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Comando Reichsfuhrer Himmler de Sven Hassel

Date post: 10-Jul-2015
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SvenHasse

COMANDOREICHSFUHRER HIMMLEREDICIONES G.P.

Ttulo original: KOMMANDO REICHSFUHRER HIMMLER Traduccin de DOMINGO PRUNA Portada de GRACIA Quinta edicin: Julio, 1978 Ediciones G. P., 1972 Virgen de Guadalupe, 21-33 Esplugas de Llobregat (Barcelona)

Depsito Legal: B. 26.617-1978 ISBN: 84-01-43479-3

Por u el Visla roe que exhala su cho del n i sombro resuena&A

m Ho tan triste que parece ^ ,,

os sauces plateados d(tefDifundido por PLAZA & JANES, S. A.

u alegre

splugas de Llobregat: Virgen de Guadalupe. 21-33 Buenos Aires: Lambare, 893 Rle*? - P- F.: Amazonas, 44, 2. piso Bogot: Calle 23, n. 7-84

LIBROS RENO son editados por Ediciones G. P., Virgen de Guadalupe, 21-33 Esplugas de Llobregat (Barcelona) e impresos por Grficas Guada, S. A., Virgen de Guadalupe, 33 Esplugas de Llobregat (Barcelona) - ESPAA

1

Los alemanes son, sin duda alguna, unos maravillosos soldados, escriba en su libro de notas el 21 de mayo de 1940, el general al mando del II Cuerpo de Ejrcito ingls, el mismo que, ms adelante, se convertira en el mariscal Lord Alanbrooke.

Este libro est dedicado a todas las vctimas de la Segunda Guerra Mundial^ y al Soldado Desconocido, con la esperanza de que polticos irresponsables no nos precipiten, por tercera vez, en el abismo de una sangrienta locura.

Quiero el poder. Cuando lo hayamos obtenido, lo conservaremos. Nadie volver a quitrnoslo. Discurso de Hitler en Munich, el 30 de noviembre de 1932.

rNinguno de los hombres de la 5. Compaa se Ihaba ofrecido para custodiar a Sennelager, pero quin se preocupa de las preferencias del solda\do? ste slo debe cumplir rdenes, si no, y en I menos tiempo del que hace -falta para escribirlo, \se le destina al Batalln 999, el de los degradai dos, el batalln disciplinario. Ejemplos? El comandante de un carro de \ combate se neg a incendiar una aldea: Consejo j de Guerra, degradacin, Torgau, Batalln 999. Un SS Obersturmfhrer se neg a ser- trasladado a los comandos de Seguridad: Consejo de Guerra, degradacin, Gemmersheim, Batalln 999. Y as sucesivamente. Desde haca algn tiempo, incluso enviaban criminales a los batallones disciplinarios. En el captulo I, artculo I del reglamento del Ejrcito alemn se puede leer lo siguiente: El servicio militar es un servicio de honor... Y en el prrafo 13: Quien haya sido condenado a ms de cinco meses de prisin no es digno del servicio militar, y debe ser excluido inmediatamente de las fuerzas armadas de tierra, mar y aire. Pero en el prrafo 36 se aade: Circunstancias excepcionales anulan el prrafo 13 y conceden a los soldados castigados la posibilidad de incorporarse al Ejrcito. Sin embargo, sern destinados a regimientos particularmente severos. Los peores servirn en las compaas disciplinabas de obreros, en las que no se toleran las armas.13

macIdM^/ l deteccin de minas y a a MUnotbamos; pero si perteneca al escaso nmeconlTctal\?VT tOS- Trasseis mesL de hndelos ^e, en la oscuridad de los retretes,

B^I f ~-r - - >s iose ca^d^,~~ %05 diez aos en activo T *ecastigado^nvj^ tran demasiado indulgente* r S& mue~ P^Z por lo ^

^sr^-ZS-----

ss;^=~//---- =Lrs - ^s sr s

^^c^1^^^ stdebumandante Rt^kTE^a^^8 del cw/ sentido del humorynevaha^ P^ SU esPe nsa de asno. Pero en el Ah^ u * ap?d de Son

ves llamaron la atencin n,;,^-10* tres nw taba reservado a los r^F el nmero 90 _

perdonaba haber dejado Budapest con la esperanza de abrirse camino entre los nazis.

