están como seres futuros. De
otro en las cosas que, según las causas creadas simultáneamente, no se
crean ya a la vez, sino que cada una aparece en su propio tiempo, entre
las cuales se encuentra Adán, ya formado del limo de la tierra y animado
por el soplo de Dios, así como nació el heno. De otro en las semillas en
las que de nuevo vienen como a repetirse las causas primordiales
originadas de las cosas que existieron según las causas que creó Dios
primeramente, como la hierba provino de la tierra y la semilla de la
hierba. En todas estas cosas los seres ya hechos recibieron los impulsos
y medidas que tendrían en su tiempo, los que aparecieron en formas y
naturaleza visibles, procediendo de las ocultas e invisibles razones que
están latentes causalmente en la naturaleza; así es como apareció la
hierba sobre la tierra y fue hecho el hombre en alma viviente, y así
fueron creadoras de los restantes seres, fueran vegetales o animales,
perteneciendo a la operación de Dios por la que hasta el presente obra
(De Gen. ad Litteram, L. VI, c. X, § 17 en Fernández 1979, 397).
En Dios las ideas son eternas porque se identifican con su Ser, en
los elementos están en potencia, según el término usado por Aristóteles
16 “Singula igitur propriis sunt creata rationibus” (San Agustín 2008, 56)
22 Antecedentes de la idea de causalidad
y que Agustín expresa diciendo que están “como seres futuros”. De otro
modo en las cosas que aparecen a lo largo del tiempo cada una a su
debido momento, y de otro en los gérmenes de los cuales surgen. Pero
el punto central de este texto está en la parte que dice que cada cosa
recibe sus impulsos y medidas “procediendo de las ocultas e invisibles
razones que están latentes causalmente en la naturaleza”, pues afirma
que en la naturaleza estas “razones o ideas” se encuentran ocultas e
invisibles a los ojos del cuerpo, de modo latente pero causalmente. Esto
significa que el despliegue del universo está regido por una causalidad
intrínseca pensada por Dios y dirigida por Él desde el seno de cada
criatura, pero que no deja de ser el movimiento y el causar propio de
cada una.
1.4. Causalidad física y causalidad metafísica
La noción platónica de participación resume este concepto (San
Agustín 2008, 57). Participar es tomar parte de un todo sin que el mismo
todo pierda lo que da. Las criaturas participan del ser de Dios sin que él
pierda su ser al comunicarlo. Él comunica su propio ser conforme a
ciertos modos que son las ideas eternas, al comunicar su propio ser deja
en las criaturas una semejanza suya de acuerdo a las ideas. Eso es lo
que se llama naturaleza de una cosa, su modo de ser, su causa formal
que la determina a ser lo que es y a obrar como obra17.
Así fue ahondando el hombre medieval sobre una nueva forma de
causalidad que de alguna manera se salía de los moldes de la causalidad
física. Se daba la razón de ser del mundo físico mudable y temporal
consolidándolo en otro inmutable y eterno. El ser finito de la criatura
tiene su razón de ser en el Ser infinito de Dios (Gilson 2004, 97).
La noción de una causalidad metafísica de Dios con respecto a las
criaturas era una tesis común a todos los sabios occidentales cristianos,
judíos y musulmanes. Tal vez podían discutir si la acción creadora de
Dios se había realizado en el tiempo o era una acción atemporal de
17 Cfr. nota 13
Antecedentes de la idea de causalidad 23
conservación del mundo, pero no se dudaba de que si había un mundo
de seres finitos y efímeros, debía estar la mano creadora de Dios detrás
de ellos.
Esta tesis agustiniana platónica recibió un desarrollo metafísico
completo en las nociones tomistas de esse y esencia. Con ellas logró
Santo Tomás conciliar ciertas tesis del pensamiento aristotélico con el
pensamiento de Platón. La relación del ser y la esencia es como la
relación del acto y la potencia –dice Santo Tomás–, el ser es la
actualidad de todo acto, y por eso es, frente a toda posible
determinación de un ente, actualidad, y ellas potencialidad. En términos
de causalidad formal y material podríamos traducir esto de la siguiente
manera: el ser es lo más formal en la naturaleza de las cosas, porque es
lo más actual. Toda forma recibe su determinación última del ser, pues
ellas determinan al ente a ser esto o aquello, mientras que el ser lo
determina a ser. Si la forma contrapone un ente a todas las restantes
especies que él no es, el ser, como formalidad última lo contrapone a la
nada. Sin el ser, el ente hombre, por ejemplo, no solo no es caballo, ni
ratón, ni perro, sino que ni siquiera sería hombre18. Y así sucede con
todos los entes que pueblan la naturaleza.
La doctrina del esse y la esencia se apoya en el esquema dialéctico
de lo recibido y el recipiente. Esto significa que cuando algo tiene una
determinación de modo limitado, es porque la tiene recibida de otro y
18 “Esto que llamo ser es lo más perfecto entre todas las cosas: lo cual resulta evidente
porque el acto es siempre más perfecto que la potencia. Pero cualquier forma
designada no es entendida en acto sino por esto: que sea puesto el ser. Pues la
humanidad o la fogosidad puede ser considerada como en potencia existente de la
materia, o como en la virtud del agente, o también como en el intelecto: pero esto que
tiene ser, es realizado como acto existente. De donde se ve que esto que llamo ser, es
la actualidad de todos los actos, y por eso es la perfección de todas las perfecciones.
Tampoco debe entenderse que a eso que digo ser se le añada algo que sea más formal
que él, determinándolo como a una potencia: el ser que de este modo es, es por esencia
otro que aquel al cual se le añade determinándolo. Pero nada puede ser añadido al ser
que sea ajeno a él mismo, porque nada es extraño a él sino sólo el no ser, que no puede
ser ni forma ni materia. Por eso no es determinado el ser por otro como la potencia
por el acto, sino más bien como el acto por la potencia” (Santo Tomás de Aquino, De
Pot. VII, 2 ad 9).
24 Antecedentes de la idea de causalidad
no le pertenece por derecho propio. Si un vaso tiene agua es porque no
es la fuente. La fuente no tiene agua sino que es el agua misma que
mana de la piedra. En todo caso es la fuente la que da agua, pero no la
recibe. Así todo el que tenga ser, lo tendrá recibido. Solo de la fuente
del Ser se puede decir que no tiene el ser, sino que lo ES, y al serlo, lo
puede comunicar a otros.
La causalidad eficiente cobra un nuevo significado paralelo al
anterior. La Fuente del Ser ejerce de esta manera la causalidad eficiente
con respecto al mundo creado pero de un modo absoluto. Es una
eficiencia que no precisa del concurso de las otras causas porque lo que
está produciendo es el ser integro de la creación. Sólo queda la nada
fuera de la omnipotencia divina, y queda ella justamente porque “nada”
es ausencia de ser.
La forma de comprender la causalidad metafísica sigue en
algunos puntos a la causalidad física tal como la conocemos en la
experiencia cotidiana. Lo que parece es que la causa comunica “algo”
al efecto. Como los operarios de una obra en construcción se pasan los
ladrillos de dos en dos, en el mundo de los cuerpos el movimiento
parece ir traspasándose como una determinación recibida de otro y
dispuesta a ser pasada al siguiente para continuar la cadena. En el
análisis metafísico, esa determinación es el ser. Sin embargo, el que
comunica la determinación no la pierde y por eso la cadena no puede
extenderse indefinidamente. Continuando la metáfora, si antes de pasar
los ladrillos agregamos infinitos operarios a la cadena, sencillamente no
habría ladrillos ni obra en construcción alguna; en cambio, si los
operarios se están pasando los ladrillos y la obra prospera, es porque
independientemente de la cantidad de operarios intermedios tuvo que
haber un primero que los envíe desde la pila principal. Si no hay una
fuente del ser que no sea “el primero de la fila” (en este punto la
metáfora no ayuda) que dé el ser sin recibirlo, no habría seres
intermedios ni ser alguno, cosa evidentemente falsa.
Antecedentes de la idea de causalidad 25
1.5. La teoría del ímpetus
Algo así veían en el plano físico los filósofos del siglo XIV
cuando intentaban explicar el movimiento violento de los cuerpos. En
cuanto al movimiento natural, subsistía la teoría aristotélica de los
lugares naturales. Un cuerpo pesado tiende a caer pues la tierra es más
pesada que el aire y por ello le pertenece estar debajo de él. Y así con
el orden general de los cuatro elementos. Pero ¿qué es lo que ocurría
con una piedra que había sido lanzada hacia arriba o simplemente
lanzada hacia delante? ¿Qué ocurre con la flecha que lanzan los
arqueros en la guerra o las piedras de las catapultas? ¿Cómo es posible
que desafíen por un momento su tendencia a su lugar natural?
El problema central no era quién había sido el responsable de este
tipo violento de movimiento de los cuerpos, pues siempre estuvo claro
que esa tarea estaba en manos del motor que había impuesto su propia
fuerza en el cuerpo movido, léase el arco en la flecha, la catapulta o la
mano en la piedra. Más bien la cuestión se centraba en cómo era posible
que el móvil conserve la fuerza impresa una vez alejada del contacto
directo de su impulsor.
Aristóteles entendía que la fuerza motriz era conservada en el
móvil en virtud del medio que lo rodeaba, el aire, el agua, sea cual fuere
ese medio. El medio ocupaba el espacio que abandonaba el móvil en su
trayectoria y al hacerlo renovaba la acción sobre el cuerpo movido. De
esta manera, el movimiento implicaba siempre una acción tangente
entre el motor y el móvil. Pero “en la física aristotélica el medio
desempeña un doble papel; es a la vez resistencia y motor” (Koyré
2008, 46) y esto introduce muchas dificultades experimentales. En el
siglo VI Juan Filopón había propuesto objeciones a esta concepción
física pero en el siglo XIV fueron Francisco de Marchia y,
principalmente Juan Buridán quienes dieron una respuesta más
satisfactoria sobre esta cuestión (Buridani 1970, L. III, q. 2).
Estos autores afirmaban que en los movimientos no naturales el
motor trasmitía una potencia o cualidad al móvil, denominada ímpetus,
que éste iba perdiendo a medida que se volvía a hacer más fuerte el
26 Antecedentes de la idea de causalidad
movimiento natural. La idea de esta teoría era explicar cómo es que el
motor seguía ejerciendo su influencia luego de haberse desprendido del
móvil, o, lo que es lo mismo, cómo era que el móvil persistía en su
movimiento sin estar en contacto con el motor. Si en la teoría
aristotélica el medio cumplía la doble función de motor y resistencia,
ahora podían dejarle únicamente el de resistencia pues esto era lo más
evidente a la experiencia.
El ímpetus es una cierta potencia cualitativa impregnada en el
móvil por parte del motor. Participa de la fuerza que el motor le
imprime. Al abandonar el contacto con el motor, la fuerza comienza a
ceder frente a la resistencia del medio y la tendencia natural hacia su
lugar propio, hasta desaparecer por completo. Por eso, la teoría del
ímpetus, conserva la distinción aristotélica entre movimiento natural y
movimiento violento. Buridán afirmaba, incluso, que las esferas
celestes seguían su curso eterno en virtud de un único “ímpetus” dado
por el Creador. El movimiento causado por este ímpetus originario era
eterno pues en el caso de estas esferas no hay tendencias naturales ni
medio que resista dicho movimiento. No hacía falta apelar a las
inteligencias aristotélicas, verdaderos motores inmóviles, almas de
estos cuerpos (Moody, Galileo and Avempace: The Dynamics of the
Leaning Tower Experiment (I) 1951, 408). Además, parecía más
compatible con la idea de que Dios descansó en el séptimo día, pues
entregó a otros las acciones y las pasiones necesarias para que el mundo
se mueva.
El análisis de Buridán incluye la idea de “cantidad de materia” en
el movimiento, pues el ímpetus que un cuerpo podía adquirir dependía
también de la cantidad de materia y la densidad del móvil (Moody,
Galileo and Avempace: The Dynamics of the Leaning Tower
Experiment (I) 1951, 405). Si uno había imprimido el mismo
movimiento en un trozo de hierro y en uno de madera del mismo
volumen, el trozo de hierro llegaría más lejos pues en él se transmitiría
más ímpetus que en el otro, y por eso el ímpetus desaparecería antes del
trozo de madera que del hierro; y así aquel caería primero.
Antecedentes de la idea de causalidad 27
1.6. Galileo, el matematicismo
Lo interesante de los planteos medievales fue que al hablar de este
modo de la causalidad comenzaron a vislumbrar las relaciones que
existían entre los factores que entraban en juego en el proceso causal.
Cuando un motor imprime un ímpetus en un móvil, el móvil se moverá,
pero ¿cuál es la relación entre la fuerza impresa y la velocidad
adquirida? ¿Cuál es la relación con la altura o la distancia alcanzada por
el proyectil? Este aspecto del problema fue particularmente encarado
por Galileo Galilei.
En el pensamiento físico de Galileo podemos encontrar dos etapas
bastante claras marcadas por la formulación de las leyes de las caídas
de los cuerpos. De acuerdo a la tradición estas fueron elaboradas a partir
del experimento realizado por él mismo desde la Torre de Pisa19. Allí
mismo, en Pisa, previamente a la realización de los experimentos,
Galileo publica un breve diálogo en el que aparece la dinámica
enseñada por él. En aquel tiempo, Galileo adhería a la teoría del ímpetus
que había recibido de los maestros del renacimiento, hasta que sus
experimentos le llevaron a la reformulación de su física del
movimiento.
Durante su etapa pisana, su explicación de la caída de los cuerpos
aún se fundaba en la aparente trascendencia que tiene el peso del cuerpo
en relación a la velocidad de caída. De acuerdo a cierto texto
aristotélico20 comentado por Averroes que se dio en llamar el texto 71,
la velocidad de la caída de un cuerpo dependía de una proporción entre
el peso específico del cuerpo y el del medio (V=P/M). Si uno se imagina
un cuerpo cayendo en agua o el mismo cuerpo cayendo en aire
fácilmente puede pensar en formular la relación de esta manera. No
obstante, esta opción escondía la dificultad de que excluía la posibilidad
de imaginar un cuerpo cayendo en el vacío, dado que no se puede dividir
19 Aún se debate la veracidad del hecho de que Galileo haya realmente llevado a cabo
tales experimentos en Pisa; sin embargo, nadie discute que haya descubierto las leyes
de la caída de los cuerpos.
20 Física IV, c. 8 (215a-215b24).
28 Antecedentes de la idea de causalidad
ningún número por 0. El medio, como se vio, era una condición
fundamental para el movimiento local en la física de Aristóteles.
Galileo era un matemático y su visión del espacio era la de un
vacío inmaterial provisto de propiedades matemáticas en el que se
albergan y se mueven los cuerpos físicos materiales. Pensar que un
cuerpo pueda caer en el vacío no era una dificultad para él. Por eso
prefirió entender que la velocidad del cuerpo era la resultante de la resta
del peso específico del cuerpo y el del medio, de modo tal que si el del
cuerpo era igual a 10 y el del medio igual a 5, el cuerpo caería a una
velocidad de 5. En el vacío el peso se identificaría con la velocidad de
caída.
Cuando se trataba de movimiento violento, el ímpetus defendido
por Galileo era el de Buridán que a diferencia del de De Marchia tenía
la particularidad de que no se debilitaba por sí mismo, sino solo en la
medida de que otra fuerza se ejerza en sentido contrario. En ausencia
de otras fuerzas el móvil una vez impulsado conservaría su dirección y
la cantidad de movimiento eternamente (Weisheipl 1967, 106). Por eso
algunos atribuyen a Galileo la primera formulación del principio de
inercia21. Lo importante de todo esto es que el movimiento se trasmite
de cuerpo a cuerpo de forma continua. Todo parece funcionar como un
gran mecanismo, un cuerpo recibe un impulso que trasmite a otro, y
este a su vez a otro, y así sucesivamente, todas las cosas están en
movimiento.
Sin embargo, este mecanismo funcional parece pensado para un
universo más ideal que real. Galileo era un matemático y eso no fue
trascendental en el desarrollo de su pensamiento, de hecho las leyes por
él enunciadas están pensadas para movimientos en espacios vacíos
cuantificables, en espacios ideales. “Los «experimentos» a los que apela
Galileo, incluso los que realmente ejecuta, no son otra cosa que
experimentos mentales” (Koyré 2008, 6). Esta visión matemática del
mundo en la que se muestra su fuerte inclinación platónica, es la que
21 Hay una alusión a este principio en el escolio a la proposición 23, durante el 3er día
del Discurso sobre dos grandes ciencias.
Antecedentes de la idea de causalidad 29
permite a Galileo y a la posteridad implementar las matemáticas como
medio, desde entonces ineludible, del conocimiento científico. Dado
que el gran libro de la naturaleza está escrito en caracteres
matemáticos22, la ciencia intentará formular las ecuaciones pertinentes
para cada caso.
Lo curioso del hecho es que siendo la matemática una ciencia tan
ideal fue desde entonces profundamente eficaz en el mundo real, porque
permitió a la ciencia física comprender el mundo como un gran
continuo y de ese modo realizar predicciones. La capacidad de elaborar
pronósticos acerca de los fenómenos naturales es considerada una de
las características del saber científico que más manifiesta su
verosimilitud, sin contar el formidable poder que otorga al hombre que
se vale de esos para transformar la naturaleza para su propio beneficio23.
1.7. Descartes, el mecanicismo
En el fondo, todo se reduce a una cuestión de prioridades: o se le
da prioridad a los fenómenos físicos observables, y se considera a la
matemática como una herramienta metodológica para el saber; o se
admite que la matemática y la materia están tan íntimamente
compenetradas, que no hacen más que formar un único objeto de
conocimiento, de modo tal que conocer matemáticamente al mundo es
sencillamente conocerlo tal como es.
22 “La filosofia è scritta in questo grandissimo libro che continuamente ci sta aperto
innanzi a gli occhi (io dico l’universo), ma non si può intendere se prima non s’impara
a intender la lingua, e conoscer i caratteri, ne’ quali è scritto. Egli è scritto in lingua
matematica, e i caratteri son triangoli, cerchi, ed altre figure geometriche, senza i
quali mezi è impossibile a intenderne umanamente parola; senza questi è un aggirarsi
vanamente per un oscuro laberinto” (Galilei 1964, 631-632).
23 Cabe, sin duda, preguntarse por la causa de este “curioso hecho”: ¿por qué la
matemática ha sido tan eficiente en su descripción del mundo? Muchos creen que la
matemática es sólo un instrumento mental para describir los hechos naturales, pero su
eficacia invita a pensar que hay algo más que mera utilidad pragmática en ella.
30 Antecedentes de la idea de causalidad
Por eso lo que Galileo había comenzado y siempre en virtud de la
regularidad que gobierna a los procesos naturales, encuentra un hito
importante en Descartes. Los atomistas comprendieron que el
movimiento era posible porque existía el vacío. Galileo entendió, como
he dicho anteriormente, que el mismo espacio era una suerte de vacío
matemático, de allí que el movimiento de los cuerpos y sus causas
tienen la libertad de acción que el vacío les concede. Para Descartes la
cosa es diferente.
El espacio al que él mismo llama extensión es la sumatoria de
todos los cuerpos extensos que existen, y la primera característica de
estos es su impenetrabilidad. Por eso la extensión se entiende como un
único bloque macizo de materia en el que nosotros podemos mediante
nuestro pensamiento establecer diferenciaciones a causa de los
movimientos internos que ocurren en él. En efecto, el movimiento de
un cuerpo implicará el movimiento del cuerpo contiguo, y así
sucesivamente. La continuidad de movimiento es tan radical como la
de la materia. La ausencia de vacío así lo exige.
Y así, la materia en todo el universo existe como una y la misma, puesto
que toda es reconocida sólo porque es extensa. Y todas las propiedades
que percibimos en ella claramente, se reducen al hecho de ser divisible
y mutable según sus partes, y por eso capaz de todas aquellas afecciones
que vemos que pueden seguirse del movimiento de sus partes 24
(Descartes 1905, 52).
Ahora bien, hasta ese momento, el movimiento de un cuerpo se
explicaba por la acción de un cuerpo sobre otro. Esto significaba que
un cuerpo ejercía una fuerza sobre otro de tal manera que esa fuerza que
brotaba desde dentro del cuerpo A se trasmitía al cuerpo B y de este
modo, este último imbuido de esa fuerza conservaba su movimiento.
24 “Materia itaque in toto universo una et eadem existit, utpote quae omnis per hoc
unum tantum agnoscitur, quod sit extensa. Omnesque proprietates, quas in ea clare
percipimus, ad hoc unum reducunt, quod sit partibilis, et mobilis secundum partes, et
proinde capax illarum ómnium affectionum, quas ex ejus partium motu sequi posse
percipimus”.
Antecedentes de la idea de causalidad 31
Luego el movimiento desaparecía sea porque la fuerza decae (el
ímpetus según De Marchia), sea por la acción contraria de otras fuerzas
(el ímpetus según Buridán).
Para Descartes esto es sencillamente imposible. La materia
extensa es absolutamente impenetrable, la fuerza que un cuerpo ejerce
sobre otro no pasa a otro como quien trasvasa agua de un vaso a otro,
la fuerza motriz de un cuerpo es su mismo movimiento sumado a la
impenetrabilidad de la materia. En otras palabras, al moverse un cuerpo
sale de su lugar y pretende ocupar otro lugar; ese lugar está a su vez
ocupado por otro cuerpo. Si este es más pequeño o del mismo tamaño,
abandonará su lugar empujado por el primero; de lo contrario, obligará
al primero a buscar otro lugar o a volver al lugar de origen. Toda
relación permanece en el exterior. No se introduce una fuerza en un
cuerpo, sencillamente se lo obliga a abandonar el lugar.
Es cierto que el filósofo francés admite que los cuerpos tienen su
propia fuerza. Un cuerpo de gran tamaño guarda una fuerza intrínseca
más poderosa que cualquier movimiento externo, de modo tal que si un
cuerpo colisiona con una sustancia más grande, saldrá despedido para
atrás con la misma velocidad que con la que llegó. No así si el cuerpo
es más pequeño.
La materia y el movimiento son los únicos principios naturales
que entran en juego en la explicación del universo. El mecanicismo
cartesiano se comprende a partir de aquí. En efecto, todo movimiento
natural sea de cuerpos inertes como de cuerpos vivientes se puede
explicar a raíz del movimiento y la impenetrabilidad de la materia. Las
partes del universo están encajadas unas contra otras sin espacios vacíos
como los engranajes en el mecanismo del reloj. Cuando uno de ellos se
mueve, se mueven todos los demás. Solo queda fuera de la naturaleza
el fundamento de la existencia de la materia, la potencia que introduce
el movimiento en ella: el relojero, siguiendo la comparación que poco
a poco devino un tópico en la concepción de Dios de la física moderna.
Esta visión en exceso continuista de la realidad se completa con
el matematicismo cartesiano. Dado que la extensión puede traducirse
mediante la medición en términos matemáticos, y el movimiento
32 Antecedentes de la idea de causalidad
también, se podría decir que Galileo tenía razón cuando afirmaba que
el mundo estaba escrito en caracteres matemáticos, pero tal vez, en la
mente de Descartes esta afirmación alcanzaba una profundidad
insospechable. Estudiar la naturaleza, es leerla a través de los anteojos
de la matemática de modo que se pueda alcanzar un conocimiento claro
y distinto al contemplar el mundo.
Descartes inicia la era del mecanicismo. Su mundo natural está
compuesto de dos elementos: la extensión y el movimiento. La
extensión que se identifica con la materia y el movimiento con el
tiempo. El movimiento es el único principio de individuación (Arana
2002, 192), el elemento que introduce en la materia la distinción y la
diferenciación entre los objetos, y toda cualidad, toda forma se reducirá
a materia en movimiento. El reloj está en marcha.
1.8. Newton, la inercia y la gravedad
Newton sigue la idea de Descartes en lo que se refiere a la materia.
La primera característica de los cuerpos es que son impenetrables:
Que todos los cuerpos son impenetrables lo inferimos no de la razón
sino de la sensación. Los cuerpos que manejamos resultan ser
impenetrables, y de aquí concluimos que la impenetrabilidad es una
propiedad de todos los cuerpos25.
A esta se agrega la movilidad de los mismos, una movilidad que
le adviene a los cuerpos por mediación de la fuerza. Llamamos fuerza
de inercia a la fuerza por la que un cuerpo móvil conserva su
movimiento durante cierto tiempo,
25 “That all bodies are impenetrable, we gather not from reason, but from sensation.
The bodies which we handle we find impenetrable, and thence conclude
impenetrability to be an universal property of all bodies whatsoever” (Newton 1846,
384).
Antecedentes de la idea de causalidad 33
Inferimos que todos los cuerpos son móviles y perseveran en reposo o
en movimiento gracias a ciertas fuerzas (que llamamos fuerzas de
inercia) a partir de estas propiedades de los cuerpos observados26.
Por eso, según el físico inglés la materia no se comportaría de un
modo absolutamente pasivo en todas las ocasiones. Aparte de ciertos
principios activos que sitúan a todos los cuerpos en relación dinámica
frente a los otros cuerpos que los rodean, todo cuerpo tiende a conservar
su estado al ser golpeado por otro, por eso en una colisión de cuerpos
el sistema indica que las fuerzas en el estado posterior al choque son la
resultante de la sumatoria de las fuerzas de los cuerpos que chocaron.
El principio de inercia está detrás de todo movimiento y toda
interacción entre cuerpos.
En particular, la palabra inercia es definida en el diccionario como
«flojedad, desidia, inacción», sinónimos que no alientan la esperanza
de encontrar en ella algún dinamismo. Sin embargo, Newton la define
como «capacidad de resistir» a ciertos cambios. Según esto, la
pasividad de la materia es completa por lo que se refiere a sí misma:
carece de espontaneidad, no tiene iniciativa propia para ser de otra
manera. Siendo así, los cambios tendrán que venir de afuera y, cuando
veamos alterarse su forma o movimiento, tendremos que admitir que
sobre ella actúa un agente extraño. […]. En definitiva, la materia inerte,
en tanto que inerte, es activa precisamente con respecto a las sustancias
o entidades que la afectan. Podría decirse que posee pasividad
inmanente y actividad trascendente, y que para actualizar tanto una
como otra es menester el establecimiento de relaciones con otros
cuerpos (Arana 2002, 151).
Trascendente para la acción, porque reaccionan frente al embate
de los cuerpos ajenos, e inmanente en relación a si misma porque en
26 “That all bodies are rnoveable, and endowed with certain powers (which we call
the vires inertias] of persevering in their motion, or in their rest, we only infer from
the like properties observed in the bodies which we have seen” (Newton 1846, 384-
385).
34 Antecedentes de la idea de causalidad
definitiva solo cambian su estado de relativo reposo o de movimiento
uniforme si son movidos por otros.
La influencia que un cuerpo tiene sobre otro se da primariamente
en virtud de la impenetrabilidad de los cuerpos. Si un cuerpo choca con
otro, puede desplazarlo a otro lugar y pasar él mismo a ocupar el lugar
que ocupaba el otro cuerpo. Si el segundo cuerpo, no tiene a dónde
retirarse la impenetrabilidad devolverá la misma fuerza al primer
cuerpo, rechazándolo. Este tipo de fuerzas de choque son las que actúan
sobre los cuerpos por medio del contacto, es así que los cuerpos
imprimen fuerzas unos sobre otros modificando el estado inercial de
cada uno.
Sin embargo, hay otro tipo de fuerza declarado por Newton en el
que la acción no opera por contacto y es la fuerza de gravedad. Mediante
esta fuerza los cuerpos tienden a atraerse mutuamente más que a
rechazarse27. Lo interesante de la misma es que se trata de una “acción
a distancia”, esto es, un movimiento impreso en los cuerpos sin contacto
cuerpo a cuerpo. Si bien hubo ciertas tentativas de Newton de explicarlo
recurriendo a la presión de algún fluido sutil (Arana 2002, 201),
abandonó finalmente su intento y se contentó con decir que no tenía
explicación acerca de la causa de la gravedad. Lo cierto es que esta
fuerza explicaba las leyes galileanas de la caída de los cuerpos, las tres
de Kepler para el movimiento de los planetas, las que explicaban el
movimiento de los cometas, y aun el de las mareas. Era un verdadero
éxito teórico avalado por la experiencia, y las leyes conocidas de varios
sectores de la física naciente.
Si la impenetrabilidad, la inercia y las restantes propiedades de la
materia hacen de ella una entidad puramente pasiva, la gravedad y otras
fuerzas, al contrario, la convierten en activa. Por eso son llamadas
“principios activos” pues son las fuerzas impresas que mantienen al
universo en continuo dinamismo.
27 La magnitud de esta fuerza es proporcional a la cantidad de materia existente en
cada uno, pero a la vez esta atracción será inversamente proporcional al cuadrado de
la distancia que media entre ellos. Este es el origen de la fórmula Ϝ = 𝐺𝑚1.𝑚2
𝑑2
Antecedentes de la idea de causalidad 35
Newton menciona entre los principios activos la gravedad, la
fermentación y la cohesión de los cuerpos. Otros pasajes sugieren la
misma consideración para la elasticidad, la electricidad y el
magnetismo; y de la fermentación derivarían el movimiento, calor y luz
que se asocian a los procesos químicos, geológicos, cósmicos y vitales.