-Aqu Althaus -dijo el ayudante de campo sin mirar al mayor--, ha recibido Eisenach un inlorme relativo al motn del convoy 906? o naa se

peligrosos cuando se , ejante- Pero esos tipos son Ya es hora de que SS H acerca uno demasiado. de todo este tinglado ni se encargue de nuevo de militares la grande^/1?66- a esos imbciles - La huella del dkn tiempos nuevos pai -dijo impaciente elca2425

ron chispas -Gendarme Danz rugir los oficiales de generaciones n, JOS de Von Pehl gunte por el camino de Germersheim. No ..e encontrar. Una vez rebasada la bonita -, Ae& de viejas casas, hay que echar a la izquierll ^ Un trecho de camino en el bosque, y se topa es-. eenga a ,de haCC C n un letrero: Prohibida la entrada, zona militar. inco metros ms, luego un sendero desuado a

-Protesto! -S ei canto,? gada. S

el caPltan con voz ajinc tones De pronto, la prisin vasta y gris. _ Jada ms verla, se sienten escalofros Y luego,

-Es posible, pero aguarde a ,

ronel. Mientras tamo l!h2o LP?ntarse aUtrrietrero, amarillo: Reformatorio militar Ger-

estri B -Dse prisa en volver al ca^n? allviados- P El teniente Lowe estaba de muy mal humor al Pjehl a Lowe antes de desaDar^T ~gnt Vabandonar la estacin, pese a haberse regalado con de agua fangosa ^aparecer en una nuCa Hebre asada. El arresto del jefe de convoy Tras la marcha del canhn - era un asunto fastidioso y la justicia militar se atmsfera se relaj os gendarm mnoculo> Ihaba puesto en marcha. El coronel cazaba, por el timploras de aguardiente comT -aCarn momento, en los montes Teutnicos, pero el oficia lo tenan degsobra^onmovTdnrnian ,de Fra^l que se ocupaba del personal descubri a Lowe fraternizamos sobre un D^m P- el alcoho las costumbres de Sennelager: hubiera debido disEjrcito rojo. Eran dSoCn emOclonante: parar l mismo sobre el oficial del convoy, en disciplina a la prusiam fiuafes r, ^ ,Una.buen vista de la ausencia del coronel Cuando el conde reglamentos. Tambin al f^i ,^teles ^uak zu Gerstein regresa de caza, es desagradable, tanto que obedecer. En el fondo int H , SI tien ms desagradable si se tiene en cuenta que tira tado eran el Ejrcito v la PON - do.s Pllargs del Es mal y se burlan de l. Entonces, ay del que haya de pieles siempre favorec T Ademasun Soni causado conflictos! El jefe de campo, por pruden-

ne

rcito v la PN -

. ma y se uran

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de pieles siempre favorec T Ademas- un Soni causado conflictos! El jefe de campo, por pruden palabras nos fuimos coeidoV H MX 6Stas decisiva cia, haba causado baja por enfermedad. Es rnanna de la estacin para behpr i? a la cantl co- lo cual le Produce vivos dolores en caso de deza del pas tras la mranfP J la futura gran tener dificultades; en cuanto al inspector general, gendarmes y suboficialet derrota- Lo Lowe no pudo encontrarlo: viajaba en acto de oan salir de apuros Peanos siempre sa servicio. Los presos tuvieron la no.ihirn H ^ Por todo ell- la columna fue bombardeada con Distribuyeron el suminist guerra. VeD . de sent* abundantes amenazas de Consejo de

Distribuyeron el7umini>;tP^S1DDlldaCl de senta abundantes amenazas de Consejo de guerra. VePuesto, pero an era UT Tn L ^> ~ esaparecan sin deiar rr -, * generaes a, mejor

re creerme, deje la autoni^ el lector no Jeres de seccin verifican la ali Adam -continu-, te acuerdas de la fran\i^erm1anito que es el ltimo cesita de Sainte Mere glise a la que mataste de u puetazo? Cuntame. Cuntas, de las que haoa en aquella casa, liquidaste la maana de nuestra llegada? -Cabo, me confunde usted con otro. -i Seguro que no! Y no te desmayes, canalla, que te costara caro. Y anmate. Adorabas contemPw el ejercicio de los presos especiales en el Patio de la crcel de Pars; vas a ver cmo har e ti un autntico soldado y te juro que irs al guarro de la Gestapo. -Hermanito se acaloraba y la marcha, agotadora, le haca menos efecto que a un elefante. Su boca de gorila se ensanchaba en neacion, y entre Como todo eln^v>_o ti UU1

^umo todo el que luce galones, aunque sean de lana, tiene delirio de grandeza y recuerda los menores detalles ^ - tera asfaltada, el teniente ~~

-

jadeantes, por la carreflanqueado por28

frente en primera lnea ,Cnn, Uento veinticinco los caPeSaS Adam?,i tenis derecho a respirar, y si ordeno a sinverparno, H mia> es demasiad TenH jiienzas de. vuestra especie que se abstengan de ras m !, eso Cuando llegues ^fmS ^ eguirlo del todo-. Os

suelo N alt0 Los Presos ? de? uWe orde/ue dSde ahra no sois ms 1ue mala hierba a na** S sentamos, fatiearfnc Urnbarn en Destruir por todos los medios. Entendido? So cn^ El ltim iilttroVlCUne ?l -S sar8ento Primero -respondi a coro el helos aK? un orden perfecT debla ser re)ado ^ emPaPado rebao. el camnf podamos esta? seJro ^ al reba? Ni T S0l de ellos dese haber sido destinado Tan Sf T nos bservabln de que- des a aquel -eg11?nt de indultados. Cierto que una orri? hubis salido h prismtic0h.abian Oldo hf*>lar de la clebre seccin penitenlCde- , Cl b-Sque- retumf^3 Per de cualquier modo, no haban conAfrnm d! tado con aquel recibimiento. Muchos de aquellos cerlo I adamente< todo el mim , desdichados haban sido soldados.

Sovyca Catand0 entramos Si Se, Puso a k , f Prartir de hoy- la Compaa 15 pertenece al E r de ^e^ eJager: 7 d arrS y me produce asco el pensar que - vamS acTrK contaminados por larvas de vuestra

P

ti

e

Gernstein se

na donde o si ladeado 0 3nte el ba^acn de recib pr,esuntuoso sar de hahVri ,dejado helndos Sevaba llua V Ios recin J firme durf

,e dS horas ba^o ]aghan5ando a p en sn t H el niforme de car ada

ment df, hubiese ^bdo en un negr W maba0ednetri0selsargentos primero ^.EJ S guerrera pr;,f^SefUndo y el tercer UKBlbJla) asoun sarento Jp2, d de a sargento primero. loTe^V1 ^ dS S gUaCS hayan hecho o demis J ^ estran pnniero Hof }.> que no os ayan estran ^ 8rad el que fuere Por em> no comprendo que no os hayan

P6r no ante rgd Jiace tle,mp; decididamente, nuestro Fh es demas , mene, nuestro h-

es .demasiado humano. Dos generales, un coTi- dS caP>lanes de Caballera! Qu vergen 111181 de30

Con nPernaS

Baado!, ^^ ,^i&_.i-

is el culo de los caballos hasta que y vuestras comidas podris as jamelgos. Un inspector jefe intendentes! Esos andorgas saa la seccin de rancho y podrn ,i . ,.- que son y que, como superiores. Debis saludarlos mente, y que no vea yo a nadie que un cabo-perro. Antes de haberos Q ~ ~: aos de indos aclitos n^no- - . auu, ue mnann. Yo decido C Promo, vimos conturbarse al bruto aquel y31