En cierto modo, es como si los Principia no hubieran hecho más que
iniciar el proceso de estudio y matematización de los diferentes tipos de
fuerzas impresas presentes en la naturaleza, dejando a la posteridad la
tarea de proseguir con el mismo rigor el análisis de los restantes
principios activos, es decir, las diversas fuentes dinámicas del universo
(Arana 2002, 202).
De todos modos Newton consideraba que todos los movimientos
del universo estaban completamente equilibrados. Para Descartes la
cantidad de movimiento del sistema del mundo era absoluta (era la
sumatoria de todas las fuerzas de los cuerpos del universo), y el
movimiento era relativo. Para Newton, por el contrario, la cantidad de
movimiento es relativa a la dirección en que se ejerce la fuerza, por eso
la sumatoria de fuerzas del universo da cero.
La gravedad tiende a que los cuerpos se reúnan unos con otros. El
problema es que esta engendra cierto desequilibrio en el universo
puesto que la fuerza de inercia que los conserva en sus movimientos no
es suficiente para evitar el colapso universal. Este último punto se
observaba de manera más clara en ciertas irregularidades que
presentaban las órbitas de Júpiter y Saturno. Para corregir tal catástrofe,
Newton apeló al único que podía resolverlo: Dios. Él evita la
conflagración universal interviniendo de cuando en cuando para retocar
las desviaciones que los planetas presentaban sobre sus órbitas.
1.9. El debate Leibniz-Clarke
La rivalidad que existía entre Newton y el filósofo alemán
Gottfried Leibniz es uno de los más famosos antagonismos en la historia
del pensamiento científico y filosófico. El descubrimiento simultáneo
del cálculo infinitesimal y el natural reclamo de los derechos de autoría
36 Antecedentes de la idea de causalidad
del mismo pudo haber sido el comienzo, pero las hostilidades llegaron
a su clímax en una serie de cartas que intercambió Leibniz con Samuel
Clarke, uno de los discípulos de Newton, entre los años 1715 y 1716.
Se trata de un epistolario de un total de 10 cartas –5 de cada uno– que
contienen un debate sobre algunas cuestiones fundamentales de
cosmología.
Lamentablemente para la posteridad, el debate fue súbitamente
interrumpido por la muerte de Leibniz a fines de 1716, antes de poder
responder a la última28. En éstas se tratan temas como la naturaleza del
espacio y el tiempo (¿realidades absolutas o relativas?, el espacio como
sensorium Dei), la intervención de Dios en la naturaleza, la
conservación de la fuerza, la realidad del vacío, y otros más. Me
detendré únicamente en las cuestiones que tienen que ver con la idea de
fuerza y la acción de Dios en la naturaleza, porque estas son las que de
alguna manera responden a la noción de causa aquí estudiada. Este
debate epistolar será el centro de la exposición de este apartado, pero
no dejaré de extenderme acerca de otros conceptos importantes, que tal
vez no fueron desarrollados extensamente en la polémica por no ser el
lugar y el momento apropiados, y porque Leibniz ya había escrito
abundantemente acerca de ellos en otras obras.
El recurso a un “Deus ex machina” como hipótesis explicativa de
la estabilización del universo fue un bocado bastante apetitoso para
Leibniz. No era esperable que un físico de la talla de Newton recurriera
a una explicación tan poco filosófica para resolver cuestiones de
cosmología. El problema no era que el recurso para ordenar la
naturaleza sea Dios, porque ninguno de los dos contendientes dudaba
en absoluto de la existencia de Dios, ni de su continua presencia activa
en el universo –aún más, ambos eran hombres muy piadosos–. La
verdadera dificultad era el tipo de universo que Dios había creado y la
naturaleza del poder divino que de allí debía desprenderse.
28 De todos modos, según parece mostrar el tenor de la última respuesta de Clarke, la
discusión había llegado al punto en el que los contendientes sospechaban que no iban
a llegar a ningún acuerdo y que más valía declarar tablas y acabar la partida.
Antecedentes de la idea de causalidad 37
Para entonces ya era conocida la metáfora del reloj, esto es, la
idea de que el universo era semejante a una extraordinaria pieza de
relojería de inigualable complejidad. No obstante, Newton parecía
haber encontrado la falla de tan colosal artilugio.
Sir Isaac Newton y sus seguidores tienen además una opinión muy rara
acerca de la obra de Dios. De acuerdo con su doctrina, Dios
Todopoderoso necesita corregir su reloj de cuando en cuando, pues de
otro modo dejaría de moverse. No parece tener suficiente previsión para
hacerle un movimiento perpetuo. No, la máquina realizada por Dios es
tan imperfecta, de acuerdo con estos señores, que Él está obligado a
limpiarla cada tanto mediante un concurso extraordinario, y aun
corregirla como un relojero corrige su obra; consecuentemente debe ser
un obrero tan inepto cuanto más a menudo este obligado a corregir su
obra y ponerla a punto (Leibniz y Clarke 2000, 1, §4, 4).
El Dios relojero de Newton resultaba ser un relojero bastante
mediocre para ser Dios. Según Leibniz, era conveniente que “los
efectos que provienen directamente de Él sean proporcionales a la
dignidad del Agente” (Arana 2012, 79). No era, para él, tolerable que
un hombre por muy sabio que fuera comenzara a descubrir las pequeñas
imperfecciones que la creación tenía. Por supuesto que esa no era la
intención de Newton. Al contrario, las imperfecciones del cosmos no
eran tales, justamente porque “de hecho” Dios intervenía para
corregirlas. Y esto no pretendía ser una suerte de generosidad mezquina
de un Dios que vuelve a regañadientes de vez en vez para evitar que se
nos venga el mundo abajo (como en el teatro griego los dioses
intervenían recién cuando la situación no tenía remedio), sino más bien
un signo de la cercanía y atención con que Dios velaba continuamente
por su creación. Puede ser que un mundo que se desarrolle a la
perfección por su cuenta, como el mejor artilugio de relojería, sea muy
armónico e independiente, pero su perfección, a la larga no dejará lugar
para un Dios. Por eso, Clarke insinúa que este planteo de Leibniz tenía
algo de materialista porque postulaba un Dios desentendido de un
mundo que, después de todo, funciona a la perfección por su cuenta.
38 Antecedentes de la idea de causalidad
La noción del mundo como siendo una gran máquina, prosiguiendo sin
la interposición de Dios de la misma manera que un reloj sigue sin la
asistencia de un relojero, es la noción del materialismo y del destino, y
tiende (bajo la pretensión de hacer de Dios una inteligencia
supramundana) a excluir fuera del mundo la providencia y el gobierno
de Dios sobre la realidad (Leibniz y Clarke, ad 1, §4, 6)
Para Newton y Clarke, la relación entre Dios y el cosmos es más
parecida a la relación hombre-hombre que a la relación hombre-
máquina. En esta segunda, el hombre dispone las partes, las ordena, las
ajusta y acomoda de acuerdo con lo que conviene, por eso puede
funcionar y ser dirigida por el hombre, se puede esperar del aparato el
cumplimiento exacto de las funciones para las que fue creado. En
cambio, cuando un hombre gobierna sobre otros, léase en una familia,
en un ejército o en un reino (y este último es el ejemplo que pone Clarke
unas líneas más abajo del texto anterior), la cosa es bastante diferente.
Aparecen las imperfecciones de los hombres con las que debe lidiar el
buen gobernante, corrigiendo lo que deba ser corregido e interviniendo
siempre que sea necesario. Es preciso que el buen gobernante esté
continuamente pendiente de aquello que tiene en su poder. Lo que ha
descubierto Newton es que el mundo, sin la asistencia continua de Dios
no subsistiría mucho tiempo. Esto quiere decir que las leyes de la
naturaleza –que tan notoriamente vislumbró– muestran claramente su
propia debilidad como creatura, muestran que si sólo fuera por ellas, el
universo ya habría colapsado hace mucho tiempo.
Sin embargo, para Leibniz, es inaceptable que Dios tenga que
“corregir” de tiempo en tiempo su obra para que no se desmorone como
un castillo de naipes29. Por un lado, porque a pesar de que la criatura
29 “No digo que el mundo material es una máquina o un reloj que anda sin la
interposición de Dios, y he insistido suficientemente que la creación necesita ser
continuamente influenciada por su creador. Sin embargo sostengo que es un reloj que
anda sin necesidad de ser arreglado por él; de otro modo debemos decir que Dios se
corrige a sí mismo. No, Dios ha previsto todo. Él ha provisto un remedio para todo
con anticipación. Hay en sus obras una armonía, una belleza, ya preestablecida”
(Leibniz y Clarke, 2, §8, 10)
Antecedentes de la idea de causalidad 39
sea siempre infinitamente débil en comparación con Dios, se trata de
una creatura que sale de las manos de un Creador tan infinitamente
magnífico al que no le sienta bien ser responsable de tamaña
inconsistencia. Por otro lado, afirmar aquello obligaría a admitir
eventuales intervenciones sobrenaturales en el mundo. Es difícil
entender un universo donde Dios no haya terminado de delegarle el
poder necesario para seguir adelante y que, por lo tanto, tenga que
entrometerse sobrenaturalmente cada tanto para ponerlo en orden. Pero,
es preciso –declara– evitar en buena filosofía las explicaciones que
apelan a fuerzas o poderes que superan los propios de la naturaleza. Se
debe aceptar que…
esta opinión vulgar de acuerdo con la cual en filosofía debemos evitar
en la medida de lo posible lo que sobrepasa la naturaleza de las
criaturas, es una opinión muy razonable. De otro modo no habría nada
más fácil que dar cuenta de cualquier cosa trayendo a la deidad como
un Deus ex machina, sin importar la naturaleza de las cosas (Leibniz y
Clarke, 5, §107, 62).
Queda claro para Leibniz que un universo de esta naturaleza es
un universo en el que los eventos milagrosos y los naturales no
parecieran diferenciarse lo suficiente. Y aquí parece haber comprendido
bien a su interlocutor porque Clarke alega que
“no hay nada más extraordinario en las alteraciones que él (Dios) se
complace en hacer en la estructura de las cosas que en el mantenimiento
(que hace) de la misma” (Leibniz y Clarke, ad 3, §16, 21).
La distinción entre lo milagroso y lo natural es una distinción
quoad nos, y no per se, diría Clarke, pues para Dios no hay nada
extraordinario: sus eventuales intervenciones no son eventuales desde
Su punto de vista, o en todo caso no más eventuales que las que ejerce
para llevar adelante el mundo.
En cambio, según el filósofo alemán, la naturaleza corpórea
funciona tan mecánicamente como las pesas, espirales y engranajes de
40 Antecedentes de la idea de causalidad
un mecanismo de relojería, y esto porque Dios en su infinita sabiduría
logró disponer las partes del universo de una manera tan precisa,
compleja y funcional que, sin dejar de asistirlo en cuanto a su
existencia, solo tuvo que “dar cuerda al reloj” para ponerlo en
funcionamiento y dejarlo hacer sencillamente lo que tenía que hacer30.
Mediante su capacidad previsora Dios dio a los cuerpos una “fuerza”
que nunca se pierde (“he afirmado que las fuerzas activas están
preservadas en el mundo”, Leibniz y Clarke, 5, §99, 59)31 y los organizó
tan ordenadamente que se traspasan unos a otros la energía produciendo
los cambios previstos en la naturaleza32. Así se despliega en el tiempo
el mundo organizado por Dios. Esto es una de las implicancias de la
noción leibniciana de “armonía preestablecida”. Este mundo es, de
todos los posibles, el mejor; Dios en su infinita sabiduría, y con una
30 De hecho, cuando se plantea el problema de la libertad humana Leibniz responde:
“Todas las fuerzas naturales de los cuerpos están sujetas a leyes mecánicas, todos los
poderes naturales de los espíritus están sujetos a las leyes morales. Aquellas siguen el
orden de las causas eficientes, y estos siguen el orden de las causas finales. Aquellas
operan sin libertad, como un reloj; estos operan con libertad, aunque estos concuerdan
exactamente con esa máquina que otra causa, libre y superior, ha adaptado
previamente a ellos” (Leibniz, 5, §124, 64). La libertad pertenece al ámbito de la
finalidad, por eso es propiamente humana. En el mundo de los cuerpos solo rige la
causalidad eficiente sin finalidad, esto quiere decir que el mecanicismo se aplica al
mundo infrahumano en el que no existe la libertad. Esta tesis ayudará a comprender
más adelante la tesis de Jordan acerca de la nueva concepción del mundo que introdujo
la nueva física cfr. Cap. 3, p. 17.
31 Hay un agregado de Clarke en la traducción inglesa de las cartas de Leibniz, en este
se lee “without diminutions” inmediatamente después del texto citado. Bennett
específica el agregado de la siguiente manera “meaning that the amount of them is
constant” (Leibniz y Clarke 2007, 45), expresando claramente que la cantidad de
“fuerza activa” es constante en el universo. Esta es una formulación temprana del
primer principio de la termodinámica o principio de conservación de la energía (Fitas
1993, 16-17). Sobre el concepto de “fuerza viva” elaborado por Leibniz, cfr. Arana,
1987, 25-29.
32 “De acuerdo con mi opinión, la misma fuerza y vigor permanece siempre en el
mundo y solo pasa de una parte de la material a otra conforme a las leyes de la
naturaleza y del maravilloso orden preestablecido” (Leibniz y Clarke, 1, §4, 6).
Antecedentes de la idea de causalidad 41
libertad suprema optó por la mejor de las alternativas de universo
posibles: “Pues cuando Dios (por ejemplo) elige lo mejor, lo que no
elige, y es inferior en perfección, es cuando menos posible” (Leibniz y
Clarke, 5, §8, 37).
En realidad era escandaloso para Leibniz un mundo lleno de fallas
de fábrica. Sin embargo, Clarke aduce que Leibniz no ha entendido a
Newton. Se insiste demasiado en la metáfora del reloj, y esta metáfora
ya está teñida de una concepción del mundo que hace hincapié en la
autonomía del mundo y del individuo33, y no en su dependencia del
Creador.
La existencia de errores en la naturaleza no debiera para Leibniz
ser un verdadero problema. De hecho, no hay ninguno en aceptar la
existencia del mal moral, sabiendo que esos males están contemplados
por la divina providencia en atención al bien total del universo en su
conjunto y especialmente del hombre. Los errores de los hombres y los
del universo son parte del plan de Dios. Y puesto que son parte del plan,
no son realmente “defectos” para Dios. En todo caso, lo serán para
nosotros de la misma manera que los milagros son eventos
extraordinarios desde la óptica del ser creado y no del creador.
Pero Leibniz ve una contradicción en esta afirmación. Si las leyes
físicas enunciadas por Newton, pretenden desentrañar la estructura del
cosmos creado por Dios, no parece ser muy lógico que lleven a concluir
que de no ser por Él, colapsaría.
Si la fuerza activa debe disminuir en el universo a causa de las leyes
naturales que Dios ha establecido, de modo tal que debería haber
necesidad para Él de dar una nueva impresión en orden a restaurar esa
fuerza, tal como un artesano arregla las imperfecciones de su propia
máquina, no habría solo desorden con respecto a nosotros sino también
33 “Esta dependencia del mundo respecto a su Dios –como creador, ordenador,
conservador, restaurador, etc. – no es algo marginal en la filosofía de Newton sino el
punto de convergencia de sus líneas de pensamiento. Las cuales se asemejan más al
teocentrismo medieval que a la «autonomía del mundo y del individuo»” (Santos
Elorrieta y Castaño Vinuesa 1995, 545).
42 Antecedentes de la idea de causalidad
respecto del mismo Dios. Él lo podría haber prevenido y haber tomado
mejores medidas para evitar tal inconveniencia, y eso, ciertamente, es
lo que justamente ha hecho (Leibniz y Clarke, 3, §13, 17).
Si Newton dice, por mediación de Clarke, que la disminución de
la fuerza es compensada de hecho por Dios para que el universo no se
derrumbe, se debe admitir que hay verdadera “compensación” de la
fuerza. Lo que afirma Leibniz es que esa compensación perfectamente
admitida por los físicos ingleses, no es producto de una intervención
milagrosa de Dios sino de la misma maquinaria del mundo
confeccionada y sostenida en su devenir por Dios. El “defecto” en la
fuerza activa no es, pues, un verdadero defecto sino un defecto aparente,
un aspecto más del universo que el hombre con tiempo y dedicación
podrá dilucidar alguna vez.
Dios configuró el mundo como una totalidad de seres singulares
(mónadas) que despliegan su ser a lo largo del tiempo. En ellas está el
germen de su futuro y el de todo el universo.
La naturaleza de cada sustancia simple, alma, o verdadera mónada
siendo tal que su estado subsiguiente es una consecuencia del
precedente, es aquí la causa de la armonía descubierta fuera (Leibniz y
Clarke, 5, §91, 57).
A Clarke le tocó tener la última palabra. Leibniz dejó este mundo
sin responder la última carta de Clarke. Sin duda, su respuesta hubiera
sido muy importante para el futuro de la filosofía y la ciencia. Mientras
tanto, Newton triunfaba en el mundo y la física se iba transformando
paulatinamente en el paradigma de la ciencia de la naturaleza. Las ideas
de Leibniz, por su parte, se mantuvieron latentes durante casi dos siglos.
Con el advenimiento de la nueva física a comienzos del siglo XX, se
confirmaron muchas de sus intuiciones. Sin embargo, una
interpretación –no muy fiel a su forjador– de la idea de “armonía
preestablecida” fue recogida en Francia por Pierre Simón Laplace, y,
como era de esperarse, se cumplieron en su pensamiento los presagios
Antecedentes de la idea de causalidad 43
de Clarke: un universo tan perfectamente dispuesto parece hacer de
Dios una hipótesis totalmente descartable.
Y por la misma razón de que un filósofo puede representar todas las
cosas yendo desde el principio de la creación sin ningún gobierno o
interposición de la providencia, un escéptico argumentará fácilmente
aún más lejos hacia atrás y supondrá que las cosas han sobrevenido
desde toda la eternidad (como aun ahora lo hacen) sin ninguna
verdadera creación ni autor original de ningún tipo, salvo únicamente
lo que estos disertantes llaman omnisapiente y eterna naturaleza
(Leibniz y Clarke, ad 1, §4, 6).
1.10. Laplace y el determinismo
Pierre Simón de Laplace, un gran admirador de Newton, se abocó
a resolver el enigma que había generado tal debate. Sentía repulsión por
la hipótesis teísta de Newton, en primer lugar, por su condición de
científico experimental de renombre, “atenerse a los hechos” era su
divisa, y Dios no es, de ningún modo, un hecho. En segundo lugar,
porque se alineó en el agnosticismo que varios sabios franceses
esgrimieron en el siglo de las luces. La diosa Razón no le permitía
admitir realidades que se escaparan de su jurisdicción, no hay
“misterios” en la realidad, solo hay ignorancia. Todo se reducía a una
cuestión de tiempo y dedicación. Y por eso se dispuso a resolver la
cuestión con los datos adquiridos y formulados hasta ese momento. Y
la resolvió: la variación del centro de masa del sistema configurado por
ambos planetas, Júpiter y Saturno, en su traslación alrededor del Sol
generaba tales variaciones. La ley de gravedad que Newton había
elaborado, aclaró la cuestión, y no hizo falta recurrir a otra hipótesis.
Por eso, se cuenta, que cierta vez Napoleón le preguntó por qué no
menciona a Dios ninguna vez en su obra, a lo que él contestó “No tengo
necesidad de esa hipótesis”.
Laplace pretendía la unificación de la física. Su objetivo era
elaborar un análisis de las fuerzas actuantes en el universo en base a las
matemáticas y los descubrimientos de Newton acerca de la gravedad.
44 Antecedentes de la idea de causalidad
De este modo pudo explicar los fenómenos de la luz, el calor, la
electricidad y el magnetismo, etc.
Según Laplace todo se reducía a pequeñas partículas que
guardaban entre sí relaciones atracción y repulsión, y de ese modo todos
los fenómenos físicos podrían explicarse mecánicamente. Al fin y al
cabo, el universo era para Laplace un conjunto de pequeñas partículas
sometidas a una única fuerza: la gravedad. Los movimientos de las
mismas serían perfectamente deducibles mediante la aplicación del
cálculo matemático. La astronomía, modelo de las ciencias, era al fin y
al cabo “un gran problema de mecánica”34. Y lo mismo debemos decir
de los demás fenómenos naturales. Adhería a la teoría del calórico, que
afirmaba que el calor no era más que pequeños corpúsculos que se
mezclaban con la materia de los cuerpos para generar temperatura y de
cuyo análisis se desprendían las leyes de los gases. También sostenía la
teoría corpuscular de la luz.
El sistema del mundo, como él lo llamaba, es un gran mecanismo
de relojería, todo movimiento ocurrido en un estado del mismo genera
un cambio en el estado inmediatamente posterior.
Los acontecimientos actuales tienen con los precedentes un vínculo
fundado en el principio evidente de que una cosa no puede comenzar a
existir sin una causa que la produzca. Este axioma, conocido con el
nombre de principio de razón suficiente, se extiende aun a las acciones
que se juzgan indiferentes. (P. S. Laplace 1947, 12-13).
La idea de “causa” para Laplace está íntimamente unida a la
sucesión en el tiempo. Pareciera estar haciendo un análisis general de
la situación de la causalidad. Mientras Newton, Galileo y los
34 “La astronomía, de modo general, es un gran problema de mecánica cuyos
elementos de los movimientos son las cantidades arbitrariamente constantes. La
solución a este problema depende al mismo tiempo de la precisión de las
observaciones y de la perfección del análisis. Es muy importante rechazar todo
proceso empírico y completar el análisis de modo tal que no sea necesario derivar de
las observaciones nada sino los datos necesarios” (P. S. Laplace 1829, XXIII).
Antecedentes de la idea de causalidad 45
medievales intentaban explicar qué era lo que provocaba cada
movimiento concreto, Laplace hace una generalización.
Para entender mejor esta idea propongo una distinción. Hay
generalizaciones cualitativas y generalizaciones cuantitativas. Las
generalizaciones cualitativas son aquellas mediante las que se pretende
explicar propiedades esenciales de los objetos descriptos por la misma.
Al ser esenciales esas propiedades se predican distributivamente de
cada uno de ellos pues son propiedades comunes a todos pero poseídas
por cada uno de ellos. Las generalizaciones cuantitativas, en cambio, se
refieren a propiedades poseídas por el conjunto de modo tal que se
abandona el detalle del individuo para referirse al conjunto como un
todo. Es así que una propiedad puede no ser poseída por uno de los
individuos del conjunto pero sí por otro, y dado que se analiza el
conjunto se puede decir que esa propiedad se da en el todo35. Pero la
propiedad no le pertenece esencialmente al todo, sino que tal propiedad
se dice de un conjunto en virtud de que la mayoría de las partes que
forman el todo la poseen. Es una cuestión estadística. Si vemos un
bosque de pinos, podemos seguir llamándolo “bosque de pinos” aunque
algunos de los individuos del mismo sean cedros o cipreses, basta con
que una amplia mayoría sean pinos.
El razonamiento de Laplace es del tipo cuantitativo: es cierto que
nada puede comenzar a ser sin una causa, y también es cierto que la
causa antecede al efecto; pero, ¿cuán cierto es que todo acontecimiento
encuentre la razón de la totalidad de su ser en el estado anterior de los
hechos? Para Laplace eso es tan cierto como lo anterior. De hecho, se
deduce de allí.
“Debemos, pues, considerar el estado presente del universo como
el efecto de su estado anterior y como la causa del que debe seguirlo”
(P. S. Laplace 1947, 13). Todo evento que suceda en la naturaleza es el
35 Se podría pensar que en este tipo de generalizaciones las propiedades se predican
colectivamente, pero no es así. Propiedades que se atribuyan colectivamente son
propiedades cualitativas de un conjunto. Pertenecerían esencialmente al conjunto.
Aquí se pretende establecer otra relación.
46 Antecedentes de la idea de causalidad
resultado de los movimientos y las fuerzas que se ejercieron en el
universo en el instante anterior, y estos lo son de su propio instante
anterior. Pero además, ese evento junto con todos aquellos que se den
simultáneamente en cualquier rincón del universo en un instante preciso
serán la causa suficiente de todo instante posterior, y así sucesivamente
hasta que todo termine, o simplemente hasta siempre. Causa y efecto se
toman cuantitativamente, pues “estado del universo” es un término
colectivo que engloba las posiciones, fuerzas y movimientos relativos
de los cuerpos que componen el universo en un determinado momento.
Puede ser que el movimiento de este cuerpo no sea causa del
movimiento de aquel, pero si se toma en conjunto todos los
movimientos acaecidos en un determinado momento, sin duda en ellos
encontraremos la razón suficiente de los movimientos del instante
siguiente.
Esta verdad metafísica era una premisa para el sabio francés. Que
las cosas y las situaciones en el universo estén concatenadas de manera
tan férrea, era un hecho indiscutible para Laplace y se transformó en
primer principio de sus demostraciones. Pero esta tesis indicaba una
característica real del universo de la cual no tenía mayor prueba que la
experiencia inmediata, y este tipo de evidencia no siempre fue
suficiente para que los filósofos admitieran la realidad ontológica de la
causalidad (piénsese en Hume, por ejemplo). Sin embargo, para
Laplace no era discutible que las cosas fueran de ese modo; lo que sí
era discutible era que alguna vez se pueda encontrar la razón suficiente
de un estado del universo con las solas fuerzas de nuestra débil y
limitada razón.
Imagínese un relojero que conoce a la perfección el mecanismo
de un sencillo reloj. Sabe cómo están ubicados los engranajes para
producir tales o cuales movimientos en otras piezas del aparato, como
las agujas o el dial de la fecha, sabe también cuánta fuerza deben
ejercer, en qué momento preciso y durante cuánto tiempo. Supóngase
un mecanismo complejo, un reloj astronómico como el que se encuentra
en el ayuntamiento de Praga o el mecanismo de Antecítera encontrado
Antecedentes de la idea de causalidad 47
a principios del siglo XX en el mar Mediterráneo36. Las partes están
ubicadas de tal manera que uno podría conocer la posición de la luna,
su fase, la ubicación del Sol en el zodíaco y aun la tierra en relación a
este con solo hacerlo funcionar hacia delante o hacia atrás. Se puede
predecir eclipses y conocer datos astronómicos del futuro y del pasado.
Lo que Laplace pensaba era justamente esto: esos mecanismos no son
otra cosa que modelos a escala del mecanismo total del universo, o, lo
que es lo mismo, el universo no es otra cosa que un gran mecanismo.
Una inteligencia, que en un instante dado conociera todas las fuerzas
que animan a la naturaleza y la situación respectiva de los seres que la
componen, y que, por otra parte, fuera suficientemente amplia como
para someter esos datos al análisis, abarcaría en la misma fórmula los
movimientos de los cuerpos más grandes del universo y de los átomos
más ligeros; nada le sería incierto, y tanto el futuro como el pasado
estarían presente delante de ella. (P. S. Laplace 1947, 13)
A una mente superdotada (a la que se le ha llamado “demonio de
Laplace”) no se le escaparía nada pues todo está relacionado con todo
como en un mecanismo de relojería. Podría predecir cualquier
acontecimiento futuro y conocer los pasados con la sola aplicación del
cálculo a la ubicación y movimientos de los cuerpos ocurridos en el
estado presente. Pero no existe tal “relojero del universo”, y nosotros
los seres humanos debemos conformarnos con conocimientos de menor
calidad.
Si tuviéramos la capacidad de dilucidar con claridad y distinción
los mecanismos del universo estaríamos en una posición bastante
cercana a la del relojero universal, pero, por desgracia, no es así. Más
bien todo lo contrario. La posibilidad de un conocimiento demasiado
certero sobre alguna relación causal es lejana y, por eso, –diría Laplace–
hay que evitar, en la medida de lo posible, realizar hipótesis (Rivas
Lado 2001, 201). Es cierto que la ciencia se vale de las hipótesis para
36 Carman, C. C., “El mecanismo de Antecítera (una computadora astronómica de la
antigüedad)”, en Ciencia Hoy, Vol. 21, Nro. 123, junio-julio, 2011, pp. 33-38.
48 Antecedentes de la idea de causalidad
avanzar hacia adelante en el conocimiento de la naturaleza, pero
Laplace prefiere no explicar el por qué. Su posición se limita a un
empirismo inductivista y descriptivo (Rivas Lado 2001, 200). Detallar
lo que sucede y el modo en que ocurren los fenómenos, pero tratando
de no elucubrar ninguna hipótesis explicativa. Hacerlo sería pretender
el conocimiento de la maquinaria oculta del universo, y eso nos está
vedado: “las causas primeras y la naturaleza intima de las cosas nos
serán eternamente desconocidas” (P. S. Laplace 1835, 6)37.
El trasfondo íntimo de la naturaleza y sus correlaciones causales
se nos ocultan, y solo se nos permite ver fenómenos que se repiten, de
modo tal que podamos obtener algún conocimiento de ella mediante
inducciones que nos proveen conocimientos probables. La cosmovisión
de Laplace conjuga dos elementos que parecieran inconciliables:
determinismo y probabilismo. En él el determinismo ontológico es
compatible con el probabilismo epistemológico. El determinismo se
debe al tejido interno de la realidad, y el probabilismo se debe a nuestra
ignorancia.
La curva descrita por una simple molécula de aire o de vapor está
determinada de una manera tan segura como las órbitas planetarias.
Entre ellas no existe más diferencia que la ocasionada por nuestra
ignorancia.
La probabilidad se relaciona en parte con dicha ignorancia y en parte
con nuestros conocimientos. (P. S. Laplace 1947, 15-16).