soltar un ronco aruirln H Kparque mvil, Wolf anm, ^ Vlsto al Je . i,,s miseros reclutas que se desplomaron sobre rindose a carcajadas^Hofmann ,, faro1 d mundos jergones. da asesina que todas la ~ cuatro de la manae lanzo ]a 11 Sennelager despertaba a las

el espejo, pero Wolf no rtc?n3Jnas ensayaba ^ Las botas claveteadas resonaban, los silbatos se congestion como siemnr* rerse Hofnia? raspasaban los odos. rdenes aulladas, puertas A quin odiaba ms Twit que vea a Whiertas a patadas. Un suboicial alemn con casco saba. mas a Wolf o a Porta? No? acero no abre las puertas como todo el mundo. -Qu te pasa neria Anarlal 1U C 1IT>bcl? Ef3

, era muy natural, siempre se haba hecho as en---i ~l~mvis-

-A m nada!Me

cuarteles alemanes. Los picaportes slo exisa e Drem.* K ios cua . TnH simPlemente an para los civiles y los reclutas. ara abri

acabaras de una vez Por lo dems el

aas 3 n sabe ro adiestramiento

el payaso delQue

so

e

circo

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i es Qu nnelaSer? -dijo el

tronchndose de risa Hofm ann se puso como

menester un cierto adiestramiento para abrir puertas a patadas. El deseo ms caro de un iTboticial es sacarla de sus goznes, pero esto nunca a un sargento prasiandelnITe- Avergor;o he visto. He visto romper una puerta de un reclutas! Aquello mereca Un rebano oatadn bien colocado, pero los goznes resistieron, guerra resultaba intil

conseJO de guerra o [os reclutas tuvimos que comernos las astillas, -Guardin-jefe Wolf lo cual tom su tiempo, pero al final desapareAtenta usted a mi honor ofende, dar partieron todas. Es lo que se aprende en el Ejrcito -No te preocupes No i t- alemn. No s si alguien ha conseguido alguna vez dfjo que el honor se admnV es> Ludendorf sacar una puerta de sus goznes, aunque todo es niente y con el sable de f-a-CPn el ^ado de te posible, i Para Dios y los prusianos, no hay nada oficial. Tus estrellas de li Tu nunca ser imposible! dice siempre Porta. En el reglamento, igualmente de tapn nara f K Pdran serv, la palabra imposible no figura. Se pierde una gue>eguido por sus dos nVr bocaza! rra y acto seguido se piensa en ganar la prxima, cocinas, donde su amisc,Jj desaPareci en lai v esto desde las comisiones secretas del Estado volverle un prstamo Hnf ranchero tena que de Mayor hasta los clientes de las tabernas de Hamtante a los reclutas que tirit^K1 contempl un ins- burgo. Una conversacin, entre prusianos, gira el incidente. ^ udoan y trat de olvidar siempre en torno a una guerra que debe ganarse. -Conmigo, todos los o Alemania, hasta el presente, no ha podido existir

continuar su vida de cerdosVrL3^311 Pdel sm una guerra Es la tradicine 999, no tendr ^.r,, s .seran aplastado^ En As nes, todo Sennelager rM*SU R1UH11H1UK III\1MIII!

Haban reunido en un gran barracn a dos mil polacos, a algunos kilmetros de los bosques que lindan con el norte de Varsovia. En las aldeas slo quedaban los nios. -Alguno de vosotros entiende el alemn? -chill el Hauptsturmfhrer Sohr a la muda y aterrada multitud. Se hundi profundamente a gorra gris con la calavera sobre su frente, para resguardarse los ojos del sol matinal. Un anciano polaco se destac lentamente. -Yo s algunas palabras, mi oficial, podra avttdarlequiz. -Bueno. Di a tus compatriotas que formen en tres filas cogidos de las manos y, cuando yo d la urden de marcha, que vayan hacia aquel bosque, all, dejando diez metros entre cada fila. -Y qu habr de hacerse en el bosque? -Recoger las frambuesas, son excelentes en esta poca del ao. El anciano tradujo la extraa orden del oficial y la multitud de paisanos obedeci riendo, sin descubiir nada peligroso en las palabras del alemn. Ninguno de ellos saba que el bosque estaba minado por los partisanos polacos a fin de impedir a los alemanes penetrar en l. Formada ya la columna, dos soldados, sin armas ni insignias, recorran las filas para poner orden. Eran condenados a muerte SS, a los cuales Dirlewanger haba prometido amnistiar si ejecutaban 83

Ilas rdenes del da. Tambin ellos ignoraban peligros del bosque. A treinta metros detrs de o civiles, las ametralladoras se pusieron en posicin de tiro. - De frente, marchen! Lentamente, la columna ech a andar. El viejo polaco coga de la mano a sus dos hijos. Deseanfiaba, es cierto, caminaba con precaucin, pero no lograba, pese a todo, adivinar lo que se tramaba. No lo supo hasta el momento en que una llamarada y una detonacin le cegaron. Sus dos hijos murieron en el acto. Hubirase credo un terremoto. Explosiones v alaridos. Uno de los SS condenados a muerte fue lanzado por los aires, con una gran astilla de rbol hincada en el costado, pero se puso en pie gritando, corri hacia atrs y se arrodill ante los SS armados. - Camaradas, tened compasin! Un puntapi le respondi. En pie, cobarde! Dos bayonetas le pinchan los muslos. Vuelve hacia el bosque. - Marchen, marchen! - grita como un loco - . Adelante! Los polacos echan a correr, brincan por encima de los cadveres, pero nuevas minas hacen saltar la tierra. El campo verdeante se ha cubierto de miembros arrancados, la sang e salpica por doquier y la tercera fila se revuelve contra los SS. - / Fuego! Lluvia de balas. Dirlewanger suelta una carcajada: - Muy ingenioso. Habr que repetirlo. Cuando los polacos coloquen minas, debern admitir que tambin estallan bajo los pies de sus compatriotas.I .j

__.

rtc L COMANDANTE DE LUo

El regimiento ocupaba posiciones en los pantanos de Tomarka; el aire pululaba de mosquitos, y las golondrinas perseguan a sus vctimas que las ranas tambin se zampaban. Vivan las golondrinas y las ranas, pero ay del soldado de los pantanos que debe sufrir las picaduras de los mosquitos! Dos cigeas se contoneaban ante la ametralladora pesada, alzando su largo pico vcrticalmente cuando engullan una rana. Su nido estaba, todava, en las ruinas de una iglesia, casi en medio de las primeras lneas, y los proyectiles no las molestaban. Es curioso el modo como los animales se acostumbran al ruido causado por los hombres. Esta maana, tres liebres se asomaron detrs de la posicin ce los cazadores de carros, que les tiraron hojas de col. Agitaron sus largas orejas como expresin de su gratitud y echaron a correr hacia las posiciones rusas donde tambin debieron tirarles coles. Se terminaba por trabar amistad con numerosos animales. Cada tarde, antes de ponerse el sol, apareca un zorro con toda su carnada. A uno de los cachorros, blanco, lo bautizamos con el nombre de Toscha y, si ha sobrevivido a la guerra, ser un magnfico animal. Hermnnito intent capturarlo para ensearle a morder a los schupos de87