37 “…; car les causes premieres et la nauture initime des êtres nous seront
éternellement inconnues”. Este texto está citado también por Rivas Lado en su
artículo, en él se explaya sobre el método de Laplace, “Los sucesivos pasos de su
método son: interrogar a la naturaleza (experimentalismo y observación controlada,
no empirismo); someter las respuestas al análisis; hacer inducciones bien gestionadas;
elevarse a los fenómenos generales de los que derivan todos los hechos particulares;
reducir los grandes fenómenos al número más pequeño posible y tener siempre
presente que «las causas primeras y la naturaleza intima de las cosas nos serán
eternamente desconocidas»” (Rivas Lado 2001, 197).
Antecedentes de la idea de causalidad 49
Lo poco que conocemos nos sirve para tantear de alguna manera
cómo se ha comportado la naturaleza hasta ahora y cómo es presumible
que se comporte en adelante. Estamos en la caverna de Platón y vemos
la sombra de un determinismo implacable. La sombra no es
determinista, y no porque no lo sea en sí sino porque sólo es una sombra
que por momentos nos oculta la verdad.
Se trata de un conocimiento probable. Se dice probable un
conocimiento que no es ni falso ni verdadero, sino que no siendo
plenamente verdadero se acerca “asintóticamente” a él. A este grado de
conocimiento Laplace lo llama “verosimilitud” y su definición
matemática es esta: “la razón existente entre el número de casos
favorables y el de todos los casos posibles” (Rivas Lado 2001, 192).
Esta “razón” es igual a la unidad cuando el número de casos favorables
es igual al número de casos posibles. Lo que ocurre es que casi nunca
se puede conocer todos los casos posibles. Esto es lo que sucede en las
ciencias experimentales a las que Laplace dedicó su vida. En ella solo
una proyección al infinito puede dar identidad, en tanto el número de
casos favorables se acerque al de los casos posibles, aumenta nuestra
certidumbre. Pero en la naturaleza el número de casos posibles es muy
alto, por lo cual a mayor cantidad de casos favorables mayor certeza.
La “verosimilitud” exige la verdad de la misma manera que la
probabilidad exige el determinismo. Sucede como en los juegos de azar,
en el momento en que se lanzan los dados, la fuerza del brazo y varios
factores más entran en juego determinando de modo necesario el
resultado final cuando el dado quede en reposo. Una vez que los dados
han sido lanzados, “alea jacta est” y ya nada se puede hacer al respecto.
La serie de causas y efectos será implacable, y el resultado inamovible.
Determinado desde el primer instante, el dado está condenado a mostrar
una de sus seis caras. Nuestra incapacidad de reunir todas las variables
en una fórmula, de medirlas a tiempo y de realizar los cálculos
pertinentes nos ponen en desventaja frente al firme entramado de causas
y efectos; por eso, nuestro conocimiento debe consolarse con
especulaciones probables, por momentos intuitivas, por momentos
basadas en múltiples observaciones y mediciones. Se entiende que las
50 Antecedentes de la idea de causalidad
segundas son más dignas de crédito que las primeras, pero estás son
nuestras primeras sospechas y, por eso, el motor de nuestros
conocimientos.
De todos modos, al fin y al cabo, este desfasaje entre
conocimiento y realidad es lo que da sentido y motivación al científico.
El conocimiento científico busca constantemente dilucidar la trama
causal del universo. Mediante la elaboración de leyes como enunciados
acerca del acaecer fenoménico, el científico intenta describir lo que
ocurre detrás de ellos y qué es lo que condiciona necesariamente este
acaecer. La predicción es el mejor termómetro. Supóngase que a un
estado actual de hechos se le aplica una ley física recientemente
descubierta, y esta permite formular racionalmente un pronóstico de un
estado futuro. Si tal estado se diera de hecho en el futuro tal como había
sido previsto, se puede estar bastante seguro acerca de la verosimilitud
de tal ley. De esta manera imitamos al demonio de Laplace que conoce
los estados futuros del sistema a partir de un estado presente.
* * *
Desde Laplace en adelante durante el siglo XIX no se hizo otra
cosa que ahondar en las notas que la física de Laplace planteaba con
respecto al mundo. Son tres: determinismo, continuidad y
predictibilidad. El determinismo como estructura ontológica del
universo. Las cadenas causales son invariables desde los comienzos del
universo hasta el fin. Todo lo que ocurre es lo que se encontraba de
alguna manera en todo lo que ocurrió, y lo mismo con lo que ocurrirá.
La continuidad física y espacial que se encontraba principalmente
en la teoría medieval del ímpetus, implicaba el contacto de un cuerpo
motor con el cuerpo móvil y el traspaso de cierta cualidad. Poco a poco
la influencia de un cuerpo sobre otro mediante el contacto físico fue
perdiendo fuerza en virtud de las evidencias de la acción a distancia
cuyo principal ejemplo era la gravedad. Sin embargo, la continuidad
temporal y espacial siguió siendo un prerrequisito de toda afirmación
científica. Movido por el contacto de otro o por atracción de un objeto
lejano, un cuerpo debe recorrer metro a metro, centímetro a centímetro
la distancia que los separa. Además el estado del universo en un preciso
Antecedentes de la idea de causalidad 51
instante se sigue de un instante inmediatamente anterior y precede a uno
posterior. Se admitía la continuidad del tiempo.
Por último, estas dos notas, unidas a la capacidad de traducir los
fenómenos físicos en términos matemáticos mediante la medición,
promovida desde Galileo en adelante, permiten realizar pronósticos y
predecir fenómenos futuros. En tanto eso se lograra, la ciencia ya tenía
su norte y su camino marcado, solo había que recorrerlo.
Continuidad y predictibilidad son las notas que caracterizan al
determinismo. Esta filosofía se transformó en una premisa para la
ciencia en adelante. Pero el determinismo oculta una metafísica de
fondo, una concepción acerca de la naturaleza del vínculo causal. En el
subsuelo del mundo los enlaces causales son absolutamente rígidos e
inmutables. Cada instante está predeterminado por el instante anterior,
y determina completamente al siguiente. Es la tarea de los físicos
dilucidar esa trama.
52 Ruptura del paradigma determinista
Capítulo 2. Ruptura del paradigma determinista
2.1. Breve biografía de Pascual Jordan
Ernst Pascual Jordan nace en Hannover, Alemania el 18 de
octubre de 1902. Sus padres siempre estuvieron inmersos en el mundo
de la cultura. Su padre, también llamado Pascual 38 , era pintor y
enseñaba arte en la Technische Hochschule en Hannover. Su madre,
Eva Fischer, supo inculcar la curiosidad por la naturaleza en el pequeño
Pascual.
Si bien no siempre quiso dedicarse a la ciencia, fue desde muy
joven que se manifestó una fuerte vocación científica que lo acompañó
toda su vida. Sus primeros intereses pertenecieron al área de la biología
aunque las teorías evolucionistas que aprendía se contraponían
peligrosamente con la fe recibida de su padre, mediante la cual estaba
más inclinado a creer la interpretación literal del relato del Génesis que
a las interpretaciones materialistas derivadas del evolucionismo
científico de Darwin y Lamarck.
Poco a poco durante su adolescencia sus creencias van girando
hacia el lado opuesto. El primer paso fue el convencimiento de que no
había contradicción entre el relato bíblico y las teorías científicas de la
evolución. Un profesor de religión lo convenció de que uno no se
convertía ipso facto en ateo si admitía la verdad de las teorías científicas
(R. H. Beyler 1994, 28). El paso definitivo hacia el ateísmo filosófico
lo da impulsado por el libro de F. A. Lange: Geschichte des
Materialismus; por él rechaza finalmente toda interpretación vitalista y
se entrega al más crudo materialismo. Sin embargo, su ateísmo no dura
mucho, pues curiosamente el encuentro con la física cuántica lo
“conecta con las ideas de su infancia” (R. H. Beyler 1994, 29) y vuelve
a tomar el camino de la fe.
38 Según sus biógrafos el nombre “Pascual”, muy poco común en Alemania, era un
nombre de familia que provenía de un antepasado soldado español que había luchado
con Napoleón estableciéndose en Alemania después de su retiro.
Ruptura del paradigma determinista 53
Durante sus años en el Gimnasium se interesa por matemática
aplicada y al final de sus años de escuela se ve atraído por la posibilidad
de los viajes al espacio mediante la propulsión por cohete. En 1921
entra en la universidad de Hannover donde enseñaba su padre, y allí
estudia matemática y física. Entra en contacto con las ideas positivistas
de Mach, y se inclina por el estudio de la física para resolver el aparente
conflicto que el pensamiento de Mach presentaba con respecto a la
teoría atómica. La física sería en adelante su disciplina predilecta.
En 1922 se transfiere a la Universidad de Gotinga, allí, además
de física estudia matemáticas y zoología. En esta universidad tiene la
oportunidad de asistir en sus investigaciones a Max Born y a otros
maestros de la física alemana de su tiempo, y su progreso le va ganando
el respeto de otros físicos conocidos como Heisenberg, Pauli y
Oppenheimer. En 1924 escribe su tesis doctoral sobre los cuantos de
luz.
Un año después, trabajando con su maestro Max Born y su colega
Werner Heisenberg, logran desarrollar una reformulación más precisa
de la estructura cuántica del átomo, llamada mecánica de matrices39.
Junto con otras formulaciones contemporáneas (como la formulación
de la mecánica ondulatoria de Schrödinger, o la formulación de Dirac
en términos de “q-numbers”) formaron una teoría unificada, la teoría de
la transformación estadística (Beyler 1994, 2 y 1996, 258).
Presenta su trabajo de habilitación en Gotinga en 1926 (publicado
en febrero de 192740). Este trabajo, según algunos biógrafos, conduce a
Heisenberg a su formulación del principio de incertidumbre (Beller
1985). Desde 1927 a 1928 trabaja en la teoría cuántica de campos y este
último año toma la cátedra de W. Pauli en Hamburgo como asistente y
39 Heisenberg había publicado un importante trabajo en el verano de 1925 luego del
cual, Born notó que “las reglas que Heisenberg introdujo para la multiplicación de las
variables mecánico-cuánticas eran las mismas del álgebra de matrices” (R. H. Beyler
1994, 31), de ese modo emprendieron la tarea de reformular la teoría con ese
formalismo matemático. Cfr. Heisenberg 1975, c. 5.
40 Traducido al inglés por R. Oppenheimer y publicado en la revista Nature en abril
de ese mismo año (Jordan 1927).
54 Ruptura del paradigma determinista
recibe el título de profesor aunque manteniendo la posición y la paga
propia de un asistente.
En septiembre de 1929 acepta la convocatoria para ser profesor
extraordinario de Física teórica en Rostock al norte de Alemania.
Rostock era una pequeña ciudad con su Universidad donde no había
casi movimiento intelectual en el área de la física. Jordan vivió este
llamado como un “exilio intelectual” (R. H. Beyler 1994, 35). Jordan
era tartamudo y eso le causó algunos problemas en su carrera
académica41. A pesar de que desde Gotinga y Hamburgo recomendaban
a Jordan afirmando que este defecto no interfería para nada en sus
aptitudes docentes, en Rostock fue calificado en segundo lugar.
En 1930 contrae matrimonio con Hertha Stahn y tienen dos hijos:
el primero, de nombre Pascual, de acuerdo con la tradición familiar y
Michael, nacido 5 años después.
Jordan era un conservador nacionalista muy implicado
políticamente. Su compromiso social inclinado claramente hacia la
derecha lo llevó a afiliarse al partido nacional socialista alemán (NSDP)
en el año 1933. Previamente había estado afiliado al partido nacional
popular alemán (DNVP), un partido que representaba al sector
conservador antirrepublicano y pangermanista.
Durante los años del ascenso del partido nazi al poder, escribe en
el periódico mensual Deutsche Volkstum publicado por la Hanseatische
Verlagsanstalt 42 una serie de artículos bajo el seudónimo “Ernst
41 Su tartamudismo fue un problema siempre. En 1930 comienza psicoterapia para
afrontar esta dificultad (R. H. Beyler 1994, 36).
42 La Hanseatische Verlagsanstalt (HVA) Editorial Hanseática era una editorial que
surgió de una organización nacionalista alemana, la Deutschnationaler
Handlungsgehilfen-Verband (Federación de acción colaboracionista de la nación
alemana - DHV), cuya ideología combinaba los valores de seguridad económica, anti-
marxismo, nacionalismo tradicionalista y un relativamente abierto anti-semitismo.
Fue una de las organizaciones laboristas no marxistas más grandes de la historia de
Alemania. Esta editorial publicaba una revista mensual, el Deutsches Volkstum
(Folklore o Popularidad alemana), en la que se reflejaban los valores sostenidos por
Ruptura del paradigma determinista 55
Domeier” en los que habla sobre varios temas: 1) trata acerca del
problema suscitado en la educación en virtud de la tendencia a la
despersonalización con motivo del aumento del número de estudiantes
en las escuelas (R. H. Beyler 1994, 209); 2) reflexiona sobre la
tecnología y el armamentismo, Jordan ve que la tecnología tiende
naturalmente a ponerse violenta y destructiva (R. H. Beyler 1994, 219);
3) en estos artículos se esconde una religiosidad pesimista. Según
Jordan la religión fue dando concesiones a la ciencia, y terminó en una
religiosidad “rebajada”. Una religiosidad que se reducía a promover el
pacifismo y la idea de una vida sin sufrimientos, era la religiosidad
entendida como una mera moral y ceñida a la beneficencia social. Lo
que hay detrás es el olvido de la verdad fundamental de que este mundo
es un “valle de lágrimas” y que la guerra y la violencia son males
necesarios de esta vida a través de los cuales el Padre Dios nos lleva a
su Reino (R. H. Beyler 1994, 222).
Muchas de sus ideas políticas quedaron plasmadas en esa revista,
y otras resurgieron, bajo su propio nombre, en un libro llamado
Physicalisches Denken in der neuen Zeit, publicado en 1935.
En este libro Jordan habla de los beneficios aportados por la
ciencia moderna a la técnica militar. Su tesis era que el poder de
destrucción del armamento tecnológico marcaba el valor de la ciencia,
a mayor poder de destrucción. De hecho, la ciencia del siglo XX había
descubierto la energía atómica y de allí sería posible extraer un inmenso
y terrible poder. La guerra era, para Jordan, la única manera de generar
nuevas situaciones históricas, era el mismo motor de la historia. Y, dado
que todas las naciones deben ocuparse de “sus guerras”, la preparación
para ellas era el aporte más importante de la ciencia de ese momento
la DHV. Algunos lectores famosos de este periódico fueron Oswald Spengler (autor
de La decadencia de occidente), Ernst Jünger, Arthur Möller van der Bruck, Carl
Schmitt, Hans Freyer. El editor era Wilhelm Stapel, un conservador alemán que quería
resaltar los valores del pueblo alemán. Era antisemita pero no violento (aunque distaba
mucho de ser pacifista), tampoco solía oponerse a los valores artísticos y culturales de
otros pueblos. Esta actitud le ganó la antipatía de la SS, que culminó con su separación
de la dirección de la editorial en 1938 (desde entonces estuvo vinculado al círculo que
intentó asesinar a Hitler en 1944).
56 Ruptura del paradigma determinista
(R. H. Beyler 1994, 252). De todos modos su visión no es en absoluto
una mirada pragmática del saber científico. Entiende que el
investigador no debe estar presionado por las necesidades prácticas que
puedan brotar de las investigaciones “uno no debe ir a buscar manzanas
si el fruto no está maduro”. Lo que se estaba dando en ese momento
entre la ciencia y el estado militarizado era una feliz coincidencia.
Además en esa obra critica duramente la visión mecanicista de la
ciencia –representada en el pensamiento de Ernst Haeckel– porque esta
conduce al anticlericalismo, el materialismo y la sociedad entendida
como lucha de clases. En los tiempos que corrían estas cuestiones no
estaban en manos de una pequeña elite de intelectuales sino que había
salido a las calles y conquistado al pueblo, por eso velar por las
conclusiones a las que se arribaran era velar por el bien del pueblo.
Durante estos años Jordan debió moverse en el laberinto
complicado de tensiones de poder que era el mundo intelectual de la
Alemania nazi. Por un lado estaba la moderna física cuyos pilares eran
la física cuántica y la teoría de la relatividad –no se debe olvidar que
muchos de los grandes forjadores de la nueva física eran judíos como
Wolfgang Pauli o Albert Einstein. Por otro, “la física alemana”
(deutsche Physik) cuyas cabezas fueron Philipp Lenard y Johannes
Stark, aunque Jordan sostiene un fuerte debate con Hugo Dingler como
representante de esta línea (Wise 1994, 248-250, Beyler 1994, 236-
242). Los intereses del partido (el antiliberalismo y el anticomunismo),
la política tecnológica alemana, el positivismo en sus versiones
materialistas, el fisicalismo en biología y su reduccionismo mecanicista
y el movimiento organicista holista, configuraban un escenario a la vez
complicado y peligroso para la toma de posiciones. Y si bien estuvo
políticamente protegido en virtud de su voluntaria afiliación al partido,
y su conocido espíritu conservador, muchas veces se vio bajo fuego
cruzado especialmente por su abierta oposición al rechazo de la “física
judía” por parte de la “física alemana”43, por su posicionamiento en la
43 Jordan consideraba que las ideas científicas no pertenecían a un determinado
pueblo, más bien las consideraba como si fueran patrimonio común de la humanidad.
Ruptura del paradigma determinista 57
línea del pensamiento organicista en biología, por su interpretación
cuántica de los fenómenos biológicos (Wise 1994, 244-247).
Sin embargo, en todos estos años sus intereses políticos no
mermaron ni empañaron su dedicación a la ciencia física. Al contrario,
su estudios estuvieron centrados no sólo en cuestiones de física cuántica
sino también en biología. Ya entre 1930 y 31 lleva una conversación
epistolar con Niels Bohr acerca de la aplicación de la teoría cuántica en
biología y en psicología44.
En 1932 publica la revista Naturwissenschaften un artículo sobre
biología cuántica en el cual expone la teoría de los amplificadores (“Die
Quantenmechanik und die Grundprobleme der Biologie und
Psychologie”)45. La tesis principal era que las afecciones causadas en
determinados puntos microfísicos del viviente eran “amplificadas” por
efecto en avalancha y tenían sus efectos emergentes en el ámbito
macrofísico. Dado que consideraba que el determinismo causal estaba
ligado necesariamente al materialismo y a la metafísica, debía
combatirlos como fundamento del materialismo dialéctico del
comunismo o el mecanicismo propio del liberalismo.
La indeterminación cuántica que había sido planteada por Jordan
y luego elaborada y trasmitida al público en la forma del principio de
incertidumbre por Heisenberg implicaba la negación del determinismo
causal de la física clásica en el ámbito atómico. La teoría de los
amplificadores fue el medio del que se valió Jordan para extrapolar el
Sin embargo, sí utilizó la acusación anti-semita (que consistía en denunciar a las
autoridades aquellos vínculos que una persona haya tenido con los judíos) contra sus
enemigos, principalmente si este pertenecía al partido. Esto fue lo que ocurrió con
Hugo Dingler (Wise 1994, 249-250).
44 Hubo acuerdo en la tesis principal: la complementariedad cuántica puede ser un
principio aplicable a otros saberes. Sin embargo, la interpretación de Jordan era para
Bohr demasiado reduccionista (R. H. Beyler 1996, 262).
45 Según Beyler está “era menos una teoría concreta que un modelo heurístico de los
fenómenos biológicos como trazos macrofísicos o amplificaciones de eventos
microfísicos” (R. H. Beyler 1994, 108).
58 Ruptura del paradigma determinista
indeterminismo cuántico al mundo macrofísico descartando de una vez
por todas –y no ya sobre bases filosóficas sino sobre el sólido
fundamento de la experiencia– la metafísica materialista determinista.
En 1934 se alinea con la corriente organicista de Bertalanffy y
Meyer-Abich en su interpretación del viviente46. Esto le acarrea no
pocas enemistades, por un lado desde el campo positivista del Círculo
de Viena, por otro desde el mismo campo organicista algunos no veían
con buenos ojos su negación de la causalidad para los fenómenos
microfísicos (p.ej. Bleuler). El imperativo organicista implicaba que la
biología sea una ciencia autónoma pues los fenómenos biológicos eran
irreducibles a sus instancias físico-químicas. En este sentido y a pesar
suyo, Jordan parecía estar contrariándolo, aunque su intención era otra:
el reduccionismo era para él una de las caras del materialismo.
Materialismo significaba metafísica y determinismo, las tres cabezas de
la hidra que había que cercenar. Pero el determinismo sostenía que los
fenómenos naturales se seguían unos a otros de acuerdo con una rígida
sucesión causal, tesis que había sido suficientemente refutada por la
evidencia experimental recogida por los físicos contemporáneos desde
Planck en adelante.
Todas estas reflexiones encuentran un ámbito para la discusión en
las conferencias que tuvieron lugar en Copenhague durante el mes de
junio47 a las que asistieron junto con Heisenberg invitados por Bohr. La
situación política en Alemania era compleja y ambos tuvieron que
reportarse al partido a su regreso. Jordan había sido nombrado profesor
ordinario en Rostock en enero de ese mismo año.
En 1939 tres días antes del comienzo de la guerra, se alista como
voluntario en las fuerzas armadas. Durante la guerra trabaja en el
46 Formalmente esta toma de posición se encuentra en su artículo
“Quantenphysikalische Bemerkungen zur Biologie und Psychologie” Erkenntnis 4
(1934), 215-252.
47 Se trata de las Conferencias sobre problemas corrientes de la Física, que tiene su
sede en el instituto fundado por Bohr y luego el II Congreso Internacional para la
unidad de la Ciencia.
Ruptura del paradigma determinista 59
servicio meteorológico de la Luftwaffe, y luego en la oficina de
investigaciones de la Kriegsmarine. Sus destinos fueron: Base aérea de
Schwerin, Hamburg-Fuhlsbüttel (hasta el verano de 1940), Bremen-
Neuenlanderfeld (hasta noviembre de 1942), luego estuvo muy poco
tiempo en un escuadrón de entrenamiento en Greifswald, pasó el centro
de investigación en cohetes en la isla de Peenemünde, y también en la
estación de investigación antiaérea de Karlshagen. En 1943 recibe su
transferencia a Berlín.
La postura de Jordan durante la Guerra se podría resumir de esta
manera:
Sus propias maniobras profesionales durante los años de la guerra no
fueron las de un fanático superpatriota o los de un verdadero creyente
en el nazismo que estaba deseoso de sacrificar todo por la causa; fueron,
en cambio, las movidas de un físico que quería ampliar sus intereses de
investigación tanto como fuera posible dentro de las limitaciones del
tiempo de guerra. (R. H. Beyler 1994, 268)48.
Veía una relación beneficiosa mutua entre el estado nazi y los
aportes de la ciencia contemporánea no solo en el campo tecnológico-
militar sino también en la lucha contra el materialismo marxista y el
liberalismo.
En 1943 Recibe la Medalla Planck de parte de Deutsche
Physikalische Gesellschaft y al año siguiente sucede a von Laue en la
Universidad de Berlín, aunque nunca llega a ejercer allí como profesor
(R. H. Beyler 1994, 36). El avance de los aliados sobre esa ciudad hizo
que fuera evacuado hacia Göttingen hacia el final de la guerra.
Con el fin de la guerra y del régimen nazi es removido de su cargo
como profesor ordinario en Rostock en 1945 y permanece inactivo
hasta dos años después. Entonces ayudado por sus amigos físicos,
48 “His personal professional maneuvers in the war years were not those of a fanatical
superpatriot or a true believer in Nazism who was willing to sacrifice all for the cause;
they were, rather, the moves of a physicist who wanted to further his research interests
as much as possible within the constraints of wartime”.
60 Ruptura del paradigma determinista
especialmente por Pauli y luego de un proceso de “desnazificación”
logra entrar como profesor invitado en Hamburgo. Durante la época de
su profesorado en Hamburgo cambia el foco de sus investigaciones de
la biofísica a la cosmología y el álgebra abstracta (R. H. Beyler 1994,
483) debido a que sus principales ideas en materia de biología perdían
vigor frente a las nuevas teorías. Sin embargo, nunca abandonó estas
áreas de investigación completamente pues eran los pilares desde los
cuales había formado su pensamiento acerca del mundo.
Desde 1948 en adelante se dedica a la divulgación de su
pensamiento tanto para un público académico como también para los
legos. Mediante conferencias, congresos, reflexiones radiales y
entrevistas expone su visión del mundo centrado en las cuestiones que
lo acompañaron siempre. El eje de su pensamiento se resume en dos
ideas fuerza: 1) La historia de la cultura europea se reduce a la historia
de la lucha entre la cosmovisión cristiana y la materialista. Y, después
de haber descubierto el trasfondo indeterminista de la materia, la ciencia
tenía mucho que decir a favor del cristianismo (R. H. Beyler 1994, 484).
2) Tres binomios conceptuales resumen esta lucha: totalitarismo contra
libertad; ideología contra ciencia; irreligiosidad contra creencia49.
En 1953 cuando acaba su mandato como profesor invitado en
Hamburgo, adquiere el cargo de profesor ordinario solicitado por sus
alumnos50. Allí permanecerá hasta su retiro en 1971. En 1954 estuvo
cerca de compartir el premio nobel con Max Born pero su pasado nazi
pesó en la decisión final dejándolo afuera.
Su personalidad y su carácter conservador lo hicieron ser siempre
un hombre muy preocupado por su país, y por eso siempre se mantuvo
ligado a la política a pesar de que eso le había traído dificultades en el
49 Tenía la propensión de formular las cuestiones en binomios diametralmente
opuestos: por ejemplo, metafísico – positivista, determinista – indeterminista, causal
– acausal, clásico – cuántico, macrofísico – microfísico, masivo – individual,
mecánico – orgánico, reduccionista – no-reduccionista (R. H. Beyler 1994, 480).
50 Según ellos, Jordan tenía la habilidad de hacer comprensibles los principios de la
física a los alumnos de cualquier facultad (R. H. Beyler 1994, 486).
Ruptura del paradigma determinista 61
pasado. En varias oportunidades sus colegas físicos le habían sugerido,
sin éxito, alejarse de la política o mantener sus opiniones en el ámbito
privado. A pesar de ello fue vice-presidente (1949-1963) y luego
presidente (1963-1967) de la Academia de Ciencias y Literatura en
Mainz, y en 1957 entra como miembro del parlamento por la
Democracia cristiana.
Uno de los motivos que lo llevó a conseguir este cargo fue el
episodio llamado “la controversia de los dieciocho de Göttingen”.
Adenauer había propuesto incluir bombas nucleares en sus arsenales
con el propósito de estar más armados que Alemania del este. Dieciocho
físicos conocidos (entre los cuales se contaban Heisenberg y Born)
escribieron un manifiesto en el que se negaban públicamente a trabajar
en las investigaciones necesarias para confeccionar el armamento.
Jordan criticó duramente el manifiesto diciendo que manifestaba una
posición demasiado ingenua. Esto le valió la ira de sus colegas
científicos y el apoyo de la Unión Democrática Cristiana (R. H. Beyler
1994, 489). Este partido lo agregó a su lista representando a Baja
Sajonia y así forma parte del parlamento desde 1957 a 1961.
Es cierto que Pascual Jordan no fue un intelectual cuya influencia
se perciba en las ideas actuales de la ciencia, la tecnología o la religión,
ni siquiera fue muy prestigioso en la Alemania de su época. Sin
embargo, fue un perfecto espejo de las diferentes líneas culturales que
allí se dieron. La guerra fría fue sin duda una guerra ideológica (sin
desmerecer los enfrentamientos armados que existieron en diversos
países) entre el comunismo y el capitalismo liberal representado por los
Estado Unidos. Jordan, portador de la cultura (Kulturträger51), asume
muchas de las líneas de pensamiento surgidas en su siglo, y logra una
51 Esta expresión no sólo significa “portador” sino también “patrocinador”. En este
sentido también debe llamárselo a Jordan dado que no solo fue un fiel representante
de lineamientos culturales de su época sino más bien un intelectual preocupado de
llevar su mensaje fuera de la academia. Jordan dedicó mucho tiempo de su vida a dar
conferencias y entrevistas en la radio y en los periódicos, a publicar obras de carácter
divulgativo en las que esboza todo su pensamiento partiendo de los hallazgos de la
física cuántica.
62 Ruptura del paradigma determinista
extraña síntesis aparentemente imposible entre perspectivas
supuestamente antagónicas: la negación de la metafísica junto a un
espíritu religioso casi apologético, un militante conservadurismo de
derecha a la vez que perteneció al grupo de científicos alemanes que
preferían permanecer lejos de la política, la visión organicista del
fenómeno “vida” al tiempo que intentó explicarla mediante el recurso a
los últimos descubrimientos de la física.
En el año 1971 se retira de la docencia, y muere en Hamburgo el
día 31 de julio de 1980. Era un hombre de personalidad pacífica pero
firme, aunque algo insegura. El afán de preservar los valores nacionales
y vigilar por el bien de su patria, especialmente el de evitar que caiga
bajo el yugo comunista, fue su divisa. El comunismo era un peligro no
tanto por la negación de la propiedad privada sino por la anulación de
la libertad individual, el odio contra el espíritu religioso, y la
implantación de una igualdad indiferenciada en la sociedad. Los nuevos
horizontes de la física fueron hallazgos que trascendían la misma física,
implicaban para él una verdadera nueva cosmovisión. La
indeterminación cuántica actuando en las entrañas de la realidad daban
razón, precisamente, de la libertad interior del hombre, de la acción
libérrima de un Dios preocupado por mover cada partícula creada al
lugar preciso y en el momento preciso, lejos de la capacidad
adivinatoria del hombre, y por último, daba razón también de la
constitución fisiológica de los seres vivientes compuestos de centros
especiales de comando a partir de los que el viviente como un todo era
gobernado. El viviente no podía ser homogéneo. La sociedad tampoco.
En virtud de estos ideales optó muchas veces, prefiriendo la
política y la divulgación científica, más que la acrisolada inmanencia
del mundo académico en el que solo podría mostrar sus aportes y su
cosmovisión a un puñado de entendidos. Su misión no fue sólo “hacer
cultura” –aunque bien se sabe que hizo sus aportes personales a la
ciencia–, su misión fue, más bien, “llevar cultura”, trasmitirla a los
alemanes y por ellos al mundo. Su mirada científica no podía acabar en
el laboratorio ni en la formulación de las leyes de los fenómenos
observables; ni siquiera podía culminar en una teoría más o menos
Ruptura del paradigma determinista 63
universal. La verdad científica era para él realmente la verdad, la
realidad, no formaba junto a la política o la vida privada, el arte, etc.
compartimentos estancos. La ciencia habla sobre la realidad misma y
por eso debía traspasar las fronteras del mundo académico y llegar a las
masas. Ese fue sin duda uno de los objetivos principales de su vida.
Intentaré en los siguientes capítulos, mostrar sus puntos principales.
2.2. El descubrimiento de los fenómenos acausales
Los experimentos realizados por los físicos del siglo XX pusieron
de manifiesto el comportamiento del átomo, y al hacerlo, descubrieron
que las propiedades que los movimientos de los cuerpos del mundo
macrofísico no se dan en el submundo de las partículas elementales.
Esta situación produjo tres fracturas en el escenario que se tenía del
mundo hasta ese entonces. Ese mundo físico tan bien descripto por
Newton y tantos otros mostraba fundamentalmente tres propiedades: a)
era un mundo continuo, b) la regularidad que mostraban los fenómenos
permitía al científico realizar predicciones, c) el científico sólo debía
abocarse a describir cuáles eran los productos de sus observaciones y
con sus anotaciones lograba hacerse una imagen objetiva de la realidad,
una imagen de una realidad independiente del observador.
En este apartado enumeraré las tres fracturas realizadas en la
cosmovisión física heredada a principios del siglo XX de la mano de la
física del siglo anterior. Si para los físicos del siglo XIX el mundo era
continuo, la nueva física descubre la discontinuidad en el fondo de la
realidad. Si para aquellos el entramado causal era lo suficientemente
rígido como para prever lo que iba a ocurrir en el futuro a partir de las
condiciones iniciales, para estos esta capacidad de predicción se volvió
impracticable en los niveles inferiores al átomo. Si para aquellos, por
último, el conocimiento científico era un conocimiento tan perfecto que
lograba abstraer el objeto de conocimiento de todo el bagaje subjetivo
del científico (bagaje que sin duda para estos autores era un defecto
insalvable del que padecían otras disciplinas como la filosofía o la
teología), los nuevos experimentos científicos manifestaron claramente
que nunca puede un observador observar la realidad sin modificarla.
64 Ruptura del paradigma determinista
Si estas tres fracturas acabaron con la cosmovisión física del siglo
XIX fue fundamentalmente porque estas tres propiedades derribadas
tenían para los físicos antiguos una única raíz: la causalidad. En este
apartado se intentará demostrar que al impugnar, con fundamento
empírico, las propiedades físicas de los movimientos naturales fue para
muchos poner en cuestión el principio de causalidad.
Los nuevos descubrimientos realmente motivaron una
revolución, y Jordan fue parte de ella. Supongamos, dice Jordan, que
un zoólogo descubre un continente nuevo (p.ej. Oceanía), y allí observa
extraños animales que debe describir. No puede usar para referirse a
ellos los mismos nombres que usaba para los ya conocidos, como
‘cabra’, ‘vaca’, ‘caballo’, sino que deberá usar una serie de términos
que significan propiedades ya conocidas que se dan en cada nuevo
animal (por ejemplo, decir que es un animal con pelo, que tiene un pico
similar al de un pato, que es un cuadrúpedo y tiene patas palmeadas,
etc.), además deberá inventarle un nombre al insólito animal:
ornitorrinco. De la misma manera les sucedió a los físicos. El mundo
que encontraron en el nivel microfísico no era igual al macrofísico pero
de dimensiones más pequeñas sino que era un mundo completamente
distinto. Los elementos que lo componían no eran “cuerpos
pequeñísimos” ni “ondas inmensamente pequeñas” sino entes nuevos
dotados de propiedades que en parte recuerdan las de un corpúsculo y
en parte las de una onda. Por eso, los físicos tuvieron que explicitar
estas propiedades y “bautizar” estas entidades (Jordan 1954, 20).
El mundo descubierto era totalmente nuevo. En él, por ejemplo,
no se podía hablar de continuidad. Cuando se trata de la energía que un
cuerpo le transfiere a otro, se estaba acostumbrado a pensar que esa
energía se trasmitía en cantidades continuas, esto es, que un cuerpo
podía absorber de otro una cantidad precisa o una parte cualquiera de
tal cantidad. Sin embargo, en el mundo cuántico:
El electrón ha de poseer una determinada cantidad mínima de energía
para que el átomo pueda absorberla en su sistema interno y, en ese caso,
recoge del electrón toda esa energía y nunca sólo una parte. Si la energía
cinética del electrón es un poco mayor que este mínimo, el átomo
Ruptura del paradigma determinista 65
retirará siempre del electrón que choca con él (si es que retira alguna
cantidad) únicamente ese mínimo exacto de energía. Si el electrón
posee una energía mayor, el átomo puede absorber en el choque ciertas
cantidades mayores (definidas) de energía. En el sistema macrofísico,
el contenido energético es una magnitud que puede variar de modo
continuo, pero, en el átomo, ese contenido no es capaz de un cambio
continuo. En su lugar, tenemos determinados «niveles de energía» para
el átomo (Jordan 1953, 93).
De acuerdo con el estado de la cuestión hacia la primera mitad del
siglo XX, el átomo era considerado como un cuerpo que constaba de un
núcleo cargado positivamente en torno al cual orbitaban los electrones
cargados negativamente. Los electrones ocupaban una serie de niveles
energéticos y podían pasar de un nivel inferior a otro superior si
eventualmente eran “inyectados” con una dosis de energía. Luego,
volverían a recuperar su nivel anterior emanando la misma dosis de
energía. Lo que descubrieron los físicos, con Planck a la cabeza, fue
que esa “dosis” de energía nunca podría darse a medias, se da completa
o no se da. Esto significó que la trasmisión de energía de un átomo a
otro no es continua, de a partes siempre divisibles, sino de a pequeñas
cantidades discretas llamadas “cuantos” que tienen una medida
proporcional a la constante de Planck. Durante mucho tiempo se había
pensado que la naturaleza no hacía saltos, pero…
“un cambio de estado mediante el cual un átomo se desplaza desde uno
de sus niveles posibles de energía a otro, representa un proceso
elemental discontinuo, un «salto cuántico». ¡La naturaleza sí da saltos!”
(Jordan 1953, 94).
El descubrimiento de la discontinuidad de la energía puso en
jaque la concepción que se tenía del mundo en el que reinaba hasta ese
entonces la continuidad.
A esta primera fractura se le agregó otra. En el mundo macrofísico
estamos acostumbrados a observar regularidades en los fenómenos.
Estas regularidades son las que nos permiten, mediante la inducción,
66 Ruptura del paradigma determinista
obtener leyes generales acerca de ellos y en base a ellas predecir estados
futuros. Así, si se pone una sustancia determinada, en condiciones
precisas y controladas y se actúa sobre ella siguiendo las leyes
conocidas que rigen tal evento, se obtiene una reacción esperable.
Cada vez que un planeta llega a la misma distancia del sol, se le ve
imprimir siempre exactamente la misma aceleración. Se da
diferentemente en el átomo: ubicado frecuentes veces en condiciones
exactamente idénticas, un átomo se comporta en general diferentemente
en un caso que en el otro. Si la experiencia es repetida con una
frecuencia suficiente, reaccionará frecuentemente de la misma manera;
pero él posee diversas posibilidades de reacción – y si nosotros
repetimos una vez más una experiencia ya hecha a menudo, no podemos
predecir cuál de las reacciones posibles se producirá esta vez (Jordan
1959, 226-227).
La capacidad de predecir fenómenos se considera uno de los
criterios más acertado de verosimilitud de las teorías científicas. Sin
embargo, en el mundo microfísico descubierto por la física nueva esta
capacidad quedó definitivamente anulada. Los átomos y las demás
partículas subatómicas no se comportan de manera esperable sino
tomando posiciones y velocidades espontáneas no susceptibles de ser
predichas a partir de la situación previa en la que se encontraban. En el
mejor de los casos uno podría determinar mediante estadísticas el
porcentaje de probabilidad que rige las diferentes reacciones de una
partícula. Pero un conocimiento estadístico no es un conocimiento
cierto y la amplitud de las probabilidades hace que sólo sepamos qué
probabilidad hay de que una partícula se encuentre en determinada
posición luego de un movimiento.
El ejemplo del radio explica muy bien esta idea. El radio (Rd) es
un elemento inestable que en estado natural se va degradando; esto
significa que los átomos de radio eyectan sus partículas al exterior
espontáneamente. Un miligramo de radio tarda cerca de 2300 años en
desintegrarse, pero no se puede saber cuánto tardará en hacerlo un único
átomo de este elemento ni en qué momento preciso lo hará.
Ruptura del paradigma determinista 67
Tenemos todavía mejores razones para estar persuadidos de que no
podría quejarse el físico de esta incapacidad: cualesquiera que sean los
perfeccionamientos futuros de nuestros conocimientos, jamás ningún
físico estará en condiciones de predecir la suerte de un átomo de radio.
El carácter más o menos precoz o tardío de la desintegración de uno o
de otro de los átomos de radio no reposa sobre ninguna desemejanza
existente desde ahora entre estos dos átomos (siendo uno quizás “más
joven” o “más viejo”): nos encontramos simplemente, en este caso,
delante de una carencia de nociones habituales de objetividad causal,
de causalidad. No hay ninguna causa, identificable al momento
presente, para que los dos átomos se comporten diferentemente en lo
sucesivo. (Jordan 1959, 63)
No se puede observar en los átomos signos de la degradación sino
sólo en el pedazo de radio en su conjunto. Cada átomo de radio, lejos
de degradarse paulatinamente, lo hace subrepticiamente de un momento
a otro y sin un aparente motivo que permita pronosticar su
desintegración.
Cuanto más se adentraba el físico en el mundo de los átomos,
tanto más descubría que el comportamiento de estos no era el esperado.
Parecía que allí las cosas no estaban gobernadas por las mismas leyes
que gobiernan los movimientos del mundo macrofísico. La estadística
sólo obtenía conclusiones acerca de un gran número de átomos pero
ninguna acerca de uno solo.
La discontinuidad y la impredictibilidad de los sucesos del mundo
microfísico son los pilares en los que se asienta el indeterminismo
físico. El indeterminismo se contrapone al determinismo del siglo XIX
cuyo principal exponente fue Laplace. Los físicos de ese siglo habían
llegado a pensar que dado el estado de un sistema en un determinado
momento, las relaciones entre las fuerzas y los movimientos de las
partículas eran tales que de ellas dependía el futuro desenvolvimiento
del sistema (y así también el pasado en cuanto que provenía de un
estado antecedente determinado). Sólo hacía falta tener la capacidad de
medir y calcular suficientes como para poder deducir todo lo que
ocurrió, lo que ocurre y lo que ocurrirá. Si bien esta prerrogativa es
68 Ruptura del paradigma determinista
imposible para una mente humana, el solo hecho de que haya sido
postulada como posible habla mucho de la concepción que se tenía en
aquellos tiempos sobre la naturaleza del mundo. La nueva física
indeterminista obligó a los científicos plantear una nueva concepción
del mundo.
Los planteamientos deterministas encontraron también
dificultades para dar cuenta del proceso de medición en el mundo
microfísico. La medición es el proceso por el cual el científico
transforma los fenómenos observables en valores numéricos; de este
modo obtiene los datos con los que trabajará. Ahora bien, para medir es
preciso valerse de un instrumento de medida. En el mundo macrofísico
existen el metro, la balanza, el termómetro, etc. Mediante estos
instrumentos se obtienen los valores numéricos que expresan las
relaciones observadas en los fenómenos naturales estudiados. Sin
embargo, el instrumental de medida ejerce una influencia, aunque sea
muy pequeña, sobre el objeto medido. Piénsese en la aplicación de un
termómetro a un líquido en ebullición: el mismo termómetro tiene una
determinada temperatura de inferior valor a la del líquido, por eso, al
sumergirlo se equilibrarán térmicamente las temperaturas del líquido y
del termómetro, disminuyendo aquella, y aumentando esta. Por
supuesto que la diferencia de temperaturas es tan reducida (y más aún
si se toma la precaución de calentar el termómetro antes de introducirlo)
que puede ser ignorada por el científico, pero no deja de ser una
diferencia. Sin embargo, en la investigación del mundo microfísico el
problema se acrecienta. Las partículas estudiadas son tan pequeñas que
no hay instrumento de medida que no perturbe considerablemente los
objetos microfísicos sometidos a la medición.
También tendremos que contar con que las mediciones de objetos
atómicos se hallarán fundamentalmente “falseadas”, en el sentido de
que, al llevar a cabo nuestra observación, tendrá lugar, por ley natural,
una intervención en el objeto que lo cambia (Jordan 1953, 119).
Y esto ocurre por la sencilla razón de que “todo instrumento físico
de medida, se compone de átomos, sean átomos materiales, electrones
Ruptura del paradigma determinista 69
o quanta de luz” (Jordan 1953, 119). En las frágiles regiones del átomo
no puede utilizarse ningún instrumento de medición que no perturbe las
condiciones en las que se encontraba el objeto a medir.
En una comparación un tanto forzada se puede decir que las
observaciones de los objetos microfísicos ocurren como si un biólogo,
interesado en el comportamiento de un animal en estado salvaje, sacara
sus conclusiones encerrándolo en una jaula. Los animales salvajes
suelen huir del hombre, por lo que el biólogo se encuentra en una
disyuntiva: o los caza y los encierra para observar aquellas
características que tienen que ver con la morfología del animal, o se
interna en el mundo salvaje, se “hace uno más de ellos” – como Dian
Fossey y sus gorilas –, y los observa en vivo y en directo. Sin embargo,
al físico no se le plantea esta disyuntiva ya que una de las opciones le
está vedada: le es imposible reducirse de tamaño hasta adquirir la
medida de las partículas, no puede él “hacerse uno más de ellos”. No
queda otra opción que “encerrar” la partícula en la “jaula” de los
instrumentos de medida y observarla interactuando con ellos.
No es posible controlar la repercusión del instrumento de medida sobre
el objeto y poderlo así eliminar mediante la rectificación matemática
correspondiente. También tendremos que contar con que las
mediciones de objetos atómicos se hallarán fundamentalmente
«falseadas», en el sentido de que, al llevar a cabo nuestra observación,
tendrá lugar, por ley natural, una intervención en el objeto que lo
cambia (Jordan 1953, 119).
A esta dificultad se la llama indeterminismo técnico.
Nunca vemos lo que la partícula es “en sí” sino el aspecto que ella
muestra al observador. Esto es lo que expresa la idea de
complementariedad:
… las formaciones microfísicas de orden atómico tienen, por así decir,
muchas facetas, de las que una sola puede ser llevada al campo de la
observación experimental. Así la luz tiene tanto un lado «ondulatorio»,
70 Ruptura del paradigma determinista
como un lado «corpuscular»52; hay experiencias que permiten observar
uno de estos aspectos, y las hay que permiten observar el otro. (Jordan
1959, 165)
Las partículas que fueron descubiertas por los físicos del siglo XX
son ambiguas: el conocimiento de uno de sus aspectos implica la
imposibilidad del conocimiento simultáneo del otro.
La mecánica cuántica llegó a la conclusión de que aquellas
pequeñas partículas de las que están hechos todos los elementos se
comportan a veces como corpúsculos, a veces como ondas. Esto se
experimentaba de modo especial con la luz. Newton había declarado
que la luz estaba compuesta de pequeñas partículas en contra de la
opinión de Huygens que hacia 1678 había declarado que la luz era un
fenómeno ondulatorio. La disyunción subsistió aun cuando Einstein en
el siglo XX reformuló la teoría de la luz en términos corpusculares al
estudiar el efecto fotoeléctrico. Sin embargo, la física cuántica retoma
el debate y en la línea de la idea de complementariedad formulada por
Bohr (Causality and Complementarity 1937) por eso Jordan concluye:
[El] aspecto «ondulatorio» y el aspecto «corpuscular» de la luz son tan
fundamentalmente diferentes que no puede simplemente existir un
aparato que permita la observación simultánea, su existencia sería un
desafío a las leyes de la lógica. Tenemos, en cualquier caso particular,
la opción entre la observación del uno o del otro. Evidentemente es
forzoso pensar que un instrumento de medida empleado para la
observación del lado ondulatorio ejerce una influencia destructiva sobre
el otro aspecto complementario. (Jordan 1959, 167).
Lo que es seguro era que sea lo que sea la luz, el abordaje
científico a la realidad microfísica excluiría para siempre la objetividad
pura de la que se jactó la ciencia empírica. El problema del influjo del
52 En la traducción francesa aparece la palabra «particulaire» pero en alemán el
término es «Teilchenseite» de “Teilchen”, partícula, “Seite”, aspecto. Sin embargo,
la palabra Teilchen contiene la palabra “Teil”, cuerpo, por lo que prefiero utilizar el
término “corpuscular” porque es el que suele usarse en castellano para este caso.
Ruptura del paradigma determinista 71
observador en la realidad que había sido una especulación abstracta de
filósofos idealistas se vio por primera vez materializado en una
experiencia de laboratorio.
El “mundo inferior”, microfísico, no cumple más ya las condiciones de
naturaleza para permitir una perfecta objetivación del ser y de la acción
que describe. Esto alcanza a definir el sentido fundamental del
fenómeno de complementariedad en física cuántica diciendo – para
retomar la fórmula de Bohr – que en física atómica, las fronteras entre
objeto y sujeto comienzan a difuminarse. (Jordan 1959, 196)
* * *
Los descubrimientos de la nueva física fueron realmente
sorprendentes. La discontinuidad y la impredictibilidad de los
fenómenos cuánticos (indeterminismo físico) y la subjetividad de la que
no podía desprenderse el conocimiento de los mismos, condujeron al
desarrollo de nuevos modelos matemáticos y nuevos métodos de
experimentación para hacer posible el conocimiento físico del nuevo
mundo descubierto.
Pero fundamentalmente se puso en jaque el principio de
causalidad que es el principio filosófico que subyace a todo
planteamiento científico desde Aristóteles en adelante. Se llegó a
afirmar que no se tiene conocimiento de las relaciones causales, que lo
único que conocemos son una sucesión temporal y una repetición
frecuente de ciertos eventos que llamamos causales (Hume), o que la
causalidad, más que una propiedad objetiva de las cosas, era una
condición a priori de nuestro conocimiento (Kant); pero lo que nadie
había afirmado hasta entonces era que la ciencia no versa acerca de
relaciones causales entre fenómenos. Ocurre que la causalidad
implicaba la continuidad en el traspaso de energía de la causa al efecto.
Implicaba, también, la posibilidad de conocer el nexo causal y poder
predecir fenómenos a partir del conocimiento de las causas. Causalidad
era sinónimo de determinismo. Pero entonces, los eventos cuánticos
eran fenómenos no-causales (a-causales, como los llama Jordan).
72 Ruptura del paradigma determinista
Ahora bien, ¿qué tan lícito es hacer tal afirmación? ¿Existen
realmente en la naturaleza sucesos que escapan al principio de
causalidad? ¿Qué es exactamente lo que afirma este principio?
Causalidad vs. Acausalidad 73
Capítulo 3. Causalidad vs. Acausalidad
3.1. Acausalidad como indeterminación
Conviene ante todo hacer una distinción junto a una aclaración
dado que la connotación del término “a-causal” es muy fuerte. En la
traducción francesa del texto de Jordan el traductor resume en una cita
el sentido que Jordan da al término “acausalidad” del que se vale en
todas sus obras de divulgación y de reflexión filosófica. La cita dice lo
siguiente:
Como muchos otros científicos, Pascual Jordan emplea el término
causalidad en el sentido del que corrientemente se dice determinismo y
no hace ninguna distinción entre las dos nociones. En toda la presente
obra, las expresiones: leyes causales, principio de causalidad, etc.…
deben ser tomadas en este sentido. Y recíprocamente, acausalidad,
acausal es casi sinónimo de: indeterminismo, indeterminista. (Jordan
1959, 37 N.d.T.)
Sin embargo, el término “indeterminismo” tiene al menos dos
acepciones, una gnoseológica y otra ontológica. En este apartado se
establecerá la distinción entre estos significados del término y se
intentará mostrar que Jordan a lo largo de su obra suele confundir ambas
acepciones. Esto no tiene como propósito en absoluto desmerecer las
reflexiones filosóficas de Jordan puesto que es esperable de un físico
que no abunde en distinciones y sutilezas metafísicas; más bien tiene el
objetivo de aclarar el alcance de sus afirmaciones acerca de la
causalidad en los eventos microfísicos.
El vínculo causal, como queda claro de lo dicho en el capítulo
anterior, durante mucho tiempo fue comprendido unívocamente por el
determinismo: a tal causa sigue necesariamente tal efecto, o, lo que es
lo mismo, tal efecto es consecuencia necesaria de tal causa.
Nosotros nos hemos habituado, […], a la concepción de un universo
material íntegramente constituido en último análisis por pequeñas
74 Causalidad vs. Acausalidad
partículas, que producen por el solo juego de sus movimientos y de sus
choques, toda la multiplicidad de los fenómenos de la Naturaleza. La
primera adopción de esta idea por los filósofos de la antigüedad había
constituido en el plan intelectual un hecho revolucionario de primera
magnitud. Ella concretizó la gran idea de la legalidad de la naturaleza,
desechando de su imagen lo arbitrario, imposible de precisar, de los
dioses y de los genios familiares, y la reemplazó por aquella de una
naturaleza sometida a leyes rigurosas, y en la que nada pasa sin causas
determinadas. (Jordan 1959, 26).
En contra de la visión teísta de un mundo regido por la
arbitrariedad de los dioses el desarrollo de la ciencia física llegó hacia
fines del siglo XIX a concretar la idea de un mundo regido por las
rígidas leyes newtonianas del movimiento, amparadas todas ellas por el
principio inmutable de causalidad: “Todo sucede por una causa y está
determinado por ella”. Esto llegó a su punto culmen cuando Laplace
planteó la posibilidad de la existencia de una mente capaz de inferir
mediante la mera aplicación del cálculo matemático el futuro y el
pasado del universo. De allí que causalidad, sea para Jordan como
heredero de la tradición científica, sinónimo de determinismo.
Pero, como ya se señaló más arriba, los descubrimientos de los
físicos del siglo XX hicieron estallar los eslabones del rígido entramado
causal, y descubrieron que…
como la sólida corteza terrestre por encima del magma fluido, el mundo
superior macrofísico, con su sólida causalidad, reposa sobre el mundo
inferior microfísico” y que “hay ciertas fallas y fisuras en esta corteza,
por las cuales la acausalidad del mundo inferior, rebelde a todo cálculo,
repercute en el mundo superior. (Jordan 1959, 49).
Al percibir estas fallas, pudieron penetrar en un nuevo mundo
donde los vínculos casuales no parecen ser unívocos y deterministas
sino más bien ambiguos e indeterministas.
En efecto, si la causalidad implicaba necesariamente un vínculo
casi espacio-temporal entre un cuerpo y otro, hoy en día…
Causalidad vs. Acausalidad 75
las descripciones espacio-temporal y causal, que siempre marchan
juntas en las teorías clásicas, se convierten en la mecánica cuántica en
aspectos complementarios pero excluyentes53: ambas descripciones son
igualmente válidas, pero dado que ninguna de las dos es completa en sí
misma, ambas son indispensables para dar cuenta de los fenómenos
cuánticos. (Lombardi 2011, 328-9).
Ahora bien, el par opuesto de atributos predecible-impredecible54
se predica de eventos causales espacio-temporales capaces de ser
cuantificados y expresados a través de leyes formuladas mediante
relaciones matemáticas. Para los eventos causales del mundo
53 La complementariedad a la que aquí se alude es el principio de complementariedad
elaborado por Bohr para explicar aspectos aparentemente contradictorios en la
naturaleza. “The apparently incompatible sorts of information about the behavior of
the object under examination which we get by different experimental arrangements
can clearly not be brought into connection with each other in the usual way, but may,
as equally essential for an exhaustive account of all experience, be regarded as
"complementary" to each other” (Bohr 1937, 291).
54 En adelante, al hablar tanto de predictibilidad como de impredictibilidad estaré
haciendo referencia a lo que debe denominarse predicción (o impredicción) futurística
unívoca, pues como se verá más adelante lo que define el problema entre el
determinismo y el indeterminismo es la univocidad de la relación causa-efecto. De
hecho la mecánica cuántica logra predicciones que no pueden ser ignoradas hoy en
día. Aquí seguiré la denominación planteada en el trabajo de Lombardi de este modo:
“No obstante, podría pensarse que la noción de determinismo gnoseológico se asimila
a un concepto restringido de predictibilidad que podría denominarse «futurístico».
[…] dado el estado actual de la ciencia, no puede ignorarse la posibilidad de efectuar
predicciones estadísticas acerca del futuro aún en sistemas respecto de los cuales
poseemos un conocimiento indeterminista […]; en tales casos, no podrá determinarse
unívocamente el estado en el cual se encontrará el sistema luego de un cierto intervalo,
pero sí se podrá predecir la distribución de probabilidades correspondientes a los
distintos estados posibles. En efecto, aún quienes admiten que sólo pueden efectuarse
predicciones estadísticas de los fenómenos subatómicos, no dudan en reconocer los
éxitos predictivos de la Mecánica Cuántica. En definitiva, si se pretende asociar
determinismo gnoseológico y predictibilidad, es necesario recurrir a un sentido aún
más restringido de predicción, que podría denominarse «predicción futurística
unívoca»” (Lombardi 2000, 31).
76 Causalidad vs. Acausalidad
macrofísico determinista son suficientes las leyes enunciadas por la
física clásica, en cambio para los eventos cuánticos hacen faltan nuevas
leyes. La predictibilidad puede y debe ser atribuida a las relaciones
causales del mundo macrofísico, la impredictibilidad a las del
microfísico.
Pero ¿cómo es posible que surja lo predecible de lo impredecible
o que lo impredecible esté en la base de lo predecible? Según Jordan
esto es posible sencillamente por motivos estadísticos. “Si se trata de
cuerpos de grandes dimensiones, constituidos por un gran número de
átomos aislados, encontramos como de costumbre, en virtud de las
leyes estadísticas de la física atómica, la sucesión de causa a efecto de
estricto determinismo” (Jordan 1959, 39), pero “un átomo aislado, […]
puede, según el caso, reaccionar diferentemente a una misma acción: y
no tenemos ninguna posibilidad de pronosticar para un caso específico
lo que hará la vez siguiente” (Jordan 1959, 38). Si son muchos, rige el
determinismo en virtud de la más estricta estadística, pero si es uno,
rige el azar y la indeterminación.
En todos los saltos de los cuales esté constituido el fenómeno atómico
total, se constata el mismo relajamiento del principio de causalidad que
en la desintegración del radio 55 . Imposible de considerar un salto
cuántico aislado como el resultado necesario de una causa determinada
preexistente, que se la pueda identificar por adelantado tal que
permitiera predecir cuándo se producirá este salto. (Jordan 1959, 64).
De la misma manera que en las ciencias sociales uno puede
predecir movimientos de grandes grupos sociales en virtud de
generalizaciones estadísticas sin poder adivinar la decisión de un
individuo aislado, así ocurre la relación entre el mundo macrofísico y
el microfísico. La causalidad del mundo macrofísico es determinable en
virtud de la ley de los grandes números pero en el mundo microfísico
sencillamente no es determinable.
55 El ejemplo del radio aparece explicado en página 67.
Causalidad vs. Acausalidad 77
Sin embargo, el hecho de que no sea determinable no significa
que no sea real. La continua alusión a la eficiencia de una causa a lo
largo de la obra de Jordan queda plenamente manifiesta al utilizar
verbos como ‘provocar’, ‘repercutir’, y sustantivos como ‘ataque’,
‘choque’, ‘acción’ o ‘eficacia’ para referirse al influjo ejercido sobre las
partículas elementales y cuya consecuencia es el “salto cuántico”56. Él
mismo lo afirma de la siguiente manera:
Por una parte, la imposibilidad de determinar a la vez con precisión la
posición y la velocidad entraña esto de evaluar exactamente con
anterioridad el fenómeno por venir, y es así que se concluye que los
fenómenos atómicos individuales escapan al vínculo causal. Pero, por
otra parte, la relación de incertidumbre de Heisenberg parece
precisamente fundada sobre un llamado a las relaciones causales, si se
considera la reacción del instrumento de medida sobre la partícula como
responsable de la incertidumbre concerniente a la velocidad. (Jordan
1959, 176).