Hamburgo, pero mam zorra le mordi cruelmen. te en la pierna, y ahora se conforma con contemplar al zorrillo a travs de los prismticos. Jus0 detrs de la central telefnica se ha instalado un tejn en compaa de su familia, y todos ellos acn. den cada tarde a mendigar leche condensada a los, telefonistas. En cuanto a los rusos, les vemos mucho nieno^ aunque sabemos dnde estn. Todas las noches, entre las siete y las nueve, les ofrecemos un fuego de morteros que arma mucho jaleo y, tan pronto hemos terminado, empiezan ellos Por qu tanto ruido? No se sabe. Cada cual dispone siempre de cinco minutos para meterse en la trinchera, pero ;ay del imbcil que no se da suficiente prisa!, queda reducido a pedacitos. Esta noche, contamos dieciocho muertos en los 999 que an no conocan las reglas del juego. Esos cretinos se pasean con cascos de acero, cosa idiota, pues un casco mojado reluce y atrae a los tiradores de lite. Yo hace dos aos que no me lo pongo ya en primera lnea; en cuanto a Porta, no lo ha usado jams. Anda siempre por ah con su horrendo gorro alto, amarillo, con la insignia del Ejrcito del Aire. Es absurdo, pero a l le parece muy elegante. Estamos de guardia, Porta y yo, cerca de la ametralladora avanzada. El silencio, absoluto, se torna oprimente. De cuando en cuando, del otro lado, canta un pjaro dos melodas seguidas en un solo trino. -Vaya pulmones, el gritn ese -grue Porta, siempre atento. Hermanito y Gregor vienen a relevarnos, pero nos quedamos puesto que, de todos modos, deberemos reanudar la guardia dentro de dos horas. Porta sac los dados, hermosos dados dorados tuyas cifras de stras, relucen hasta en la oscuridad. Un souvenir del casino de Niza, parece ser. El tapete verde ha sido extendido sobre una caja de municiones, pero nos turnamos para mirar, entre tirada y tirada, por encima del parapeto. T os de enfrente podran muy bien escoger una noc he como sta para meterles miedo a los pipilos. -Ese silencio le vuelve loco a uno -dice Gre or, nervioso-. Si al menos quisieran disparar un poco! S, no me siento nada bien -afirm Porta-. gl dedo del pie cortado me duele, eso no augura nada bueno, es una verdadera seal de alarma; por lo que apuesto cualquier cosa a que Ivn est tramando alguna cerdada. Hubiramos debido hacernos sacudir un buen morrn para largarnos al hospital y mandar el resto a la porra. Os lo digo yo, muchachos: antes de veinticuatro horas, Ivn el hediondo estar aqu. Mi dedo del pie no me engaa nunca. -Est bien -dije con indiferencia-. Me cisco en Ivn y juguemos. Apuesto mi piel de cordero para la prxima tirada. - Camern! -se guase Gregor. Porta dio, tres veces, la vuelta a la ametralladora. Muy peligroso en caso de tirador de lite, pero Porta se re de

todo; la ltima vez, corri en torno de la ametralladora tocando la flauta, y cientos de pjaros nocturnos le respondieron asustados. De pronto, vimos que Hermanito aguzaba el odo. Nosotros slo oamos las ramas y las lechuzas, pero al cabo de algunos minutos acabamos por percibir ruido de aviones. -No son ms que molinillos de caf. No habr pepinazos. El primero nos pas pronto sobre la cabeza, pero inmediatamente despus cientos de motores se pusieron a zumbar. - Stukas! -Cacho de imbcil, no son ms que cazas rusos, o yo no soy otra cosa que un vmito de rana. Fuegos artificiales luminosos. La noche, de golpe, se vuelve clara como el da. - Mierda! -grit Porta-. Vienen por nosotros Y desapareci o, ms bien, se fundi bajo el parapeto de la trinchera. Detrs, la Flak se pone a escupir, los aviones viran, luego se deslizan sobre la posicin lanzando bombas pequeas. Despus, de repente, el infierno. Alaridos, gritos, el pantano despierta, lluvia de bombas, ocano de llamas. -i Ocultaos! Atacan! -grita desesperadamente Porta. 89