En la primera parte del texto se afirma la ausencia de causalidad
refiriéndose específicamente a la “imposibilidad de pronosticar el
fenómeno por venir” en virtud de la incapacidad que se tiene para
determinar al mismo tiempo la posición y el momento de una
partícula57. En la segunda parte se permite concluir que las relaciones
causales están en la base de todo proceso físico pues afirma la existencia
de un influjo del instrumento de medida sobre la partícula.
56 Si se resumiera en pocas palabras la tesis central de la obra de referencia central en
esta tesis se diría que es la siguiente: “la acción de una partícula en uno de los “centros
de comando” de la célula genera por “efecto en avalancha” los movimientos
indeterminados del viviente. Estos movimientos participan de la indeterminación
cuántica de la partícula que los generó”. Si uno observa bien, notará inmediatamente
que es una afirmación completamente causal, pues la partícula debe actuar en los
centros de comando, y luego el “efecto en avalancha” no es posible sin la acción causal
de una partícula sobre otra.
57 Esta indeterminación se repite en varios pares de propiedades complementarias.
78 Causalidad vs. Acausalidad
Este lenguaje ambiguo por parte de Jordan manifiesta una suerte
de confusión. Parece entremezclar el plano gnoseológico del
ontológico. No es lo mismo el conocimiento que tenemos de los
fenómenos microfísicos que los fenómenos microfísicos en sí mismos.
Independientemente de la cuestión de la subjetividad y la objetividad
de estos fenómenos está claro que el problema se centra en si los
fenómenos son indeterminados en sí o sí lo son sólo “para nosotros”.
En realidad el término “determinación” es un término ambiguo.
“Determinar” es lo que hace el científico cuando establece los valores
de las diferentes magnitudes medidas en un experimento. Se habla de
“determinación” cuando los estados futuros de una partícula dependen
en todo su ser de los presentes. Por eso cuando se hace referencia a la
indeterminación de los fenómenos microfísicos, se podría estar
significando, o que estos escapan a la medición y al establecimiento de
valores numéricos que traduzcan las magnitudes necesarias para
conocer las propiedades de las partículas; o bien, que no hay real
dependencia entre los estados futuros de una partícula y los presentes.
Ambos casos tendrían la misma consecuencia: es imposible realizar
predicciones en el nivel microfísico.
Ahora bien, el término que frecuenta Jordan para referirse a los
eventos cuánticos es “acausalidad”. Es evidente que este término tiene
una fuerte connotación ontológica –de hecho despertaría la curiosidad
de cualquier filósofo que se lo cruzara en sus lecturas– y por tanto
parece referirse a la no-dependencia de los estados futuros con respecto
a los presentes y pasados, o –como él mismo dice– a un “relajamiento
del principio de causalidad”. Por otro lado, la constante alusión a la
incapacidad de predecir pareciera enfatizar el otro aspecto, el
gnoseológico. Jordan es ambiguo en este punto.
Con el propósito de evitar la ambigüedad, llamaré
“indeterminación” al planteo ontológico e “impredictibilidad” al
gnoseológico. Una cosa es afirmar que una partícula no posea velocidad
cuando se mide la posición, y otra es que la velocidad no se pueda medir
cuando se mide la posición. Afirmar que en el nivel microfísico hay
“indeterminación” es una afirmación de mucho peso metafísico, y
Causalidad vs. Acausalidad 79
desde esa disciplina debe abordarse, pues el principio de causalidad,
como ningún otro principio, no es muy susceptible de relajaciones y
flexibilidades. O todo lo que llega a ser tiene una causa, o ya no se puede
hablar de nada. Distinto sería afirmar que los movimientos microfísicos
de las partículas son “impredecibles”, en ese caso no se niega el vínculo
causal que produce tales movimientos, solo se niega la posibilidad de
traducirlos en términos matemáticos para realizar las predicciones
oportunas.
3.2. Indeterminación como “multivocidad”
La “indeterminación” es la negación de la determinación. Y el
término “determinación” es un término lleno de acepciones que pueden
abrir a múltiples debates de índole filosófico o, aun, físico58. En este
capítulo se analizará el sentido filosófico del término “indeterminismo”
y su par opuesto “determinismo”. Como se dijo en la sección anterior,
la afirmación del indeterminismo como negación de la existencia de
relaciones causales en lo profundo del mundo microfísico es una
afirmación muy grave. Especificando los sentidos filosóficos de estos
términos se podrá aclarar si el indeterminismo de Jordan tiene algún
fundamento filosófico. El par “indeterminismo-determinismo” suele
aparecer en la filosofía antigua. No siempre es adecuado saltar de un
punto de la historia hasta el otro, pero dado que es muy común entre los
físicos de comienzos del siglo XX sentirse los continuadores de algunas
de las doctrinas antiguas como es el caso clarísimo de la teoría atómica,
considero que la puerta entre los extremos está abierta.
Una vez explicadas las nociones filosóficas de “indeterminismo”
y “determinismo” se intentarán explicar estas nociones desde el punto
de vista físico, comprendiendo al determinismo como la concepción
que entiende que en el dinamismo del nivel microfísico de la realidad
se dan disposiciones unívocas, esto es, aquellas que sólo pueden tener
un único resultado preciso. En física, el indeterminismo entiende
58 Cfr. Lombardi, 2000; Arana, 2012 (especialmente los caps. 3, 7, 10 y la conclusión);
Wetzel, 2011; Sanford, 2011.
80 Causalidad vs. Acausalidad
justamente lo contrario, que las disposiciones de las entidades
microfísicas son multívocas, esto es, no susceptibles de predicciones
necesarias sino de estimaciones gobernadas por leyes estadísticas.
Este apartado abre el diálogo entre filosofía y física. Los términos
“determinismo” e “indeterminismo” tienen múltiples acepciones y un
profundo sentido metafísico. Es conveniente hacer las distinciones
pertinentes para poder calibrar con justeza lo que se puede decir acerca
de la realidad desde la física y desde la filosofía evitando pseudo-
contradicciones y rivalidades pueriles.
Es probable que ninguna de estas distinciones haya estado en la
mente de Jordan ni en la de sus colegas coetáneos. Tampoco es de
reprochar esta omisión, dado que sus inteligencias se encontraban
suficientemente comprometidas en dilucidar los misterios microfísicos
que las experiencias les mostraban como para ocuparse de distinciones
filosóficas. Además estas serían más bien el resultado de una reflexión
sobre las conclusiones.
En su uso técnico, el término «determinación» adopta al menos dos
sentidos claramente diferentes: Determinación como propiedad o
característica. Este sentido es de uso corriente en filosofía: esto es lo
que «determinatio» significa en latín y así se emplea el término en
varios idiomas europeos, especialmente el alemán (Determination). En
esta acepción, determinado es aquello que tiene propiedades definidas
y, por tanto, puede ser caracterizado de un modo inequívoco.
Determinación como conexión constante y unívoca. Este es un sentido
de uso corriente en ciencia: conexión constante y unívoca entre eventos
o entre objetos reales o ideales. (Lombardi 2000, 16).
De estas dos acepciones la primera es la manera en que se suele
entender este término en filosofía, y la segunda es el modo en que se lo
entiende en la ciencia, especialmente en física.
Con respecto a la determinación filosófica queda por hacer una
distinción que iluminará las reflexiones posteriores acerca de la
cuestión.
Causalidad vs. Acausalidad 81
En el diccionario el término “determinación” se define como
“acción y efecto de determinar o determinarse”59. La alusión a la acción
muestra que toda “determinación” implica un sujeto determinante y
otro determinado. Así, la determinación como acción del determinante
es la que determina al sujeto determinado, si se permite la redundancia.
Se le llama determinación tanto a la acción emanada del determinante,
como a la propiedad o característica poseída por el sujeto determinado
y causada por aquella. ‘Determinación’ es un término homónimo que
se utiliza tanto como sustantivo abstracto del verbo ‘determinar’, y
también, como sustantivo concreto que indica una propiedad de un
sujeto.
En el pensamiento aristotélico el papel de la forma es
precisamente el de determinar a la materia60, sea esta materia primera,
en cuyo caso la forma se denomina forma sustancial; o materia segunda,
en cuyo caso se llama forma accidental. Al mismo tiempo la materia es
un principio en sí mismo indeterminado pero que, como tal, jamás
puede existir sin determinación alguna. Anaximandro, en la antigüedad
había concebido como fundamento de la realidad un principio de estas
características, un elemento indeterminado e infinitamente
determinable en virtud de la lucha de los opuestos (Guthrie 1953, 32).
Dejando de lado la veta cosmogónica de la idea de Anaximandro,
pareciera que Aristóteles entiende la materia en un sentido similar61. De
aquí que para el Filósofo toda cosa esta configurada bajo la mutua
correlación de un principio indeterminado (pero a la vez infinitamente
determinable), y un principio determinante. Ciertamente ambos sólo
son separables con el pensamiento (Ross 2000, 81), pero el asunto es
59 Enciclopedia ilustrada de la lengua castellana, Buenos Aires, Sopena, 1958, 8ª
edición, Tomo I, voc. “determinación”, p. 962.
60 Cfr. Cap. 1.2. Aristóteles, las cuatro causas.
61 La diferencia está en que para Anaximandro la materia era una gran masa
indiferenciada, para Aristóteles era una principio potencial. Para ambos este principio
incluía latentemente o potencialmente todas las formalidades y cualidades de las cosas
(Guthrie 1953, 32).
82 Causalidad vs. Acausalidad
que todo cuerpo es un ser determinado producto de una combinación
entre lo indeterminado (materia) y lo determinante (forma). Se puede
afirmar que ya en el pensamiento aristotélico hay un trasfondo
indeterminado en cada cosa pero que no puede existir sin la
determinación última de la forma sea sustancial o accidental.
En física62, el determinismo se asocia a una conexión constante y
unívoca de eventos u objetos ideales. La univocidad mencionada es
esencial porque significa que de un resultado, se obtendrá sólo un único
resultado. De aquí se desprende el sentido del término “determinista”
referido a las ecuaciones dinámicas en las que una vez que se ha fijado
el valor de las variables en un instante preciso, queda matemáticamente
fijado el valor de las variables en todo instante posterior. Este es el
sentido semántico del predicado determinista según Lombardi (2000,
17). A este sentido deben agregarse el sentido gnoseológico y el
ontológico.
La acepción gnoseológica está definida de la siguiente manera:
Se dice que poseemos un conocimiento determinista acerca de un
sistema cuando el conocimiento de su estado en un dado instante
permite conocer unívocamente su estado en todo instante posterior
dentro de un margen de error63 acotado. (Lombardi 2000, 18)
No es lo mismo tener un conocimiento determinista de un
sistema, que el hecho de que el sistema sea determinista en sí, aun
62 En este apartado se utilizará la tesis doctoral de la Dra. Olimpia Lombardi sobre el
determinismo en la física. Se citarán solamente las páginas de la misma cuando sea
oportuno, dado que en un capítulo de la tesis se ordenan en pocas páginas los
conceptos centrales del problema del determinismo, lo cual permitirá hacer referencia
tanto al determinismo como al indeterminismo de la física cuántica comprendida en
el estado actual de la cuestión (a la luz de los planteos históricos).
63 El “margen de error” se refiere a la imprecisión inevitable en la medida del
instrumento utilizado para cada caso. De todos modos, los físicos han logrado
“adueñarse” del error aplicando la Teoría de la Propagación de Errores.
Causalidad vs. Acausalidad 83
cuando lo más probable sea que de todo sistema determinista se tenga
un conocimiento determinista.
Finalmente, el sentido ontológico del término ‘determinismo’,
según la autora, tiene que ver con la necesidad dada en la evolución de
un sistema. Esto significaría que “si el sistema se encuentra en el estado
e1 en el instante t1, las leyes –interpretadas como regularidades
ontológicas– hacen imposible que se encuentre en un estado diferente
de e2 en t2” (Lombardi 2000, 18). En este caso se trataría no solo de
sistemas lógicos o matemáticos sino especialmente de sistemas físicos,
de hecho, esto último es lo que le da su carácter de ontológico al sentido
del término.
A partir de estas acepciones se desprenden tres “determinismos”
respectivamente: el determinismo metodológico, el gnoseológico y el
metafísico. El primero no nos interesa por tratarse de una suerte de
criterio de acción de algunos científicos en su intento de estudiar los
fenómenos64. Los otros dos, en cambio, están en el nudo del problema
que estamos tratando ahora. Luego, Lombardi define los otros dos:
determinismo gnoseológico: posición gnoseológica que considera que
es posible alcanzar un conocimiento determinista de todos los sistemas
reales –sea en la versión fuerte o débil del predicado «determinista» en
su sentido gnoseológico–.
determinismo metafísico: doctrina metafísica según la cual todos los
sistemas reales son ontológicamente deterministas. Desde una
perspectiva totalizadora, el universo entero es concebido como un
sistema determinista. Quienes adoptan esta posición tienden a
interpretar aquellas leyes científicas que se expresan bajo la forma de
ecuaciones deterministas como regularidades que, inscriptas en el plano
64 Según Lombardi este determinismo es la “posición epistemológica que considera
que la tarea de la ciencia consiste en alcanzar descripciones semánticamente
deterministas de los fenómenos reales, esto es, descripciones basadas en ecuaciones
deterministas, pues tal tipo de ecuaciones suministra la máxima información acerca
de los estados futuros de los sistemas reales” (El problema del determinismo en la
Física, 18).
84 Causalidad vs. Acausalidad
ontológico, rigen el comportamiento de los sistemas reales. (Lombardi
2000, 18-19).
Por los textos ya citados, Jordan comprende el determinismo
como determinismo gnoseológico y como determinismo metafísico al
mismo tiempo. Y, como se afirmó anteriormente, la univocidad es
central en la interpretación física del determinismo, pues “un sistema
real es ontológicamente determinista si las ecuaciones dinámicas que
describen su evolución temporal son semánticamente deterministas”
(Lombardi 2000, 19), y las ecuaciones semánticamente deterministas
son aquellas en las que se obtienen resultados unívocos al fijar los
valores de las variables dependientes.
El mismo Jordan, en su defensa del indeterminismo ontológico y
gnoseológico niega la realidad de la “univocidad” en el mundo
microfísico cuando dice que no es posible tener una predicción unívoca
del acontecer de los objetos atómicos65, y afirma que se da en el mundo
macrofísico. Esto lo hace al negar la semejanza de la máquina y el
viviente diciendo que…
el criterio esencial de la máquina, que es la firme regularidad de su
funcionamiento, presupone el absoluto mantenimiento en vigor de las
rigurosas relaciones deterministas de causa a efecto, que dominan toda
la «macrofísica». Cada una de las piezas de la máquina debe ofrecer
toda garantía de funcionamiento necesario y unívoco bajo la acción de
fuerzas que se ejercen sobre ella. (Jordan 1959, 121).
“Univocidad” se opone aquí a “multivocidad”, pues se trata de
hechos físicos objetivos. Cuando de un hecho h1 se obtiene un único
hecho h2 hablamos de disposiciones dinámicas unívocas.
“Disposiciones” porque son propensiones de un objeto a obrar o
comportarse de una cierta manera, “dinámicas” porque se trata de
movimientos o cambios, y “unívocas” porque es un fenómeno que, en
65 “La incertidumbre inherente al estado físico de los objetos atómicos condiciona
también una incertidumbre paralela en el decurso del acaecer: desaparece en este caso
la predicción unívoca según leyes causales exactas” (Jordan 1953, 125).
Causalidad vs. Acausalidad 85
condiciones definidas, generará un solo efecto determinado. En el caso
de las disposiciones unívocas, las disposiciones son propensiones a
obrar de una manera específica y de modo necesario, pues el resultado
de h1 no puede ser otro que h266.
Por eso, es propio del determinismo sostener la univocidad en los
niveles últimos de la realidad.
Desde una perspectiva ontológicamente reduccionista, según la cual la
realidad se despliega en distintos niveles: las estructuras y regularidades
de cada nivel resultan de las estructuras y regularidades de su nivel
inferior, hasta alcanzarse el estrato ontológico fundamental. Desde esta
perspectiva, el determinismo ontológico sólo puede predicarse de la
dinámica propia del nivel básico de lo real: es la evolución temporal
unívoca de los estados elementales del universo lo que nos indica que
el futuro no tiene posibilidades ocultas en su seno. (Lombardi 2000, 42).
La “multivocidad”, por otra parte, está relacionada directamente
con la probabilidad. La probabilidad es la cuantificación de la
posibilidad (Lombardi 2000, 47), pero “la probabilidad no se aplica a
hechos necesarios, sólo se define una medida de probabilidad en el caso
de disposiciones dinámicas multívocas” (Lombardi 2000, 49), de aquí
el empleo de la estadística en la mecánica cuántica. En efecto, los
movimientos de las partículas atómicas se caracterizan por la
multivocidad. Ahora bien, el hecho de que las ecuaciones formales que
describen los fenómenos cuánticos no sean semánticamente
deterministas no significa que sean menos precisas y exactas.
Se sigue que la causalidad exacta e infalible que hemos conocido en
macrofísica, se debilita hasta ceder el lugar a simples leyes estadísticas
que relacionan los resultados de diversos actos de observación. Sin
embargo, no caemos en la microfísica en un terreno que se mueve entre
ideas vagas, confusas, turbias sino que podemos precisar lo que hemos
indicado más arriba, bajo la forma de teoría matemática exacta, que
66 Lombardi trata exhaustivamente este tema en su obra (2000, 32 y ss.).
86 Causalidad vs. Acausalidad
permite controlar con certeza sobre el plano teórico una multitud
extraordinaria de hechos experimentales que lindan con la física
atómica (Jordan 1959, 173).
El formalismo matemático es algún tipo de “forma” en sentido
aristotélico. Y como tal indica cierta determinación, pues, como dije
anteriormente, la forma es determinante. Sin embargo, “las leyes que se
expresan por medio de ecuaciones matemáticas suelen referirse más que
a formas de ser a formas de devenir, las cuales tienen un carácter
subsidiario en ese contexto teórico. Nos dicen cómo cambian las cosas
y no cómo son en definitiva” (Arana 2012, 108). Las formas de devenir
son formas accidentales y no sustanciales, lo cual quiere decir que no
hacen que la cosa sea lo que es sino que se refieren a otro aspecto
accidental del ser. Indican, más bien, cómo se mueve, o cómo se
comporta un ser en condiciones dadas. Establecen fundamentalmente
las relaciones que existen entre varios objetos movientes que poseen
propiedades cuantificables y en condiciones también cuantificables.
Las fórmulas en cuanto “indeterministas” nos indican que estas
partículas no tienen disposiciones dinámicas unívocas, sino multívocas;
pero en cuanto formas de devenir expresan que existe cierta
determinación desde un nivel de análisis. No es esperable realizar
predicciones unívocas pero sí lo es estimar mediante una serie de
estadísticas y –como dice Jordan en último texto citado– “controlar con
certeza sobre el plano teórico una multitud extraordinaria de hechos
experimentales que tocan a la física atómica”.
3.3. Indeterminismo y aristotelismo
El análisis anterior permanece siempre en un nivel físico, aun
cuando los términos que se utilicen hablen de determinismo e
indeterminismo metafísico. La acepción del término “determinación”
en torno a la cual gira la especulación sobre la multivocidad de los
sistemas microfísicos es aquella según la cual “determinación” es una
conexión constante y unívoca entre eventos u objetos reales o ideales.
Dado que todo evento y toda conexión exige una multitud de objetos
Causalidad vs. Acausalidad 87
interrelacionados, no se ha pasado aun del plano accidental al plano
sustancial en el análisis de las partículas. En este apartado se mostrará
esta diferencia de abordaje del problema del determinismo e
indeterminismo, y se intentará un abordaje metafísico del mismo.
El hilemorfismo aristotélico servirá de guía en las siguientes
reflexiones. Se supone que todo ente se encuentra compuesto por dos
principios, uno indeterminado –la materia primera– y otro determinante
–la forma sustancial–. Esta misma estructura es fundamento de la
segunda composición entre la cosa o sustancia –materia segunda– y los
accidentes –formas accidentales–. Las partículas elementales que
pertenecen al nivel microfísico son también entidades compuestas de
materia y forma, y ellas también, como sustancias que son poseen
determinaciones accidentales.
En física cuántica evidentemente se trata de las relaciones que
surgen a partir del movimiento de las partículas y de las fuerzas que
ejercen unas con respecto a otras. El movimiento es un accidente, la
fuerza ejercida por un corpúsculo también lo es. En las partículas,
acción y pasión, movimiento, tiempo, posición, son, en términos
filosóficos, determinaciones accidentales. Por eso se puede decir que
las investigaciones físicas no han superado el ámbito de la materia
segunda y de sus accidentes.
Lombardi denominó determinismo metafísico entendiendo el
término determinismo en el segundo sentido, esto es, como conexión
constante y unívoca67 de este modo, la física cuántica vino a destronar
esa vieja idea de un mundo determinista, en este sentido. Sin embargo,
hay otro determinismo ontológico que no puede ser destronado por la
física cuántica y es aquel que se desprende de la noción de
“determinismo” tomada a partir del primer sentido mencionado por la
autora. Determinación, en este sentido, significa propiedad o
característica, la determinación es una disposición a ser de una manera
específica. Por eso el hilemorfismo aristotélico puede arrojar luz sobre
67 Cfr. el tema de la determinación como conexión constante y unívoca en la p. 80.
88 Causalidad vs. Acausalidad
este problema y ayudar a comprender el alcance del significado del
indeterminismo cuántico.
La constitución hilemórfica de las sustancias se encuentra en
todos los niveles de análisis posibles. Donde hay un cuerpo hay materia
y forma. Esto induce a concluir que hay un “indeterminismo” que se
encuentra en un nivel más “ontológico” que el sugerido
anteriormente68, y es el indeterminismo que coexiste en tensión con el
determinismo en el seno de la realidad en virtud de la composición
materia-forma de cada sustancia. Esta composición es la que explica
tanto la incapacidad de dilucidaciones unívocas en este nivel (debido a
la materia) como también la posibilidad de ir conociendo aspectos
reales en este nivel (debido a la forma). Explica también por qué, a
medida que el científico se interna en la oscuridad indeterminada de la
materia, se topa cada vez más con la aparente contradicción, la
incompletitud de la teoría física69, y la necesidad de apelar a recursos
formales matemáticos más complejos y más alejados de la sencillez de
los que se utilizan para explicar los eventos macrofísicos.
Al mismo tiempo “todo lo que parece presentar alguna
homogeneidad a un cierto grado de observación, revela, desde que se
aumenta la precisión, la existencia de estructuras más finas” (Jordan
1959, 124). La materia está estructurada siempre. Cada estamento es
hilemórfico, y la indeterminación –aun admitiendo que sea ontológica–
puede comprenderse y traducirse estadísticamente, porque hay cierta
determinación ontológica. La forma sustancial de una partícula es la
que “la hace ser lo que es y operar tal como lo hace”. Si el físico es
capaz de obtener una serie de valores probabilísticos acerca de la
posición o velocidad, o de cualquier otro par de magnitudes
complementarias es porque existe la determinación de la forma.
Aristóteles nunca vaciló en aceptar el azar y la indeterminación
en la naturaleza, sin negar la determinación de la forma en la sustancia.
El mismo supuesto lleva a concluir que pueden coexistir el
68 Cfr. “determinismo metafísico” en p. 83.
69 Este tema se trata con profundidad en Lombardi 2011.
Causalidad vs. Acausalidad 89
indeterminismo y el determinismo si ambos términos se comprenden
metafísicamente.
Sin embargo, el indeterminismo metafísico no existe jamás de
modo absoluto. Una cosa que carece absolutamente de cualquier
determinación, sencillamente no es ni una cosa ni un ser, pues “ser” y
“ser algo” son determinaciones. La indeterminación es siempre algo
relativo. Relativo a la sustancia y a sus determinaciones últimas en el
plano de la esencia y en el de los accidentes. Por otro lado, la
determinación es el parámetro de la indeterminación, por eso toda
determinación es absoluta. La determinación de la forma es la que
predomina, pues establece la naturaleza de cada corpúsculo y su modo
de obrar.
Pareciera entonces que uno debe admitir el determinismo y dejar
el indeterminismo como una dificultad puramente gnoseológica, pero
no es así. Como tampoco era necesario para Aristóteles admitir que el
azar era puro cuento. El determinismo físico del tipo laplaciano
sucedería en el nivel de las relaciones físicas accidentales70 si no se
hubiera descubierto que esas mismas relaciones accidentales son
indeterministas en el nivel microfísico. Por eso, si el determinismo de
Laplace era un determinismo relativo, así también el indeterminismo
que Jordan defiende es también un indeterminismo relativo. Posible
únicamente en virtud de la composición hilemórfica tanto de los
corpúsculos microfísicos como de cualquier sustancia corpórea
macrofísica.
Ahora bien, si consideramos al par determinismo-indeterminismo
como propiedades absolutas de las cosas, se debe decir que ambas
propiedades se encuentran en una suerte de tensión ontológica pero con
prioridad de la determinación. La indeterminación es un concepto
70 Aquí estoy cometiendo la imprudencia de afirmar una tesis extemporáneamente y,
lo que es peor, sin la aprobación del autor. Pero uno puede estar seguro que Laplace
no era muy amigo de las afirmaciones metafísicas y por tanto no admitiría ni siquiera
la existencia de un nivel más profundo al de los fenómenos observables. Recuérdese
que para él, el Dios de Newton, era una hipótesis innecesaria para explicar el
entramado de la naturaleza.
90 Causalidad vs. Acausalidad
negativo. No es posible la existencia de indeterminación en sentido
absoluto, porque la negación absoluta es la ausencia total de ser.
Siempre es negación de algo, y así el principio determinante es
prioritario por ser la positividad de la realidad y porque de este modo
es parámetro de la indeterminación.
Con la expresión “tensión ontológica” se intenta manifestar cómo
es la relación entre los principios estructurales de todo ente corpóreo:
materia y forma, indeterminación y determinación. Todo lo material
está formalizado, estructurado, determinado; y todo lo formal en las
realidades físicas está materializado, compuesto, indeterminado. La
determinación absoluta de la forma de una partícula no logra la
determinación absoluta del movimiento ni de los choques o encuentros
con otras partículas. En estas ocasiones las partículas se comportan
como totalidades determinadas-indeterminadas en virtud de su
constitución ontológica. Sus movimientos y posiciones no serán
determinadas de modo unívoco, pero siempre se tendrá claro que tal
partícula es un fotón, un electrón, un protón, o cualquiera que sea el
nombre que los físicos quieran dar a una partícula. Cada nombre que se
lleva cada partícula responde a un set de propiedades, a un
comportamiento, a una constitución, en una palabra a una naturaleza,
por más que el movimiento espontáneo de la misma no pueda
predecirse. Ese set de propiedades, esa naturaleza es la forma
sustancial de la partícula o de la cosa en cuestión, y la determina a ser
aquello que es.
Aquí no se pretende resolver el problema acerca de si la
indeterminación cuántica es una cuestión gnoseológica u ontológica,
esto es, si la impredictibilidad unívoca sucede por la ineficiencia del
actual instrumental de medida, o si es una propiedad esencial de las
partículas, de modo tal que la predicción sea una imposibilidad
constitutiva de las mismas partículas. Sea una o la otra, la expresión
“indeterminación ontológica” se presta a confusión. La indeterminación
nunca es ontológica, aunque sí lo sea la impredictibilidad. Para que sea
posible seguir investigando y encontrando las propiedades de las
partículas –propiedades complementarias, como afirma Bohr– es
La propuesta de Jordan 91
preciso que estas ontológicamente estén determinadas por la forma que
configura su naturaleza. Y así, el determinismo ontológico subyace a
todo posible indeterminismo físico de la naturaleza.
Capítulo 4. La propuesta de Jordan
4.1. Alcance de la noción de acausalidad
Muchos autores declaran su rechazo a los anacronismos en
filosofía y hay algo de cierto en este rechazo, pues cada autor dialoga
con sus contemporáneos y los términos utilizados en sus pensamientos
no pueden ser separados de su contexto temporal y cotejados con
términos de otras épocas. Pero todo el que crea que la filosofía tiene
algo para decir que salte de las ataduras del tiempo, puede estar
tranquilo de que un análisis terminológico, a pesar de su
extemporaneidad, puede permitir alcanzar un atisbo de verdad. Por eso,
en este apartado se analizará la noción aristotélica clásica de “causa”
con el objetivo de lograr una percepción amplia de la naturaleza de la
causalidad y, de ese modo, interpretar mejor el lugar y el alcance de la
noción jordaniana de “acausalidad” que, aparentemente, es su negación.
Para lograr este objetivo se realizará el siguiente recorrido: en
varias ocasiones Jordan expresa lo que él entiende por “principio de
causalidad”, por eso, en primer lugar se enunciarán sus formulaciones
de tal principio con una breve explicación de los mismos. En segundo
lugar, y admitiendo lo que se afirmó en el apartado anterior, que la
acausalidad no es propiamente “indeterminación” sino
“impredictibilidad”, se analizarán los cuatro géneros de causas
aristotélicas para establecer a cuál de ellas puede aplicársele el
predicado “predecible o impredecible” con propiedad. Así, pues, se
comprenderá mejor en cuál de estas causas pensaba Jordan cuando
hablaba de “acausalidad”. Los últimos dos apartados no son más que
especificaciones del anterior.
Es muy importante, para empezar, comprender qué es lo que
entiende Jordan por causalidad, dado que acusar a ciertos fenómenos de
92 La propuesta de Jordan
“acausales” es bastante serio. Parece que el principio de causalidad es
un principio universal y que por eso no puede ser excluido de la
naturaleza sin generar grandes disturbios en la comprensión del cosmos.
De ser extirpado de la naturaleza este principio, el cosmos ipso facto
dejaría de ser cosmos y pasaría a ser caos. Por eso se deben sopesar muy
bien las consideraciones de Jordan acerca de este principio.
Jordan propone varias formulaciones del mismo. Afirma que el
principio indica que “las mismas condiciones dan lugar a las mismas
consecuencias” (Jordan 1959, 212). Lo cual implicaría que, siempre que
un estado de hechos es sometido a determinadas condiciones, se
producirá como consecuencia otro estado de hechos. La relación causa-
efecto está entendida determinísticamente, esto significa – y aquí va
otra formulación – que la idea de causalidad es la idea de una
“dependencia cerrada, sin lagunas respecto a una previa motivación”
(Jordan 1954, 22). Este determinismo considera la causalidad ligada al
tiempo, la necesidad y la acción de las fuerzas sobre los cuerpos. Esto
queda de manifiesto cuando afirma que el principio de causalidad es el
principio “según el cual los movimientos resultantes proceden
necesariamente de las fuerzas en acción” (Jordan 1953, 30).
Jordan entiende “causalidad” según lo que podría llamarse
causalidad eficiente física considerada desde el punto de vista científico
experimental. Con esta afirmación pretendo sugerir lo siguiente:
a) Causalidad eficiente…: Hay otro tipo de causalidad no eficiente
que es dejada de lado en la consideración de Jordan. Léase, la
causa material, formal y final.
b) …física…: Hay otro tipo de causalidad eficiente no física sino
más bien metafísica.
…considerada desde el punto de vista de la ciencia experimental: La
causalidad eficiente física puede a su vez ser considerada desde un
punto de vista no científico experimental.
La propuesta de Jordan 93
a) La causalidad eficiente
Los filósofos antiguos hablaban de cualidades contrarias en los
elementos del cosmos, tales como frio-cálido, húmedo-seco, etc., para
explicar las cualidades de las cosas. A modo de metodología
considérese el par predecible-impredecible y pregúntese qué tipo de
causas pueden ser susceptibles de tales atributos. Es evidente que sólo
se pueden aplicar a fenómenos en los que existe la sucesión temporal y
en los que la causa se distingue esencialmente de su efecto, pues
“predecir” implica la previsión de un hecho aún no existente. Dado que
el hecho predicho es futuro, es preciso que exista sucesión temporal
entre la causa (razón de la predicción) y el efecto (hecho predicho).
También, la causa y el efecto deben distinguirse realmente pues aquella
existe cuando este no.
Así, pues, el par predecible-impredecible no se puede atribuir a la
causa formal ni a la material dado que estas constituyen intrínsecamente
a la sustancia y por eso no hay sucesión temporal entre la causa y el
efecto, ni la causa se distingue realmente del efecto71. Por supuesto que
se pueden predecir los elementos que componen un objeto o su
configuración si no tengo una experiencia actual y directa del mismo,
como podría darse en el caso del científico que infiere la composición
de una estrella basado en las líneas espectrales producidas por ella en el
espectroscopio. Sin embargo, uno no estaría prediciendo la
composición de la estrella puesto que ella está actualmente compuesta
de ese modo; no se estaría conociendo un hecho futuro sino uno
71 El tema de la distinción real, es muy importante desde el punto de vista metafísico.
Se debe admitir que existe una distinción real entre la causa y el efecto en todos los
ámbitos de la causalidad. Sin embargo, aquí con distinción real se quiere expresar una
diferencia entre cosas. En este caso la necesaria sucesión temporal entre estados de
hechos marca claramente que se trata de existencias separadas. En el caso de la causa
material y formal, ambas son principios de las cosas y su existencia está ligada a la
cosa misma de la que son causas, por eso co-existen con el efecto pues lo constituyen
en su ser esto o aquello. Esta comprensión de la distinción real está tomada
únicamente de modo metodológico y evitando adrede los debates acerca de la
distinción real entre principios metafísicos.
94 La propuesta de Jordan
presente. La sujeción al tiempo en este tipo de predicciones solo se
aplica al conocimiento del fenómeno y no al fenómeno mismo. Causa
material y formal no son estrictamente sujetos de predicción y esto
ocurre porque no pueden considerarse separadamente del objeto
causado.
Queda, pues, el par de causas eficiente y final. El par predecible-
impredecible se aplica con exactitud a este par de causas. La eficiente
produce un efecto distinto de ella y este es, por ende, el fin de la acción
de la misma. Se entiende que predecir es inferir el fin a partir de la causa
eficiente72.
Sin embargo, hay que distinguir dos tipos de fines. Hay un fin que
es exterior al agente y otro que le es interior y propio. La causa eficiente
intrínsecamente está inclinada a obrar conforme a lo que es73. Todas las
cosas tienden a desplegar su ser a través de la acción, de ese modo es
esperable, por ejemplo, que el fuego queme, el sol ilumine, la planta
crezca, el depredador cace y el hombre piense. Y tantas otras
operaciones que realizan los entes. La finalidad del agente es, entonces,
desplegar lo que lleva latente en sí. Si el término “ser” se lo toma
conscientemente como un verbo, es decir, como una acción, se puede
72 En este sentido se puede comprender bien el problema de la crítica humeana de la
causalidad. No es posible inferir apodícticamente el fin a partir de la eficiente en el
nivel de la experiencia pues la causa eficiente puede fracasar en su intento de
causación debido a circunstancias externas o por debilidad o por alguna otra razón.
73 La objeción mecanicista es que no existe esta finalidad, sino sencillamente hechos.
La discusión se puede poner en estos términos. ¿La causa eficiente produce sus
operaciones de hecho o de derecho? ¿Es simplemente un hecho que el fuego queme,
por ejemplo, o es necesario que lo haga porque ‘quemar’ pertenece a su naturaleza?
Creo que se está ante una de esas preguntas cruciales de la historia de la filosofía. Por
mi parte no creo que pueda demostrarse de forma directa una solución ni la otra, pero
hay suficientes elementos para inclinarse hacia la idea de que hay una relación
necesaria entre la cosa y su operación natural puesto que la opción contraria se
encontrará en la dificultad de explicar por qué razón una cosa obra “siempre o casi
siempre” de la misma manera.
La propuesta de Jordan 95
ciertamente afirmar que es la finalidad de cada ente en el mundo, “ser
lo que es”.
La finalidad extrínseca, en cambio, se refiere a las consecuencias
que una acción tiene en un objeto externo a la eficiente. ¿Se puede decir
que la finalidad de un cuerpo es, por ejemplo, “caer” o la del sol
iluminar la faz de la tierra? ¿Es cierto que la finalidad de la planta es
alimentar a los seres vivos, o la de los depredadores comerse a sus
presas? No, no lo es. O, en el mejor de los casos, lo es en forma relativa.
La primera finalidad de estos seres es ser lo que son. Es “siendo lo que
son” que los cuerpos de mayor masa atraerán a los de menor masa
producirán la caída de éstos74; “siendo lo que es” la planta será apetitosa
para el herbívoro que buscará “ser lo que es” alimentándose con ella, y
lo mismo para el depredador y su presa. Todo es cuestión de que las
cosas sean fieles a su propia naturaleza, y, por cierto, no lo pueden
evitar75. La finalidad extrínseca es una finalidad relativa que depende
no solo del ser de la cosa sino también del de todas las que la rodean
configurando un “estado de hechos”. Efectivamente un cuerpo caerá,
pero siempre y cuando se encuentre en la vecindad de otro de mayor
masa, ciertamente la planta alimentará al herbívoro, pero únicamente
en el caso en el que se encuentre a la vista de este, y este, por su lado,
opte por llevárselo a la boca. Y así con todo lo demás.
Por eso, el problema de la finalidad es un problema
exclusivamente metafísico y no físico. Desde el momento que se la
considera físicamente la finalidad pasa a ser finalidad extrínseca y así
los argumentos que se derivan de este plano no suelen ser convincentes
ni para los mecanicistas los que la muestran, ni para los finalistas los
que la rechazan.
74 O también podría decirse que el espacio-tiempo es tal que habiendo un cuerpo de x
masa cercano a otro de masa igual a x-1, se curvará de tal manera que producirá la
caída del segundo sobre el primero.
75 Solo el hombre puede “evitar” ser fiel a su naturaleza en virtud de su propia libertad.
Ahora bien, se reserva para la ética la cuestión de si es realmente libre una persona
que evade constantemente las exigencias de su propio ser.
96 La propuesta de Jordan
b) La causalidad eficiente física
Ahora bien, la finalidad exige causalidad eficiente, pues nada
logra su fin si no es impulsado por una causa eficiente. Por eso, así
como la causalidad final física o relativa se contrapone a la metafísica
o absoluta, así también puede considerarse una causa eficiente en
sentido físico o en sentido metafísico. El sentido metafísico se refiere
al ser mismo de la causa eficiente esto es al hecho mismo de que las
cosas sean activas y puedan ejercer influjo causal sobre otras. El sentido
físico de la causalidad eficiente tiene que ver con el influjo que la
eficiente trasmite a otro objeto para educir de él una forma, un
movimiento, etc.
Entonces, volviendo al problema principal, se puede decir ahora
que el par predecible-impredecible se atribuye con propiedad a la
causalidad eficiente en este último sentido. Pues no tiene caso intentar
aplicárselos a la causalidad metafísicamente considerada pues el hecho
de que las cosas sean activas es una realidad ajena al tiempo, es
sencillamente un atributo del ente en sí mismo. Esta consideración deja
de lado el ejercicio de la causalidad. Por eso, si la causa eficiente es de
naturaleza corpórea o si no lo es, queda afuera de esta consideración.
De aquí que en metafísica se puede hablar tanto de causas eficientes
corpóreas que producen sus efectos en intervalos de tiempo, como de
causas eficientes incorpóreas que los producen instantáneamente (p.ej.
la inteligencia y el pensamiento). Y dado que la consideración
metafísica de un objeto es extemporánea, aquí no cabe la aplicación del
par predecible-impredecible.
Por otro lado, si se considera la causalidad eficiente desde el
punto de vista físico o relativo, esto es, en relación al objeto causado el
asunto es distinto. En primer lugar porque desde este punto de vista se
excluye todo tipo de causalidad inmaterial. En este nivel la “causalidad
eficiente” se refiere a las acciones y pasiones mediante las cuales se
producen cambios en los cuerpos. Además, al tratarse de objetos
materiales se entiende que son cosas naturalmente afectadas al tiempo
y al espacio, y así esta acción de causar implicará siempre la
consideración de las coordenadas de tiempo y espacio aun cuando la
La propuesta de Jordan 97
acción sea a distancia o instantánea. De este modo, la aplicación del par
de atributos predecible-impredecible es posible en este nivel de
causalidad, pues aquí efectivamente hay una relación temporal entre la
causa y el efecto.
c) La consideración científico-experimental de la causalidad eficiente física
Sin embargo, la capacidad de predecir fenómenos no sólo implica
la temporalidad sino también la aplicación de un método para obtener,
a partir de lo que sucede, lo que va a suceder. Las ciencias
experimentales y la física entre ellas, presentan este método. El físico,
mediante ecuaciones dinámicas establece el desarrollo en el tiempo de
ciertos sistemas. En ellas aparecen las variables en cuestión de modo tal
que, conociendo tal ecuación uno puede deducir a partir de un momento
inicial (to) los estados sucesivos del sistema en t1, t2, t3, etc. Así, aquella
teoría que sea capaz de predecir más y con más precisión los hechos
futuros de un sistema, o, lo que es mejor, del sistema general del mundo
–como pretendía Laplace– se supone que sería la que ha logrado
desentrañar mejor las cadenas causales ocultas de la naturaleza.
La consideración filosófica que se interesa menos en el
comportamiento y el despliegue de la naturaleza y más en la
constitución ontológica de la misma. La diferencia más patente es la
ausencia de matematización del saber filosófico, y junto con esta
ausencia se hace innecesario el recurso a la medición para elaborar una
concepción filosófica del mundo. Esto sucede porque el desarrollo
temporal de un sistema en movimiento depende fundamentalmente del
tiempo y el espacio, y de otras variables y propiedades susceptibles de
medición. La dimensión “cuantitativa” de la realidad es el primer objeto
del que echa mano la ciencia experimental para elaborar sus leyes,
teorías e hipótesis. Esta dimensión es trascendida cuando se intenta una
elucubración filosófica.
Se ve, entonces, que el par “predecible-impredecible” sólo puede
predicarse de los comportamientos y las trayectorias de las partículas y
no de su estructura o de sus propiedades. Este análisis corresponde a la
ciencia experimental.
98 La propuesta de Jordan
Así entiende Jordan “causalidad”, tal como había quedado
entendida a fines del siglo XIX. La causalidad que es objeto de la crítica
de Jordan es la causalidad eficiente (ni la formal, ni la material, ni
completamente la final) física (o relativa, en contraposición a la
metafísica) pero considerada desde el punto de vista científico-
experimental (y dejando de lado una consideración filosófica de la
misma).
Esta limitada concepción de la causalidad es la que hace afirmar
a Jordan que en el seno de la realidad rige la “acausalidad”. Dado que
las ecuaciones mediante las cuales se describen las trayectorias y los
movimientos de las partículas elementales no son ecuaciones dinámicas
deterministas, no es posible realizar predicciones unívocas en este nivel.
Hay que conformarse con estimaciones estadísticas. Este
indeterminismo de las ecuaciones habla de ciertas imperfecciones en el
flujo causal de la causa eficiente física que produce el movimiento de
las partículas a nivel microfísico. Imperfecciones que oscurecen el
conocimiento que se tendría de los estados posteriores del trayecto de
un corpúsculo a partir de su estado inicial.
4.2. La acausalidad en los organismos vivientes
4.2.1. El organicismo entre el mecanicismo y el vitalismo
En este capítulo se tratará de explicar la situación intelectual y
académica en la que se encontraba Pascual Jordan en relación al
encuentro entre las viejas filosofías y los nuevos descubrimientos en
física proyectados sobre las ciencias de la vida.
Hay una serie de ideas que Jordan interrelaciona aun cuando no
necesariamente estén interrelacionadas o que hayan existido en algunas
épocas históricas de modo separado, el mecanicismo que estaba
asociado a la concepción metafísica del mundo, a la causalidad y al
determinismo en la naturaleza. El vitalismo se alzaba como
contrapartida a esa posición, pero no podía ser asumido por Jordan dado
La propuesta de Jordan 99
que asumía la realidad de entidades metafísicas76. Desde el positivismo
Jordan se opone tanto a uno como a otro para aportar la nueva
cosmovisión que la física cuántica postulaba. El organicismo fue para
Jordan la mejor salida de este dilema.
En la Alemania de los años 1920 y 30 primaba en biología la
controversia teórica entre el vitalismo y el mecanicismo. El
mecanicismo consideraba a la naturaleza como un gran mecanismo77,
como el de un reloj, en el que solo funcionan las partes como causas
materiales y las fuerzas como agentes motores del conjunto. En
biología, esta doctrina afirmaba que todos los procesos vitales en los
seres vivos pueden explicarse con las mismas leyes que rigen el mundo
inorgánico. En este sentido el mecanicismo implicaba un
reduccionismo ontológico porque el organismo viviente era
considerado como un conjunto de elementos materiales cuya única
diferencia con un aglomerado inorgánico era su complejidad. Además,
era un reduccionismo epistemológico porque llevaba a sostener que, en
última instancia, los procesos biológicos podían ser satisfactoriamente
explicados por la química, y estos, a su vez, por la física. Por eso durante
los últimos años del siglo XIX y durante la primera década del XX se
empieza a instalar la idea de que la física sería la ciencia por excelencia.
El mecanicismo tal como lo entendía Jordan estaba ligado a la
visión determinista de la naturaleza. Un reloj funciona
determinísticamente, una maquinaria también, uno puede predecir los
movimientos y comportamientos de las partes de cualquier aparato
conociendo las condiciones iniciales en las que se encontraban; por eso,
76 “La legitimación macrofísica es en sí algo tan cerrado y coherente, que no cabe
imaginar que su marco pueda ser quebrado por fenómenos extrafísicos, en cierta
manera entelequiales” (Jordan 1954, 41).
77 Sobre la definición de mecanicismo conviene recordar que pueden darse formas
variadas de la misma idea, alguna de las cuales pueden no ser completamente
compatibles. Se puede entender el mecanicismo como aquella doctrina que sostiene
que en toda explicación de la naturaleza deben excluirse la causa formal y final, o que
la naturaleza es un gran mecanismo causalmente predeterminado. En este apartado
conservaré la acepción especificada en el cuerpo del trabajo.
100 La propuesta de Jordan
si la naturaleza es un artilugio mecánico, se comportará tan
determinísticamente como cualquier aparato. Pero los nuevos
descubrimientos de la física habían logrado descartar de una vez por
todas con una firme base empírica el determinismo de la naturaleza.
A partir de esto existen una serie de ideas y doctrinas que para
Jordan estaban lógicamente encadenados, y que él entendía que debían
excluirse de la concepción de la naturaleza. Trataré de hacer el recorrido
lógico entre estos para poder comprender mejor la posición su propia
posición. Para Jordan determinismo y causalidad son prácticamente una
misma cosa. La idea de causalidad implica la sucesión infalible de la
causa al efecto y por tanto el determinismo. Pero además esta idea está
ligada a una consideración metafísica del mundo, a una consideración
de un “en si” de las cosas dado que el encadenamiento causal de la
naturaleza queda permanece lejos del alcance de nuestra experiencia.
La metafísica, por su parte, era el punto de vista que pretendía dilucidar
la “esencia” misma de la materia, por eso la ecuación “metafísica =
materialismo” era una premisa para él.
En numerosos libros y conferencias, dirigidas tanto a la academia como
a audiencias abiertas, él afirma que la física moderna señala el triunfo
del conocimiento empírico sobre la especulación metafísica. Entre los
vestigios de la metafísica que precisan ser descartados, argumenta,
estaba la creencia en un completo determinismo causal en la naturaleza
–una creencia, asevera, que fue el fundamento de una cosmovisión
materialista.78 (R. H. Beyler 1994, 8-9)
Es probable que Jordan haya estado pensando en las metafísicas
inmanentistas del idealismo alemán ya que estas, a pesar de su profundo
sentido de lo inmaterial, fueron las que dieron base a las especulaciones
78 “In numerous books, and lectures, directed at both scholarly and popular
audiences, he asserted that modern physics signaled the triumph of empirical
knowledge over metaphysical speculation. Among the vestiges of metaphysics which
needed to be discarded, he argued, was the belief in a complete causal determinism
in nature –a belief, he asserted, which was the foundation of a materialistic world
view”.
La propuesta de Jordan 101
materialistas posteriores en virtud de su negación de la trascendencia.
Este tipo de metafísica que en algunos casos redujo la religión “a los
límites de la mera razón”, o en otros casos la rechazó abiertamente son
las que, según Jordan, comprenden a la naturaleza como un todo en un
continuo despliegue necesario de acuerdo con las rígidas leyes que las
ciencias naturales se empeñan en dilucidar. Así, la metafísica idealista
asume la idea determinista de naturaleza79.
Jordan, por su parte, se proclama expresamente partidario del
positivismo. Sin embargo, su relación de Jordan con el positivismo no
fue nunca una adhesión intelectual plena. Como físico adhirió
fundamentalmente a las tesis citadas en el cuerpo. A pesar de que tanto
Jordan como los representantes del Círculo de Viena se habían formado
bajo las enseñanzas de Ernst Mach, en varias ocasiones se enfrentó con
algunos de los representantes de este Círculo (R. H. Beyler 1994, 37-
56). Del positivismo asume fundamentalmente la exaltación de la
experiencia, la negación del pensamiento apriorístico, y la renuncia al
conocimiento explicativo en pos del descriptivo. Las teorías eran
comprendidas como instrumentos al servicio de la explicación de
fenómenos y no como descripciones de la realidad, pues no había
pruebas directas de ellas.
79 Junto a la tesis evolucionista de Darwin, el pensamiento hegeliano “materializado”
en el materialismo dialéctico y el materialismo histórico de Marx alentó en la cultura
occidental, la idea de un universo material en continua evolución. Esta tesis se
extendió más allá de los límites en los que Darwin la había situado. No sólo
evolucionan los vivientes sino toda la materia misma. En la Rusia soviética, algunos
biólogos asumieron esta idea impulsados por el materialismo dialéctico de Marx. Un
claro ejemplo fue el biólogo Alexandr Oparín quien en su obra El origen de la vida
nos dice: “El materialismo, en cambio, siempre ha planteado la cuestión del origen de
la vida de una forma totalmente opuesta a la anterior. El materialismo afirma de forma
rotunda que la vida, como el resto del mundo, es de naturaleza material, por lo cual,
no es necesario para su correcta y exacta definición, el reconocimiento de ningún
principio espiritual. La vida sólo es la estructuración de una forma diferente de
existencia de la materia que puede originarse o destruirse de acuerdo con unas leyes
determinadas” (Oparin 1998, 77).
102 La propuesta de Jordan
Jordan consideraba que el positivismo era el mejor camino para
evitar el núcleo común a todas estas ideas: la metafísica. “Atenerse a
los hechos” y evitar explicaciones abstractas: la metafísica debía ser
descartada80. Con ella caerían el materialismo y el mecanicismo.
Sin embargo Jordan fue testigo de esa caída. A fines de la década
del 10 el mecanicismo entra en crisis fundamentalmente por la relación
íntima que existía entre la ciencia y la tecnología. Las aplicaciones que
esta última permitió en la naciente sociedad industrializada del siglo
XX habían alcanzado resultados excelentes, pero no fueron tan
excelentes las implicancias antropológicas que trajeron aparejadas. En
efecto, aparecieron las nuevas problemáticas sociales debido a las
alienantes condiciones de trabajo en las fábricas y en las industrias y
surgieron muchos otros problemas ocasionados por el abuso de la
tecnología. Pero donde esta mostró su peor faceta fue en la Primera
Guerra Mundial, en ella se ganó su mala fama por culpa de las armas y
los instrumentos de destrucción que causaron tantas muertes y tanto
sufrimiento en el mundo.
Por eso, luego de la guerra a muchos la tecnología dejó de
parecerles simpática y se gastó mucha tinta en publicar reflexiones
filosóficas y científicas acerca del valor de la misma y su relación con
el hombre. Aunque, cuando se cuestionaba la tecnología, se cuestionaba
con ella el espíritu mecanicista. Así, muchos científicos y hombres de
letras se contagiaron de este espíritu pesimista acerca de la ciencia y la
tecnología (R. H. Beyler 1994, 68) y el vitalismo apareció como una
opción viable frente al mecanicismo. Para Jordan, no obstante, el
80 A pesar de todo, Jordan es un hombre de un pensamiento amplio y abarcador. Sin
duda desarrolla una visión del mundo, del hombre y de Dios, es decir, una visión
metafísica. Por eso es preciso matizar esta afirmación limitando el término
‘metafísica’ a lo que él entendía por ella: el intento de explicación de los hechos a
partir de relaciones esenciales que se esconden detrás de ellos. “El positivismo niega
toda posibilidad de un conocimiento ‘esencial’ de la naturaleza; todo el repudio radical
de la filosofía materialista a que conduce el positivismo resulta, precisamente, de que
la crítica positivista ha de rechazar por fuerza la afirmación, tan peculiar al
materialismo, de que en la materia es donde encontramos la ‘esencia’ de todas las
cosas” (Jordan 1953, 144). Cfr. también (Jordan 1959, 192).
La propuesta de Jordan 103
vitalismo padecía de un defecto imperdonable: era esencialmente
metafísico.
El vitalismo sostenía que en la composición de todo organismo
hay una “parte” que no es material y que, no obstante, ejerce un influjo
causal. La biología y las ciencias de la vida investigarían las leyes que
rigen este tipo de causalidad inmaterial. La primera apelación a un
principio metafísico para explicar la vida la realiza Hans Driesch. De
hecho, este autor sostiene que “los problemas de la forma orgánica y
del movimiento orgánico alcanzaron una relación más cercana al
análisis filosófico que la mayoría de los datos empíricos sobre el
metabolismo” 81 , y cuando dice “análisis filosófico” se refiere
especialmente a la metafísica. Luego de interesantes investigaciones en
el campo de la biología genética, estudiando el desarrollo embrionario
de los erizos de mar, concluyó que una potencialidad dinámica
inorgánica a la que llamó “entelequia” (siguiendo la terminología
aristotélica) ejercía un influjo causal y activo sobre las partes de las
células embrionarias de modo tal que dirigían el desarrollo a la
formación del organismo adulto.
La intención de Jordan era extender el indeterminismo de la física
cuántica a las restantes ramas de la ciencia, la primera de las cuales era
la biología. Por eso, no podía admitir ninguna de las dos hipótesis.
Como anti-materialista debía rechazar el mecanicismo, pero como
positivista tenía el deber de desechar el vitalismo. En ese entonces,
había otra corriente que alzaba su voz en el debate y que podía ser una
salida alternativa: el organicismo.
Los organicistas coinciden, sin embargo, que los fenómenos de la vida
eran cualitativamente diferentes a los fenómenos de la naturaleza
inanimada; que, por eso, para explicarlos se requiere una ciencia
autónoma, irreducible a cualquier otra; que los intentos previos de hacer
81 “The problems of organic form and of organic movement have come into much
closer relation to philosophical analysis than have most of the empirical data on
metabolism” (Driesch 1929).
104 La propuesta de Jordan
esto postulando cierta actividad vital no-material eran insostenibles; y
que cualquier intento viable requiere el principio de que el todo no
puede ser explicado por exclusiva referencia a sus partes82 . (R. H.
Beyler 1994, 60).
Los autores que fueron referentes para Jordan en este debate y
cuyas posiciones fueron decisivas para su toma de posición fueron
Adolf Meyer-Abich, Ludwig von Bertalanffy y Eugen Bleuler83. Sin
embargo, el organicismo de Jordan era un organicismo sui generis
(nunca este tipo de “etiquetas” deben tomarse rígidamente), pues, por
un lado evitaba las consideraciones demasiado teóricas de sus
precursores, en aras de un positivismo que significaba para él
sencillamente “remitirse a los hechos”, pero por otro explicaba los
fenómenos biológicos a la luz de la mecánica cuántica, cosa que era
para sus compañeros positivistas del Círculo de Viena una verdadera
traición, era en el fondo “el viejo vitalismo vestido con un nuevo
traje”84.
4.2.2. La vida como automovimiento. Los vivientes y las máquinas
La pregunta por el origen o la razón de ser de la existencia del
movimiento en el mundo es una pregunta de naturaleza filosófica.
También lo es la pregunta por el movimiento de los vivientes ya que
cada ser vivo se comporta como un microcosmos que presenta orden y
82 “Organicists agreed, however, that the phenomena of life were qualitatively
different from the phenomena of inanimate nature; that explaining them therefore
required an autonomous science, irreducible to any other; that previous attempts to
do this by positing some non-material vital agency were untenable; and that any
viable attempt required the principle that whole could not be explained by exclusive
reference to their parts”.
83 Para un minucioso análisis de la posición de Jordan con respecto a estos tres autores
cfr. (R. H. Beyler 1994, 82-102).
84 “Jordan´s pursuit of an organicist constituency for quantum physics alienated him
from his fellow positivists in and around the Vienna Circle, who perceived Jordan’s
speculations as old-style vitalism dressed up in new garb” (R. H. Beyler 1994, 61).
La propuesta de Jordan 105
automovimiento. Si el movimiento de los seres inorgánicos es tan
inexplicable como el de los orgánicos, cabe preguntarse qué diferencia
hay entre estos y aquellos. La primera diferencia que existe es la
complejidad. Pero entre los seres inorgánicos existe una clase que
presentan también complejidad: las máquinas.
Jordan se pregunta por la naturaleza del viviente siguiendo este
planteo: qué diferencia hay entre un viviente y una máquina más allá,
por supuesto, de que estas hayan sido construidas por la mano del
hombre y aquellos sean productos de la naturaleza. En esta pregunta
está comprendida la disyuntiva entre el mecanicismo y el vitalismo. En
efecto, si el viviente es una máquina creada por la naturaleza, entonces
la naturaleza misma es una maquinaria cuyo movimiento es tan
determinista como el movimiento de las manecillas del reloj; por otro
lado, si no es lo mismo, si hay algo más en el viviente que explica la
vida, entonces no se estaría lejos de la metafísica del vitalismo.
El descubrimiento del mundo microfísico con sus características
inasibles para el científico fue para Jordan el eje de la respuesta a este
problema. En este capítulo se abordará este problema, y se desarrollará
posteriormente la respuesta de Jordan al mismo. Se intentará explicar
cómo hizo Jordan para justificar que en los vivientes los movimientos
indeterministas de los corpúsculos microfísicos tienen efectos
observables macrofísicamente.
Santo Tomás definía a la vida como automovimiento85, pero esta
idea esconde una aparente contradicción en el contexto filosófico del
santo. En efecto, si el movimiento implica un paso de la potencia al
acto, y nada puede estar en acto y en potencia con respecto a lo mismo,
no se puede afirmar que una cosa se mueva a sí misma. Todo esto, a
menos que la razón del movimiento del viviente no esté en ninguna de
85 S.Th. I, 18, 1, c.; Aristóteles lo hacía, por su parte, indicando que el vivir consistía
en las acciones inmanentes (Eth. Nic. 1170a 33), esto es, en las acciones que tenían
como fin la perfección del agente (Met. 1050a 22). Sobre este tema cfr. Sanguineti,
2009.
106 La propuesta de Jordan
las partes del cuerpo orgánico. En efecto, esto es lo que llevaba a Santo
Tomás – y también a Aristóteles – a postular la existencia de un primer
motor del viviente: el alma86.
Hay, no obstante, una cuestión que encuentra su solución en este
planteo –y en el del vitalismo– y es la pregunta por el origen del
movimiento del viviente. ¿De dónde saca su movimiento el viviente?
De una “fuerza” –todo movimiento surge como efecto de una fuerza– y
esa fuerza de un “motor no físico”, porque todas las partes físicas del
cuerpo reciben esta fuerza y la comunican en cuanto que la reciben. La
fuerza debe provenir de una fuente inmaterial que la posea si recibirla.
Más bien, esa fuente debe ser la fuerza misma presente en todas las
partes moviéndolas.
Sin embargo, después de Descartes la pregunta por el origen del
movimiento dejó de tener sentido. Antes parecían existir dos cosas: el
movimiento y el reposo. La novedad fue que el reposo no existe como
un absoluto, sino que, siendo este la negación del movimiento, se trata
de una realidad relativa. Se está en reposo con respecto a algo y nunca
existe un reposo absoluto. Esto significa que lo único real es el
movimiento y que el reposo sólo es real en términos relativos. Ahora
bien, afirmar esto es, de alguna manera, declarar que la pregunta por el
origen del movimiento en general no tiene sentido, o al menos que no
lo tiene desde el punto de vista físico. El movimiento es un hecho tan
concreto e inexplicable físicamente como la existencia del universo.
Pascual Jordan estaba tan imbuido de este esquema de
pensamiento que en lugar de plantearse “¿por qué se mueve el
viviente?” o “¿de dónde proviene su movimiento?”, se cuestionaba por
qué lo hace de modo diferente a los cuerpos inorgánicos, qué es lo que
diferencia el movimiento de un viviente del de un no-viviente.
86 No deja de ser interesante que el término utilizado por Aristóteles para referirse al
alma sea “entelequia” (que comúnmente se traduce como “acto”), ya que es el mismo
término utilizado por Driesch para referirse al principio vital que hace que los
vivientes no puedan nunca ser reducidos a sus principios físico-químicos para ser
explicados, y que acercan las cuestiones biológicas a las problemáticas filosóficas.
La propuesta de Jordan 107
Este planteo admite una pregunta previa: “¿Existe acaso alguna
diferencia entre el movimiento de los seres inorgánicos y el de los
organismos?”. Esta pregunta está formulada en relación a las leyes que
rigen los movimientos estudiadas por los físicos: “« ¿Intervienen en la
vida orgánica leyes especiales que sobrepasan la física del mundo
inorgánico?» y también: « ¿El organismo viviente es una máquina?»”
(Jordan 1959, 149)
Estas dos preguntas estaban íntimamente relacionadas para
Jordan, la segunda determina el “alcance” de la primera.
Así la cuestión aún controvertida de la existencia de leyes particulares
y específicas para el mundo orgánico, no podría ser encaminada hacia
su solución más que esforzándose en estudiar a fondo todas las
posibilidades de explicación ofrecidas por las leyes del mundo
inorgánico. Se ve, entonces, surgir una cuestión: « ¿las leyes de la física
atómica y de la física cuántica presentan una importancia primordial
para los fenómenos de la vida?»
Para medir el alcance, introducimos por eso esta segunda fórmula
posible: « ¿El organismo viviente es una máquina?». (Jordan 1959,
121).
Esta segunda pregunta se ha convertido en un lugar común a partir
del planteamiento mecanicista que hizo Descartes acerca de los
vivientes.
Existen similitudes entre una máquina y un viviente, la primera
de las cuales es la posesión de partes con funciones diferentes
orientadas al desarrollo del todo. Además, podría decirse que, al menos
en un nivel fenoménico, tanto la máquina como el viviente poseen
automovimiento 87 . Sin embargo, Jordan plantea el problema de la
siguiente manera:
87 La inexistencia de mecanismos movidos por alguna forma de energía en la edad
media y antigua explica por qué esto no era una cuestión ni para Santo Tomás ni para
Aristóteles.
108 La propuesta de Jordan
Si las modalidades de estructura de los organismos vivientes son tales
que esta «acausalidad» de los eventos microfísicos elementales puede,
de una manera o de otra, producir los efectos notorios en los fenómenos
vitales, el organismo no es, en realidad, una máquina. Pero si la
acausalidad de la física cuántica no tiene ninguna significación en
biología, el comportamiento de la materia en el organismo viviente debe
presentar la misma sucesión infalible de causas y efectos que
encontramos en la física y la química macroscópica del mundo
inorgánico; y su predeterminación, perfectamente clara a nuestros ojos
y semejante a aquella de una máquina, no deja ninguna posibilidad de
intervención común de las leyes específicas que se supone que rigen la
vida. (Jordan 1959, 122).
El argumento de Jordan, entonces, se podría resumir en este
silogismo:
Ninguna máquina está sometida a las leyes indeterministas del mundo
microfísico.
Todo viviente está sometido a las leyes indeterministas del mundo
microfísico.
Luego: los vivientes no son máquinas.
Para dilucidar la premisa mayor no necesitó Jordan más que la
evidencia. Se observa que para que un aparato opere, “cada una de las
piezas de la máquina debe ofrecer plena garantía de funcionamiento
necesario y unívoco bajo la acción de las fuerzas que se ejercen sobre
ella” (Jordan 1959, 121). Los términos ‘necesario’ y ‘unívoco’
manifiestan claramente a dónde quiere llegar Jordan: “El criterio
esencial de la máquina, que es la firme regularidad de su
funcionamiento, presupone el absoluto mantenimiento en vigor de las
rigurosas relaciones deterministas de causa a efecto, que dominan toda
la «macrofísica»” (Jordan 1959, 121). Dado que son compuestos de
partes macrofísicas, en el complejo sistema de la máquina se da el más
puro determinismo. Y, dado que –según lo dicho anteriormente– en el
La propuesta de Jordan 109
mundo microfísico no se da el determinismo, las máquinas no están
sometidas a la «acausalidad» que rige en el mundo microfísico. Con
esto, queda demostrada la premisa mayor.
La obra de Jordan que aquí nos ocupa fue escrita a mediados del
siglo XX y era la conclusión de sus investigaciones llevadas a cabo
durante la primera mitad del siglo. Tal vez hacían falta los posteriores
desarrollos tecnológicos alcanzados en la segunda mitad del siglo y en
el presente siglo XXI para que el concepto de máquina involucre
eventos cuánticos, y la tesis de Jordan quede concretamente refutada,
pero en ese momento era el producto de las últimas investigaciones. En
el siguiente apartado se expone la demostración de Jordan de la premisa
menor: ¿cómo es que los vivientes están regidos por las leyes del mundo
microfísico siendo que muchos de ellos tienen dimensiones
macrofísicas?
Microfísica del viviente
De acuerdo con la premisa menor del silogismo planteado en la
página 108, la vida es una forma de manifestación macrofísica del
mundo microfísico. Para Jordan la demostración de esta tesis implicó
gran parte del trabajo de su vida y para la posteridad ese trabajo fue un
peldaño más en la aparición de la microbiología o lo que también se
llama biología molecular. En el siguiente capítulo se expondrán las dos
teorías biológicas que en su momento llevaron a Jordan a comprender
esta idea. La Teoría del Objetivo (Target Theory), por un lado, y la
Teoría de los Amplificadores por otro. La primera demuestra que la
célula, unidad básica de todo viviente, posee ciertos orgánulos que por
sus dimensiones son susceptibles de ser afectados por partículas
atómicas, y dada su trascendencia para la vida de la célula, estas
afecciones repercuten en la célula como un todo. Algunos ejemplos
ayudarán a comprender las investigaciones en este campo. Por otro
lado, la Teoría de los Amplificadores o, en su acepción más larga Teoría
de los organismos como amplificadores, sostiene que los eventos
cuánticos son transformados en fenómenos macrofísicos en virtud de la
incidencia de aquellos orgánulos en el resto de la célula y por ella, en el
resto del viviente.
110 La propuesta de Jordan
La necesidad de expandir la mecánica cuántica a la biología no
era, para Jordan, sólo una intención o un deseo, era más bien una
verdadera misión intelectual 88 . Por eso trabajó mucho tiempo
intentando corroborar si la fineza de las partes de los organismos
alcanza a los niveles microfísicos de tal manera que las partículas
elementales no sujetas a la rígida causalidad tengan injerencia en el
accionar total del organismo viviente.
Esto último se le aclaró cuando hacia 1937 tomó contacto con la
Teoría del Objetivo (Target Theory89) desarrollada a comienzos de la
década del 20 por el físico Friedrich Dessauer. Esta Teoría sostenía que
cuando se sometía a un organismo unicelular a una irradiación de rayos
X (o Gamma), el organismo absorbía tal energía en forma de “paquetes”
(otra prueba a favor de la física cuántica), y que de esos ínfimos
proyectiles sólo alguno daba “en el blanco”, es decir, sólo alguno lo
dañaba letalmente. De esta manera mediante un análisis estadístico de
aciertos y yerros se podría obtener una idea del tamaño y la estructura
de la “zona vital” del organismo (R. H. Beyler, 1996 y 2007).
Jordan destacaba que en esa “zona vital” de todos los
microorganismos (y por ende en la célula) había ciertos órganos que
88 Beyler comentando un texto de Heilbron (“The Earliest Missionaires of the
Copenhague Spirit”, Revue d’histoire des sciences, 38 (1985), 195-230) en el que
utiliza el término “misioneros” para referirse a los físicos de la interpretación de
Copenhague porque pretendieron extender el alcance de la teoría cuántica a otros
ámbitos de la ciencia empezando por la biología (como lo hicieron principalmente
Bohr, Schrödinger, Delbrück y Jordan mismo), sin embargo, afirma que en el caso de
Jordan no era solamente una metáfora sino una verdadera misión, pues, para él, el
indeterminismo cuántico no era sólo un dato de la experiencia sino, sobre todo, un
descubrimiento providencial que implicaba la liberación del hombre y de la cultura de
las ataduras del materialismo cuya concretización era el comunismo (R. H. Beyler
1994, 15-16).
89 La traducción podría ser Teoría del Blanco. La idea de “blanco” expresa mejor el
acierto del proyectil en el objetivo, se dice que un proyectil “hizo blanco” en un lugar
determinado. Acá se trata de las partículas que “hacen blanco” en los centros de
comando del viviente.
La propuesta de Jordan 111
poseían la importante función de dirigir o comandar a las demás partes
del organismo. Y en ellos se daban reacciones físico-químicas que
pertenecían al orden atómico90. Piénsese en el núcleo celular, o aún más
en los genes ubicados en los cromosomas que gobiernan los fenómenos
de la herencia; estos son estructuras del tamaño de una molécula, tan
pequeñas que no podían ser indiferentes a la acción de las partículas
cuánticas.
Una consideración más minuciosa de tan maravillosas constataciones
nos presenta como insoslayable la convicción de que esa sensibilidad
tan aguda de la célula estudiada viene a ser una inevitable consecuencia
de existir en aquella un órgano de dirección de un grado de finura
microfísico, cuya integridad es indispensable para las funciones vitales
de la célula (Jordan 1954, 45).
Jordan sabía que los genes eran estructuras moleculares y que de
ellos dependía el patrimonio hereditario de cada organismo. También
sabía que los genes eran el material con que están conformados los
cromosomas que se encuentran en el núcleo celular. Con el fin de poder
determinar la fineza de las estructuras de comando y su repercusión en
el viviente, Jordan se valió de ciertas experiencias con microorganismos
que realizaban para ese entonces los físicos y biólogos de la teoría del
objetivo. Algunas de estas experiencias consistían en irradiar bacilos
con rayos X o Gamma, como mencioné más atrás, otras en someterlos
a la acción de hormonas o venenos. Además estudió las respuestas
inmunológicas y la percepción sensorial 91 en las que también se
observaban reacciones de orden microfísico (R. H. Beyler 2007, 75).
90 “…es un hecho no menos general que los órganos y los procesos de comando
pueden ser de una fineza extraordinaria.” (Jordan 1959, 68)
91 La acción del cuánto de luz en la retina ocular es uno de los ejemplos señalados en
la obra con los cuales intentar mostrar que un evento microfísico puede poner en
movimiento todo el “edificio macrofísico” de un organismo viviente, como la
persona: “Pero aquí un único fotón no aparece solamente como provocando una
modificación profunda en el seno de una célula aislada, sino como provocando un
112 La propuesta de Jordan
Algunos experimentos
Uno de los experimentos realizados fue someter diferentes
bacilos a la iluminación de los rayos UV. La observación que le
sorprendió fue la inmediatez entre el instante de vida y el de muerte del
bacilo, es decir, el bacilo sometido a dicha radiación no pasaba por
estadios intermedios entre la vida y la muerte. No se enfermaba o
mutilaba para terminar muriendo luego de unos segundos de agonía.
Sencillamente pasaba de un estado de “rebosante” salud a un estado de
muerte definitiva.
Se hizo un análisis estadístico de la mortalidad de un conjunto
de bacilos. A los 10 segundos de sometimiento a la radiación UV, se
habían muerto ½ del total. A los 20, ¼ más; a los 30, ⅛; etc. “La
irradiación ultra violeta de las bacterias equivalen a su bombardeo por
una granizada densa de minúsculos proyectiles: estos proyectiles son
los fotones de los que se compone la luz, como lo ha revelado la física
cuántica.” (Jordan 1959, 132). Un fotón de luz UV es mucho más
pequeño que el microorganismo (unos cuantos miles de micrones), y
por ende, el fotón no destruía la célula parte por parte92; más bien
parecía que alguno de estos fotones alcanzaba el mencionado “centro
de comando” y en eses momento provocaba inmediatamente la muerte.
La muerte no es el hecho de la acumulación progresiva de menudas
lesiones resultantes de absorciones repetidas un número incalculable de
veces; ella sobreviene independientemente de todas las otras
absorciones en el momento preciso en que un fotón individual consigue
proceso de conciencia en el seno del cerebro humano, que por el encadenamiento de
los fenómenos psíquicos puede devenir el punto de partida de las reacciones más
impresionantes del ser humano todo entero ¡con sus trillones de células!” (Jordan
1959, 152)
92 La comparación que usa Jordan para explicar la relación de tamaño entre uno y otro
es elocuente: dice que “el efecto observado es tan sorprendente como el hecho para
un crucero acorazado de ser hundido por una bala de fusil aislado” (Jordan 1959, 132)
La propuesta de Jordan 113
excepcionalmente un “golpe de gracia”, que provoca entonces
repentinamente la muerte de la célula (Jordan 1959, 133).
Pero la muerte no era el único fenómeno que se podía observar
mediante la experimentación. Las mutaciones operadas en
microorganismos e incluso en organismos macrofísicos (como la mosca
Drosophila) eran también evidencias de las repercusiones de los eventos
microfísicos sobre el viviente macrofísico en el que sucedían. Dado que
el gen es una molécula, cualquier acción ejercida sobre él podría
generar un cambio que afectaría la estructura de todo el organismo. “Si
un salto cuántico se produce en la molécula de un gen, aparece luego el
centro de dirección de la célula esencialmente alterado, de tal suerte,
que derivan de este hecho efectos macrofísicos” (Jordan 1954, 64)93. El
fenómeno de la herencia es uno de los hechos biológicos en los que se
ve bien claro el eco de los eventos cuánticos microfísicos:
Una modificación que afecta a un gen provoca la transformación
hereditaria de una particularidad en el individuo que desciende de la
célula germinal en cuestión. Tales modificaciones de genes llamadas
«mutaciones» se encuentran ocasionalmente en la naturaleza, pero
pueden ser provocadas con una frecuencia superior por la acción de los
rayos X. (Jordan 1959, 69).
Si bien es cierto que en la naturaleza estos eventos no suceden
con mucha frecuencia, se sabe que pueden ocurrir con la mera acción
93 En su obra “Biología Cuántica”, Jordan explica que en la célula, en el desarrollo
filogenético de las especies y en la estructura de algunas partes pluricelulares, el
fenómeno fundamental es la acción microfísica de una partícula sujeta a la
indeterminación causal (acausalidad): “El conjunto de la genética aparece dominado
por el hecho fundamental de la discontinuidad de las mutaciones. La alteración del
estado de un gene – el tránsito de un gene alelomorfo a otro – tiene lugar a saltos,
según una ley del «todo o nada», y al gene alelomorfo aislado no cabe concederle ya
variabilidad biológica alguna” (Jordan 1954, 69); “con concluyente evidencia
debemos reconocer como acaecimiento primario de dirección en los efectos
biológicos que alcanzan lo macrofísico, a un hecho elemental microfísico, un salto
cuántico aislado” (Jordan 1954, 72).
114 La propuesta de Jordan
de un fotón UV sobre una célula. La vida no escapa a la indeterminación
cuántica.
Otros experimentos tenían que ver con los llamados fenómenos
autocatalíticos. Se llama “catalizadora” aquella sustancia que estimula
o favorece una determinada reacción química. Los fenómenos
autocatalíticos son aquellos en los que una sustancia produce ella
misma durante una reacción química los elementos catalizadores de la
misma reacción. Estos fenómenos eran considerados “la forma original
de todos los fenómenos vitales” (Jordan 1959, 81), o “la forma más
primitiva o como la más extremada simplificación de la vida” (Jordan
1954, 48). Eran fenómenos fundamentales puesto que
la multiplicación del genoma por medio de la división y la
multiplicación de las células embrionarias es la condición primera de la
procreación de nuevos individuos, parecidos a sus padres porque el
genoma se multiplica bajo una forma idéntica por autocatálisis (Jordan
1959, 81).
Teoría de los amplificadores
La finura microfísica de estos fenómenos garantiza los efectos
cuánticos a gran escala, esto es, en todo el virus, la célula o el individuo
pluricelular. Sin embargo, esto no sería posible si el viviente no se
comportara como un “dispositivo amplificador”94. Era preciso que un
fenómeno de proporción microfísica adquiriera magnitud macrofísica.
Este aumento no se realizaba en virtud de una acumulación porcentual
de fenómenos cuánticos, sino que realmente un minúsculo movimiento
de partículas generaba cambios que se multiplicaban en forma de
“reacción en cadena”. Es lo que Jordan denominó “el principio de las
avalanchas”.
La posibilidad de atender a los efectos de amplificación tales que
permiten franquear el abismo monstruoso que separa la microfísica y la
94 Sobre este tema cfr. Wise, 1994; Beyler, 2007.
La propuesta de Jordan 115
macrofísica, ha aparecido gracias a la ingeniosa aplicación del principio
de las avalanchas. (Jordan 1959, 126).
La caída de un minúsculo copo de nieve puede generar un alud,
arrastrando a otros con él, “completamente a la manera de la avalancha
de nieve, se trata de producir un estado de un grado elevado de
inestabilidad, en el cual una impulsión ínfima pueda entrañar la puesta
en marcha de un fenómeno que se va amplificando a sí mismo.” (Jordan
1959, 127)95.
En los seres pluricelulares, “la célula viviente presenta
efectivamente el carácter de un dispositivo amplificador que permite a
un acto microfísico aislado alcanzar repercusiones macrofísicas”
(Jordan 1959, 136). Las ínfimas mutaciones provocadas por la acción
de pequeñas partículas microfísicas, provocan efectos “en avalancha”
que pueden ser perfectamente percibidos a simple vista 96 . He
mencionado muchos de ellos en este apartado: la muerte de un bacilo,
la mutación en un virus, una bacteria o aún en los vivientes
pluricelulares97.
95 Jordan menciona varias veces al Contador de Geiger y la Cámara de Wilson como
ejemplo de aparatos que amplifican eventos microfísicos y que por eso parecen
corroborar la existencia y la realidad de los átomos y de otras partículas como los
electrones, protones, fotones, etc.
96 Al explicar las diferencias entre la máquina y el viviente afirma Jordan que “la
acausalidad de las reacciones aisladas de la física atómica juega un rol decisivo en los
fenómenos biológicos. Hace falta por eso que el organismo viviente posea una
estructura que recuerda a la de un amplificador – en el sentido que debe existir un
comando gracias al cual los actos microfísicos aislados dirijan las reacciones del
organismo.” (Jordan 1959, 128)
97 El mismo surgimiento de la vida en la Tierra debe explicarse a partir de aquí.
“Razonando por analogía, se puede admitir que hay que ver en los orígenes de la vida
sobre nuestro globo, no una evolución de gran envergadura, que se ha apoyado
únicamente sobre numerosos individuos moleculares en conformidad, por
consiguiente, con la ley de causalidad, sino más bien un éxito en un juego de
contingencias creadoras, tal que lo que ha sido realizado una vez ha ido
multiplicándose y proliferándose en avalancha por vía de autocatálisis.” (Jordan 1959,
99)
116 La propuesta de Jordan
Todo proceso macrofísico en el ámbito de la vida esconde un
evento microfísico de indeterminación “al final de la cadena”, esto
quiere decir que si uno sigue hacia atrás el hilo causal se encontrará con
un fenómeno acausal.
Si un salto cuántico se produce en la molécula de un gen, aparece luego
el centro de dirección de la célula esencialmente alterado, de tal suerte,
que derivan de este hecho efectos macrofísicos: […]. Pero en su calidad
de hecho microfísico elemental, el salto cuántico no queda sometido a
ninguna determinación causal, de manera que los efectos macrofísicos
que pone en movimiento, si seguimos su encadenamiento causal hacia
atrás, nos conducirán, como última raíz, a un hecho de indeterminación
aislado (Jordan 1954, 64).
El ser vivo es, según Jordan, una coordinación de dos mundos, el
mundo microfísico que subyace al mundo macrofísico.
La vida es una repercusión de la acausalidad del mundo inferior en el
mundo superior donde reina la causalidad: el hecho de hundir sus raíces
en el mundo microfísico y el hecho de emerger en el mundo macrofísico
constituyen el uno y el otro, en igual medida, los elementos
característicos y esenciales (Jordan 1959, 151).
El viviente no es para Jordan ni macrofísico ni microfísico, sino
justamente la combinación de ambos mundos. “Los dos aspectos del
fenómeno vital, su lado microfísico y su lado macrofísico, van por
consiguiente de la mano, y es su reunión la que constituye el ser
viviente” (Jordan 1959, 154). Los hechos cuánticos que tienen lugar en
el mundo microfísico de las moléculas y átomos que componen al
viviente, cuando suceden dentro de los centros de comando de la célula
desencadenan una reacción en avalancha. El mundo inferior repercute
en el superior, y la acausalidad cuántica emerge en fenómenos causales
estadísticos macrofísicos.
La naturaleza pone al servicio de la libertad microfísica, por el muy
ingenioso dispositivo de comando y de amplificación, el
La propuesta de Jordan 117
encadenamiento causal de las reacciones estadísticas del conjunto
(Jordan 1959, 154).
Se podría objetar que si los eventos cuánticos que suceden en el
interior del viviente son la causa de la espontaneidad del mismo,
deberían existir este tipo de movimientos en los seres inorgánicos toda
vez que estos también están compuestos de átomos y partículas
cuánticas. No obstante, la tesis de los centros de comando es crucial
para marcar la diferencia entre los seres orgánicos y los inorgánicos.
Esto significa que los no vivientes carecen de los “canales” necesarios
para que un solo evento cuántico aislado pueda generar reacciones en
avalancha y repercutir de este modo en movimientos espontáneos
macrofísicos.
Con esto queda demostrada la premisa menor del silogismo
anteriormente expuesto98. Los vivientes manifiestan espontaneidad en
sus actividades dado el afloramiento macroscópico de las reacciones
indeterminadas del nivel microfísico. Los vivientes, entonces, no son
susceptibles de ser considerados como meras maquinarias.
4.2.3. Acausalidad y libertad
Una vez establecido el alcance del fenómeno cuántico hasta la
esfera de la vida, Jordan amplía su visión. Los fenómenos acausales son
impredecibles y por eso introducen “novedad” en el mundo microfísico.
No así en los seres inorgánicos macrofísicos. Pero esa “novedad se da
también en los vivientes dada la posesión de los centros de comando
que permiten el proceso “en avalancha” y la emergencia del fenómeno
cuántico hacia la superficie macrofísica. Aquí se mostrará que para
Jordan, esa “novedad” se extiende más allá de la vida, es decir, alcanza
a explicar la vida humana, su libertad. Jordan utiliza el término
“libertad” para referirse al movimiento de las partículas, pero entiende
esta libertad como la que se encuentra en la base y se expande hacia
98 Cfr. p. 108
118 La propuesta de Jordan
fuera, hacia la corteza, mediante la estructura descripta en el capítulo
anterior.
El mundo microfísico descubierto por la física del siglo XX
implica ciertas propiedades que se oponen absolutamente a las que
fundaron la ciencia física durante años. Al determinismo, la
predictibilidad y la continuidad exigida por la visión causalista de la
física clásica, se contraponen el indeterminismo, la impredictibilidad y
la discreción de los movimientos cuánticos de la materia. A la
causalidad se le enfrenta la acausalidad.
Sin embargo, Jordan no admite que exista un verdadero
enfrentamiento. La causalidad del mundo macrofísico es el reverso de
la acausalidad del mundo microfísico. Una cuestión estadística marca
la diferencia. Lo que puede predecirse o determinarse de muchos no se
puede de uno aislado. Los organismos vivientes escapan también a tal
determinismo y conservan un grado de impredictibilidad e
indeterminismo. La diferencia, como señala Jordan, no es entre física y
biología sino entre “macrofísica” y biología99.
El esquema sería el siguiente:
fig. 1
99 “En principio, la física atómica y cuántica nos enseña que la diferencia constatada
a la luz de nuestros ejemplos, no constituye en realidad una diferencia entre la física
y la biología, sino solamente entre la «macrofísica» y la biología” (Jordan 1959, 209).
La propuesta de Jordan 119
Empezando por las partículas elementales, las leyes que
gobiernan sus movimientos no son leyes que permitan a uno tener la
capacidad de predecir unívocamente el resultado de sus movimientos.
Únicamente se pueden tener marcos de probabilidades que son, sin
duda, algún tipo de conocimiento pero no uno que permita elaborar
predicciones con certeza. Los eventos microfísicos son inasibles para el
hombre. Como el mismo Jordan afirma en varios momentos, existe en
ellos cierta “libertad” 100 o “caprichosa vitalidad”101.
Las reacciones del átomo o de la molécula aislada no están más
causalmente determinadas con certeza por las acciones a las que ellas
están sometidas; la molécula aislada tiene la «elección» en cada caso
entre una serie de reacciones posibles, y su «elección» se ejerce
siguiendo las posibilidades determinadas, fijadas por las leyes. (Jordan
1959, 122)
Si el átomo o la molécula “deciden” –expresión que Jordan
comprende ser metafórica–, es porque en ellos realizan movimientos
impredecibles. Sus acciones no están fijadas a leyes rígidas que mueva
a uno a esperar siempre tal reacción de tal acción. Hablando de la
disgregación del átomo del radio, Jordan dice que “estamos fácilmente
tentados a caer en el «antropomorfismo» y decir que el átomo aislado
de radio decide él mismo el momento en el que se disgregará” (Jordan
100 “A pesar de la ausencia de predeterminación unívoca de las reacciones de los
átomos, todo lo que se produce para los planetas –así como para cualquiera de nuestras
máquinas– está determinado necesariamente por la causalidad aunque el planeta o la
máquina se compone en definitiva de átomos. […]. La mecánica cuántica, […], nos
enseña que nuestra incapacidad de prever el caso particular más allá de la ley
estadística, no se debe a una insuficiencia de saber de nuestra parte que sería
susceptible de ser ulteriormente superada: para todo lo que ocurre en los átomos
considerados individualmente, estamos en frente de una real «libertad» que constituye
una innovación total en relación a todas las ideas científicas antiguas” (Jordan 1959,
227).
101 “…el átomo sometido a acciones repetidas, similares puede entonces responder
mediante reacciones diferentes; manifiesta de ese modo una suerte de caprichosa
vitalidad…” (Jordan 1959, 39).
120 La propuesta de Jordan
1959, 64). No es lícito aplicarle al átomo categorías antropológicas
como la de “libertad”, pero sí es lícito razonar a la inversa. Tal vez la
libertad no sea sino una de las manifestaciones macrofísicas de los
movimientos cuánticos.
Se empieza a comprender el alcance que Jordan pretendía de la
física cuántica. Admitir que la materia estaba compuesta de partículas
cuánticas cuyos movimientos son indeterminados o acausales,
implicaba abrir en el seno del universo un espacio para la novedad y la
acción inesperada, es decir, un espacio para la libertad. Jordan
expresamente aclara que no pretende internarse en cuestiones
filosóficas profundas sino que su idea será atenerse al conocimiento
experimental recogido durante sus investigaciones en biología y física.
Con esto muestra que su concepto de “libertad” es bastante amplio: se
aplica tanto al hombre, como a los vivientes e incluso al átomo singular
y las partículas. Por eso, la primera “libertad” es la del átomo.
Los seres inorgánicos como conjuntos de partículas, por su parte,
están sujetos a la causalidad unívoca porque en ellos no existen “centros
de comando” desde los cuales se pueda propagar hacia el todo, la
indeterminación cuántica. Y, dado que son conglomerados inmensos de
partículas, las leyes de los grandes números permiten observar en ellos
un comportamiento determinista. La libertad del átomo particular queda
anulada en la suma total de reacciones del conjunto.
En el mundo inorgánico, la libertad del evento individual del mundo
subterráneo de la microfísica desaparece en la vasta compensación
estadística sin alcanzar resultados sustanciales. Mas, cuando parte del
centro de comando de un organismo, este evento individual ve abrirse
delante un vasto campo de consecuencias que condiciona, dirige y
domina.
Los dos aspectos del fenómeno vital, su lado microfísico y su lado
macrofísico, van por consiguiente de la mano, y es su reunión la que
constituye el ser viviente, fenómeno en el cual la naturaleza pone al
servicio de la libertad microfísica, por el muy ingenioso dispositivo de
La propuesta de Jordan 121
comando y de amplificación, el encadenamiento causal de las
reacciones estadísticas del conjunto (Jordan 1959, 154).
Pero en los individuos vivientes, y en especial en el hombre en
virtud de la estructura de su cerebro102, la “libertad” del átomo singular
se trasmite por amplificación (procesos en avalancha) a los siguientes
niveles.
Partiendo de los electrones y de los núcleos de átomos, arribamos, por
una gradación creciente pasando por los átomos y las moléculas, a los
individuos del mundo orgánico: impresionante indicio de que las leyes
de la física cuántica que rigen a los individuos inferiores, no pueden
más que continuar ejerciendo una influencia decisiva sobre la estructura
de los individuos superiores (Jordan 1959, 219).
La libertad se caracteriza por la introducción de “novedad” en el
mundo. Lo realmente novedoso es imposible de ser predeterminado a
partir de los estados presentes. Jordan recurre a un ejemplo muy
ilustrativo: un compositor genial, léase Mozart, Beethoven o el que se
quiera, compone una obra que es una completa novedad para la
humanidad, no solo porque sólo desde entonces comienza a existir y a
ser conocida, sino fundamentalmente porque no es posible de esperarla
a partir de lo existente. Nadie pudo haber predicho la aparición de tal
obra (Jordan 1959, 209). La novedad es absoluta. El hombre es
impredecible, e impenetrable en sus designios y decisiones.
De aquí se podría establecer este principio filosófico: El
indeterminismo cuántico es la condición de posibilidad de la vida y de
102 “Hemos sido inducidos a suponer que los hechos cerebrales, considerados desde el
punto de vista psicológico, podrían alcanzar un grado de fineza microfísica. Es un
poco dudoso que el paralelismo psico-físico se extienda hasta a los más ínfimos
detalles de los fenómenos psíquicos y físicos: en virtud de lo cual la
complementariedad debe forzosamente tener, en materia psíquica, una importancia
tan dominante como la que tiene en física en el acto cerebral, en virtud de su fineza
microfísica que hemos admitido” (Jordan 1959, 198).
122 La propuesta de Jordan
la libertad humana. De esta manera Jordan logra extender los principios
de la física cuántica a las ciencias de la vida y las ciencias humanas.
4.3. Indeterminismo, finalidad y acción divina
La idea de “libertad” utilizada por Jordan tal como la aclaramos
anteriormente, no se agota allí. La libertad como acausalidad no excluye
la libertad como “decisión autónoma”, al contrario, pareciera que la
implica. En este capítulo se intentará mostrar que Jordan veía en la
libertad cuántica el preciso momento de las decisiones de la libertad
creadora de Dios. Esta tesis envuelve una aparente contradicción: la
idea de acausalidad es contraria a la idea de finalidad, y sin finalidad no
parece preciso recurrir a una divinidad para explicar el devenir del
mundo. Esta objeción es en gran medida cierta, y por eso la afirmación
de Jordan no es una conclusión derivada necesariamente de premisas
físicas. Es, más bien, una propuesta interpretativa de los hechos que se
desprende del concepto de libertad. Por eso se justificarán los vínculos
lógicos que Jordan ve en las nociones de acausalidad, libertad y Dios,
para demostrar la tesis antes mencionada.
En el capítulo “ Alcance de la noción de acausalidad” se
especificó que la idea de causalidad está tomada de modo muy limitado
en el pensamiento de Jordan. Se entiende únicamente en términos de
“causalidad eficiente física”. Dentro de este tipo de causalidad se
podría, de acuerdo con lo considerado en capítulos posteriores,
distinguir entre la causalidad determinística que es aquella que permite
una predictibilidad futurística unívoca y la causalidad indeterminística
que se abre a una predictibilidad futurística multívoca debido a que la
indeterminación de las partículas admiten varias posibilidades de
reacción cada una de las cuales implica una probabilidad de ocurrencia
estadísticamente determinada. Este último es el reino de la acausalidad.
Esa acausalidad es la que rige la acción de todo individuo, sea una
partícula, un viviente o un ser humano de acuerdo con lo dicho en el
capítulo precedente. Cuando se trata de conjuntos, ya sea el caso de los
seres inorgánicos macroscópicos, un conjunto de vivientes (bosque,
La propuesta de Jordan 123
manada, etc.) o grandes grupos humanos, la sólida causalidad
determinista se vuelve a presentar, es decir, la causalidad eficiente
física103, y no las restantes causas que a pesar de ser casi olvidadas por
el físico, no dejan de colaborar en la constitución ontológica del
individuo.
Sin embargo, al tratar acerca de la vida uno se ve obligado a
plantear la cuestión teleológica, el problema de la causa final, que
brevemente hemos tratado en la página 95.
El concepto de «vida» no comporta solamente la libertad interna de los
fenómenos últimos que comandan los otros; comporta también el
carácter macroscópico y el desarrollo estrictamente causal de las
reacciones comandadas. Porque esta causalidad es la condición previa
y el sustrato de la determinación teleológica, finalista de las reacciones
orgánicas. Solo la causalidad, la relación segura e infalible de la causa
al efecto permite la acción de acuerdo con un plan, hacia un fin: esta
acción a través de las distancias en el espacio y en el tiempo, alcanza,
provocando las causas, a los efectos que se derivan por el juego de las
leyes físicas (Jordan 1959, 153).
El viviente es la conjunción de los mundos micro y
macrofísicos 104 . Por eso en él se da la indeterminación e
impredictibilidad cuántica al mismo tiempo que se puede hablar de
finalidad, esto es, de un plan que se ejecuta105 y que para el biólogo es
103 “En consecuencia, lo que interesa a la física macroscópica, es decir el
comportamiento medio de un número elevado de átomos de la misma naturaleza, es
susceptible de pronósticos a pesar de la imprevisibilidad de la reacción individual;
igual que el comportamiento medio de una gran manada de bestias o de la población
de una gran villa puede ser previsto con notablemente más exactitud que las
reacciones de los individuos que les son partes” (Jordan 1959, 211).
104 “La vida es una repercusión de la acausalidad del mundo inferior en el mundo
superior donde reina la causalidad: el hecho de hundir sus raíces en el mundo
microfísico y el hecho de emerger en el mundo macrofísico constituyen el uno y el
otro, en igual medida, los elementos característicos y esenciales” (Jordan 1959, 151).
105 Cfr. 1.2. Aristóteles, las cuatro causas.
124 La propuesta de Jordan
susceptible de ser descifrado y fuente de predicciones en el ámbito de
esta disciplina.
Muchas partículas agrupadas pueden conformar tanto un ser
inorgánico como un ser orgánico, y ambos, en cuanto conjunto de
partículas quedan subsumidos a las leyes deterministas que rigen en el
mundo macrofísico. Un cuerpo si es abandonado en el vacío, cae; y si
choca contra otro, recibe de él una fuerza impulsora. No importa si esté
vivo o si piense, simplemente reacciona como es esperable que
cualquier cuerpo reaccione. Las leyes de la mecánica clásica dirán lo
que va a ocurrir. Pero no se puede saber de qué lado del tallo saldrá la
primera hoja de una planta de poroto, o cuál haz de heno comerá el asno
de Buridán para evitar morir de inanición, y mucho menos qué decisión
tomará una persona en una determinada circunstancia.
Jordan habla aquí de un “plan”, de “acciones de acuerdo con un
plan” y establece que la única forma de pensar en el despliegue de este
“plan” es la causalidad determinística. La finalidad está, según Jordan,
ligada monolíticamente a la idea de causalidad porque ella conlleva la
determinación. En otras palabras lo que está queriendo decir es que hay
finalidad cuando hay predictibilidad futurística unívoca.
Esta última tesis excluye la finalidad del ámbito microfísico, pues
los eventos aislados son acausales, y, por tanto, no siguen un plan
determinado. En aquel submundo las cosas no parecen estar planeadas,
sino más bien sucederse a capricho, irracionalmente.
Una de las grandes dificultades que presenta el problema de la
finalidad es que ella exige una “cierta” presencia del fin antes de ser
alcanzado. El girasol adulto, está de alguna manera en la semilla de
girasol, y de alguna manera se encuentran los alimentos buscados por
los animales en ellos antes de alcanzarlos (intencionalmente). ¿Cómo
puede existir algo que aún no existe? La naturaleza de esta pregunta
pone de relieve el carácter metafísico del problema. Esto significa que
no va a bastar la física para resolverlo. De hecho, la física debe
contentarse con plantear la cuestión y dejarla en suspenso hasta nuevo
aviso, cuando algún científico afín a las especulaciones teóricas retome
el problema para dar un paso más, o al menos una opinión más, en un
La propuesta de Jordan 125
debate que permanecerá abierto per saecula saeculorum como sucedió
(y aun sucede) con el problema de los universales o el debate entre el
vitalismo y el mecanicismo en el que aquí, de alguna manera,
incursiono.
Lo cierto es que el problema de la finalidad tal como queda
planteado en la física es el siguiente: en un rincón, los que aun quieren
conservar el determinismo, y con él la hipótesis de un plan
preestablecido y la existencia de lo futuro en lo presente; en el otro, los
que afirman el indeterminismo en el seno de la realidad, y con él la
ausencia de cualquier plan que pueda prometer pronósticos seguros
acerca de los acontecimientos por venir. El número de rounds que se
presagian es proporcional a la cantidad de años en los que existan
hombres sobre la tierra; en otras palabras: siempre existirá el debate.
En realidad ambas posiciones esconden una disyuntiva metafísica
más honda. Responden en última instancia al afán de saber qué es lo
que se encuentra en el fondo de la realidad si hurgamos detrás de las
apariencias: ¿orden o desorden? ¿Caos o Cosmos?106 La pregunta no
pretende negar que haya ninguna de las dos instancias en sentido
absoluto. Ni los que admiten el cosmos, niegan que haya caos en algún
nivel más superfluo, ni los que sostienen el caos, niegan que haya orden
en estratos superiores. El punto es: ¿qué es lo último?, ¿qué se hallará
al final de la búsqueda?
La posición de Jordan a este respecto es bastante clara: la
finalidad permanece en un estrato superior (no es una expresión
cualitativa sino local), en el de los acontecimientos causales
macrofísicos. En el fondo, en cambio, en el mundo subatómico rige la
indeterminación y la ausencia de finalidad. Los seres inorgánicos en
tanto carentes de centros de comando están sujetos a la rígida
106 Y no es una pregunta exclusiva de la filosofía de la naturaleza o de la metafísica.
Hay antropologías que sostienen que el hombre, en su núcleo más íntimo es caos.
Piénsese en la teoría freudiana del “ello” como conjunto de pulsiones desordenadas y
desmedidas que pugnan por salir, o la visión de Hobbes sobre la sociedad como un
pacto de ordenamiento pacífico de una realidad humana miserable, egoísta y violenta
(homo homini lupus).
126 La propuesta de Jordan
determinación causal. Lo vivientes, por su parte, realizan sus
movimientos en virtud de las fluctuaciones cuánticas acaecidas en el
seno de la célula y redirigidas hacia el exterior por los centros de
comando en forma de reacciones en avalancha pero, al llegar al nivel
macrofísico, quedan causalmente determinadas. A la vista de todos, los
movimientos de los seres vivos se realizan conforme a un plan, pero en
el origen de tal o cual movimiento existía también un plan B, plan C,
plan D, etc. ¿Cuál plan sea el que el viviente lleve a cabo? No se sabe,
ni se podrá saber con certeza apodíctica. Por eso la finalidad en los seres
vivientes es una finalidad hipotética, relativa al curso que tome el
impulso originario de las partículas elementales dirigida por los centros
de comando.
Pero ¿Qué se quiere decir exactamente con el término “plan”?
¿Qué tan determinado, qué tan específico es el plan? Si por “plan” se
entienden los detalles mínimos del recorrido que un cuerpo debe
realizar, entonces alude a la finalidad relativa porque se trata del
entretejimiento de una serie de cadenas causales que concretan un
fenómeno en el que está inmerso el ser en cuestión. Afirmar que un ser
cumple su finalidad, entendiéndola de este modo, solo es posible en una
concepción determinista al modo laplaciano. O mejor, al modo
leibniciano porque esta tesis parecería indicar que cada cosa tiene
grabada en su ser su propio futuro con los detalles de posición, lugar y
tiempo, e incluso las relaciones con las demás entidades con las que
entrará en contacto en virtud de una armonía preestablecida por el
Creador.
Pero el mundo subatómico según Jordan indeterminado,
irracional, caprichoso, vital, libre, en una palabra: acausal, opuesto al
mundo determinista, racional, invariable, mecánico y necesario que se
halla en la superficie macrofísica107, es un mundo sin planes a seguir,
ni fines que cumplir.
107 No deja de ser interesante la palabra “corteza” que utiliza para referirse a este
mundo, en el texto citado en la página 74.
La propuesta de Jordan 127
Es esperable que este tipo de filosofías del caos primigenio
desemboquen en el ateísmo. Nadie creería en un dios que hace un
mundo caótico. En la antigüedad era más común encontrar religiones o
cosmovisiones en las que tal caos escapara de la mano de la divinidad.
Esta no hacía otra cosa que construir encima de él para encausar tales
impulsos ciegos, como Zeus que encerró a los Titanes en el seno de la
tierra. También es esperable que el determinismo considere al mundo
con su rígido ordenamiento causal saliendo de las manos de un dios
ordenador. Lo curioso es que no sucede necesariamente de este modo.
Y así como a Laplace, la tesis determinista le hacía considerar la
existencia de Dios como una “hipótesis innecesaria”, así a Jordan, la
irracional indeterminación cuántica le hace sospechar que entre los
intersticios de la “corteza” macrofísica, se encuentran las partículas
dirigidas por la voluntad caprichosa de un Creador.
Jordan no pretende, ciertamente, demostrar la existencia de Dios
en virtud de la acausalidad. Sus escritos no hacen metafísica. Él era un
hombre religioso, cristiano. Él no duda de la existencia de Dios, pero
concede que lo que sucede en el trasfondo microfísico de la realidad
podría ser para otros el azar ciego de la naturaleza.
Así, desde su origen, la vida orgánica se destaca ella sobre el segundo
plano de la naturaleza inorgánica, siendo el resultado no de una
necesidad causal previsible sino de otra cosa que podríamos llamar
“azar”. O el «capricho del Creador». (Jordan 1959, 100)108.
108 La cita completa ayuda a comprender esta afirmación en el contexto de las tesis
principales de Jordan: “Forzosamente debemos concluir que en el origen histórico de
la vida (si se puede hablar de tal cosa, porque no hay naturalmente un límite decidido),
no hay fenómeno macrofísico o macroquímico a gran escala, sino eventos
excepcionales de física molecular que no se producen más que una vez. No es bajo el
aspecto de un hecho necesariamente determinado por una causa que la vida ha
aparecido en la historia de la Tierra, porque ella ha sido el resultado de eventos
aislados, imprevisibles, microfísicos, de posibilidades de repercusión en avalancha.
128 La propuesta de Jordan
Las opciones podrían ser variadas, pero en última instancia se
resumen en dos: la religión o el panteísmo. La religión admite la
existencia de un Dios extramundano, el panteísmo convierte a la
naturaleza en el único dios.
La validez de las leyes físicas se detiene en el umbral del evento aislado,
decidido por el destino o por la voluntad celeste, porque este evento es
forjado en el mundo inferior de la microfísica. […]. El hombre que
tenga sentimientos religiosos prestará un sentido a los eventos
aleatorios que se cumplen extraídos del mundo inferior. El panteísta
verá en la latitud acausal del fenómeno microfísico la expresión de una
sorda vitalidad extendida en todas partes en el mundo inferior. Será
apoyada por un descubrimiento fundamental al cual la biología ha
arribado en estos últimos años, a saber que el maravilloso fenómeno de
la vida orgánica por más que tenga como teatro propio de sus
manifestaciones al mundo superior, no hunde menos sus raíces
profundas en el mundo microfísico inferior. Por su lado, aquel que
adopta el punto de vista religioso creerá posiblemente reconocer en la
incesante intervención de decisiones autónomas que presenta el
comportamiento de los átomos la marca de la creación continua de la
que habla Hamann. (Jordan 1959, 52)
Jordan dedica unas páginas al surgimiento de la vida en la tierra.
La vida se prepara en el océano primitivo a causa de la combinación
azarosa de los elementos que constituyen a los vivientes. La acción de
los rayos UV provenientes del Sol, las tormentas eléctricas constantes
en la atmosfera primitiva, el vulcanismo y otras formas de energía
produjeron las primeras moléculas orgánicas (aminoácidos, ácidos
Así, desde su origen, la vida orgánica se destaca ella sobre el segundo plano de la
naturaleza inorgánica, siendo el resultado no de una necesidad causal previsible sino
de otra cosa que podríamos llamar «azar».
O el «capricho del Creador»” (Jordan 1959, 100).
La propuesta de Jordan 129
nucleicos, etc.)109. A partir de ellas se formaron las primeras células y
los restantes vivientes.
Sin embargo, no admite que esta evolución haya sido “a gran
escala” sino a partir de un único individuo que sufre una mutación110.
Cada especie viviente sobre la tierra aparece por la mutación de un
individuo que trasmite su modificación genética “en avalancha” al resto
de su progenie. Esta idea se agrega a las mencionadas anteriormente, a
saber: que los vivientes poseen “centros de comando”, y que un solo
fotón aislado absorbido en ese “centro de comando” puede generar un
cambio total en el viviente El resultado es un universo que evoluciona
en virtud de cambios operados por fenómenos microfísicos a escala
pequeña. La acausalidad está en la base del origen histórico de la vida.
Identificar “azar” y “capricho del Creador” no significa otra cosa
que entender el universo con el juego de sus movimientos como el
producto de “decisiones” aisladas e imprevisibles. Esas “decisiones” no
pueden ser tomadas por átomos y partículas, evidentemente. El hecho
de que Jordan utilice generalmente el término “decisión” o algún
sinónimo parece insinuar que lo que se esconde detrás de los eventos
imprevisibles e indeterminados descubiertos por la física cuántica es la
acción de un Dios creador con voluntad propia111. Y esta acción está
detrás de todos los cambios en la naturaleza. En los seres inorgánicos
las fluctuaciones cuánticas se anulan en el conjunto, en los vivientes se
hacen macrofísicas en virtud de los efectos de amplificación de los
centros de comando. También en el hombre sucede de esta manera. La
acción “caprichosa” de Dios se esconde detrás de la “libertad” del
mundo y del hombre.
109 Este tema lo desarrolla extensamente Oparin aunque desde una posición
completamente contraria a la de Jordan. Cfr. Oparin 1998.
110 “Es un hecho que la totalidad de los individuos de formas nuevas pertenecen a la
descendencia de un único individuo mutado” (Jordan 1959, 99).
111 Para un estudio pormenorizado de esta cuestión ver Silva 2009.
130 Conclusión
Conclusión
Una vez acabado el desarrollo de este trabajo de investigación
conviene sintetizar en forma de conclusión las ideas que se
desarrollaron y se intentaron demostrar.
En el capítulo 1 he recorrido la historia del surgimiento de la
ciencia contemporánea indagando la génesis ontológica del
determinismo. De este modo el universo determinista se transformó
hacia fines del siglo XIX en una premisa insoslayable para todos los
científicos. Negarlo significaba destruir la ciencia misma porque al
hacerlo se destruía la causalidad, esto es, el objeto mismo de la ciencia.
En el capítulo 2 se muestra como el surgimiento y desarrollo de
la teoría cuántica en tanto explicación de los fenómenos microfísicos
(fenómenos que están en la base de la realidad y constituyen desde el
punto de vista de la física el “fundamento” de la misma), significó una
verdadera revolución frente a la concepción determinista de la
naturaleza. En efecto, los corpúsculos que se encuentran en el mundo
microfísico no siguen las leyes que rigen el mundo de los cuerpos, más
bien parecen atentar contra ellas. Si en el mundo macrofísico hay
continuidad, en el microfísico hay discontinuidad; si en aquel hay
predictibilidad, en este impredictibilidad; si el mundo macrofísico es
objetivo, es decir, observable y calculable, el mundo cuántico es
subjetivo, incapaz de ser observado sin modificarlo y necesitado de
nuevos formalismos matemáticos. Por fin, si todas las notas ontológicas
que se dan en la superficie del mundo macrofísico permiten hablar de
causalidad, sus opuestas que rigen el fondo microfísico obligan a
utilizar el término “acausalidad”.
Este término fue desarrollado por Jordan en toda su obra, y
recurre siempre a él para referirse al indeterminismo, sin embargo ni
este ni su contrario, el determinismo, pueden analizarse únicamente
desde el punto de vista físico. En el capítulo 3 se explica que tanto la
indeterminación como la determinación son ideas con profundas
consonancias metafísicas, al igual que el término “causalidad”.
Indeterminismo físico significa multivocidad, y multivocidad significa
Conclusión 131
conocimiento probable y no necesario. Dado que de una posición se
esperan varias consecuencias de acuerdo a criterios estadísticos, no se
puede hablar allí de determinismo sino de indeterminación. Y si, como
admite Jordan, determinismo es sinónimo de causalidad, entonces la
multivocidad de los fenómenos cuánticos indica “acausalidad”.
Por eso, al final del capítulo se elabora una reflexión más amplia
de los términos “determinación” y “causalidad” intentando resucitar sus
acepciones filosóficas planteadas especialmente por Aristóteles.
Determinar la sustancia es lo que hace la forma sustancial y las formas
accidentales. Por eso, toda sustancia por muy pequeña que sea está
determinada en el sentido metafísico del término. Sería impensable una
materia completamente carente de determinación. La indeterminación
es necesariamente un concepto relativo. De modo tal que uno puede
descubrir que ciertas reacciones de las partículas son indeterminadas, y,
aún más, puede incluso afirmar que “en el fondo toda realidad es
indeterminada”. Esto siempre y cuando la expresión en el fondo haga
alusión a la relación entre el todo y las partes, o entre el mundo
macrofísico y el microfísico de la sustancia física. En cambio, si lo que
se pretende expresar es un nivel de análisis ontológico, no existe otra
salida: la determinación está en el fondo, pues, como quedó demostrado
en el capítulo correspondiente, todo tiene forma y todo tiene ser.
En el capítulo 4 se expone la propuesta de Jordan. En primer lugar
se aclara cuál es su visión de la causalidad. En el contexto de la noción
aristotélica de este principio, queda claro que Jordan entiende la
causalidad únicamente como una forma de la causalidad eficiente: la
causalidad eficiente física. La idea de causalidad está íntimamente
ligada a la predictibilidad en el pensamiento de Jordan, y esta propiedad
sólo es atribuible a esta comprensión de la causa. Por eso, al hablar de
“acausalidad” lo que se quiere significar no es que no haya ningún tipo
de causalidad en el mundo microfísico, sino que en este ámbito es
imposible elaborar predicciones unívocas de los eventos causales.
Ahora bien, Jordan sostiene que esa acausalidad interna de los
fenómenos emerge a la superficie macrofísica en el vivir del viviente, y
132 Conclusión
en los eventos de la conciencia fundados en el cerebro. Esto se expresa
en el punto 4.2.
Los vivientes presentan una estructura celular que posee
orgánulos especiales que ofician de “centros de comando”. Sin aquellos
la vida no podría darse porque los movimientos y las reacciones de la
célula caerían en el caos y la anarquía. Desde estos “centros de
comando” se generan las reacciones cuyos efectos serán visibles en el
mundo macrofísico en virtud de un efecto similar al de las avalanchas
(teoría de los amplificadores). Un ínfimo movimiento de una partícula
desencadena una reacción de consecuencias inmensas, en este caso,
visibles. Esto es, según Jordan, exactamente lo que distingue una
máquina de un ser viviente112.
Los vivientes reaccionan a su entorno impredeciblemente. Los
hombres también, y se habla de libertad. En muchos textos Jordan
utiliza esta expresión para hablar del indeterminismo. La “libertad del
átomo” parece ser para Jordan el fundamento de la libertad del hombre.
Y esa libertad se caracteriza porque de ella surge algo completamente
“nuevo”. Si no fuera una novedad, sería algo predecible. El hombre, el
viviente y las partículas subatómicas son capaces de novedad. Es lo que
se podría llamar el carácter creativo en el universo.
Esta última tesis lleva a Jordan a cuestionarse acerca del papel de
Dios en el mundo. Y es lo que se analiza en el último apartado del
capítulo. Jordan fue un hombre religioso y cristiano. Creía que el mundo
había sido creado por un Dios trascendente al mundo. Sin embargo,
había pasado por un período de agnosticismo durante su juventud. En
ella había asumido las tesis deterministas que se unían de manera
inseparable a la idea materialista y mecanicista de un universo
únicamente explicable desde el punto de vista material que funciona tal
como lo hace la maquinaria de un reloj. Dejando de lado lo
problemático de esta vinculación arbitraria, es cierto que él lo veía así.
112 Esta tesis hoy podría ser discutida en virtud de los avances tecnológicos más
recientes. Pero no lo era durante la primera mitad del siglo XX cuando aún no se
dominaba la energía atómica ni los procesos microfísicos como se lo hace hoy día.
Conclusión 133
Luego de su conversión y de su firme convicción nacionalista llegó a
ver la necesidad de repudiar el materialismo y todas sus implicancias,
porque este conducía a un mundo sin Dios, como quedó claro cuando
se expuso la posición de Laplace.
La física cuántica fue para él la esperanza definitiva. Por fin,
quedaba demostrado que el universo no funciona como un reloj, y que
por tanto la novedad es constante en el despliegue temporal del mismo.
Si hay novedad, dirá Jordan, existen dos posibles interpretaciones: o le
atribuimos libertad a la naturaleza como un todo, tal como hacen los
panteístas; o las decisiones arbitrarias de un Dios se esconden detrás de
cada evento microfísico. No responde cuál de las dos opciones es la
verdadera aunque si dice a cuál adhiere él. A la segunda. La física
cuántica conduce a la religión a través de la idea de “acausalidad” que
es una forma de libertad infra-atómica.
La formación positivista que Jordan había recibido dejó abierta la
disyuntiva. La cerrazón a la metafísica planteada conscientemente
como una forma de alejarse del peligro del materialismo no le permitió
a Jordan considerar otras posibles metafísicas. La cautricausalidad
aristotélica prácticamente ni se menciona y no se le da la importancia
que, a mi juicio, merece. La idea de un fundamento de la realidad es
siempre considerada desde el punto de vista reduccionista, esto es, se
considera fundamento a las partes más pequeñas en las que uno puede
dividir una cosa. Y así, la idea de determinación queda encerrada en su
acepción física tal como había sido planteada por Laplace a fines de la
edad moderna. De este modo quedó a merced de una forma de
falsacionismo popperiano, pues un solo experimento que atestigüe en
dirección contraria bastaría para negarla. Y eso fue exactamente lo que
sucedió cuando apareció la física cuántica.
Por último, y a modo de conclusión general de este trabajo, se
puede hacer la siguiente reflexión: el determinismo en el universo si se
lo entiende de modo metafísico desde una metafísica del ser, es una
conditio sine qua non, no solo del conocimiento científico sino también
del mismo sentido común. Si las cosas son “algo”, están determinadas,
poseen ser y forma. Este determinismo es incluso la condición de
134 Conclusión
posibilidad del indeterminismo físico, pues cada corpúsculo sea el que
sea debe reaccionar de acuerdo a su naturaleza por más que uno no
pueda conocer previamente cuál será esa reacción. Si se comporta de
una manera y no de otra, si se le pueden atribuir ciertas propiedades es
porque hay determinación metafísica.
Ahora bien, al hablar de determinación metafísica se hace una
clara referencia a una inteligencia. La inteligencia que establece la
relación medio-fin, naturaleza-reacción o comportamiento. Las formas
esenciales de las cosas manifiestan que han salido de la mano de un ser
perfectamente inteligente y que dispone todas las cosas a su fin. Este no
se identifica con las cosas sino que las crea y las dirige. Pero no las
dirige interviniendo mágicamente en cada evento cuántico, esas
reacciones están en manos de las partículas subatómicas mismas. Dios,
como entendía Leibniz no corrige su obra a cada rato, sino que ha
dispuesto la naturaleza de las cosas para que, obrando tal como su
naturaleza les hace obrar, alcancen el fin deseado por Dios. Ni azar de
la naturaleza, ni capricho del Creador, más bien, Providencia divina.
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