Tiene razn. Es una escuadrilla de bombardero^ que se las .tienen con nosotros. El hierro y el ace ro, estacas y parapetos, bunkers y posiciones bie1 defendidas, todo desaparece en un universo soca vado. Alerta! Alerta! No se oye otra exclamacin pero las armas han quedado volatilizadas bajo la lluvia de fuego. Nosotros, los cuatro inseparable! nos hundimos en el parapeto y vemos correr pier. as que se desploman un segundo despus. Y esto dura largo rato. Una escuadrilla acaba de soltar sus bombas, cuando llega la prxima. Ignorabamos que todo el IV Ejrcito del Aire sovitico pa. saba al ataque: siete mil bombarderos ligeros. La Flak ha enmudecido; no queda ya ni un trozo de hierro ni de tela, ninguna posicin. Quisiramos correr, huir a dnde? El tornado de muerte est en todas partes, todo arde hasta donde alcanza la mirada. Algunos se vuelven locos, dan vueltas por el no mans lana y son abatidos. De la 3. seccin entera -treinta y dos hombres- no queda nada, y despus de los aviones, la artillera pesada. Machaqueo de varias horas. Un bombardeo areo es atroz, pero no puede compararse, sin embargo, con las granadas del 38 enviadas con una precisin pasmosa. El agua de los pantanos ha penetrado en las trincheras, todo apesta a azufre, tosemos hasta echar los bofes. Ser peor el infierno? Por fin el silencio vuelve a caer sobre el pantano. Ya no hay bosque, slo muones de rboles, y todo arde. Un carro Panther ha sido partido en dos y de los cinco ocupantes slo queda el tronco decapitado del comandante del carro, cuyo uniforme est rojo de sangre, salvo las charreteras de plata que brillan al sol de la maana. Dos W.U. van a buscarlo: es un oficial y debe ser enterrado decorosamente detrs de la posicin, ante las miradas de los jabales que se relamen pensando en esa carne que pronto ser suya. No ha terminado. Por la tarde cae una niebla artificial fabricada por los rusos, una nueva mebla amarilla que le vuelve loco a uno si no lleva mscara. Los imbciles que han tirado las suyas la espichan en un periquete; por lo dems, no e190 un gas cu^quie13. smo ag qumico que desuella IOS pulmones. El suboficial Linge, del personal je Sennelager, escupe los suyos a borbotones, y resulta atroz verlo aunque se aborrezca al hornjjre. Pr fin- alguien ms caritativo le mata de un tiro. A partir de hoy, nadie volver a tirar su careta antigs. Petras de la horrible niebla se oan extraos ruidos. No caba duda, los rusos estaban tramando algo, pero cmo cruzaran el pantano? Los pioneros haban volado el puente. - Carros! -anuncia el viga de la avanzada. Qu imbecilidad! -brama Lovve-. Carro-,! Que lo intenten y se hundirn.

Media hora ms tarde, no damos crdito a nuestros ojos al ver avanzar los primeros T 34 fuera de las posiciones enemigas, al otro lado del pantano. Los caones de gran calibre son puestos en posicin de tiro. Una llamarada estridente y las granadas llueven. Lentamente, los carros descienden, las orugas chirran, hedor a dieseis; tras ellos, una apretada tropa de infantes. Los desdichados W.U. estn paralizados de terror. Es su primer ataque de carros. Los zapadores lanzallamas acuden a apoyarnos. Una batera Flak es emplazada apresuradamente a doscientos metros, pero aun antes de que puedan disparar un tiro, los T 34 la aniquilan. Nos distribuyen puos anticarros y ramilletes de granadas. - Estn locos! -grita el teniente Lowe-. En el pantano me gustara verlos! Contemplaba los colosos verdes que descendan directamente de las posiciones hacia el pantano, con doscientos metros de anchura en aquel lugar. El agua y el fango salpican, el fuego del tubo de escape se extiende lejos, por atrs. Diranse cargueros a toda marcha, pero van a hundirse en ese fango por el que slo circulan las ranas y las culebras acuticas. Horror! Corren a toda velocidad en pleno pantano y el agua apenas si cubre las orugas. -Puente colgante -murmura Barcelona, estupefacto-. Cmo demonios se las han compuesto? -No es difcil adivinarlo -dice Porta-. Mien91

tras nos estaban machacando, sus ingenieros han trado un pontn prefabricado. -Pero, cmo es que no se hunde? El pantano no tiene fondo! -Troncos de rbol y flotadores de goma -contina Porta tendiendo sus prismticos a Herman to-. Mira los alambres en torno de los abetos, ah es donde han sujetado su porquera, debe ha berles costado caro en hombres. Por lo dems, a Ivn le tiene sin cuidado eso. El hombre es el material menos caro. En apretadas filas los monstruos de acero se halancean sobre el puente colgante sumergido. Algu. nos, sin embargo, no consiguen guardar la alineacin y vuelcan en el fango insondable del que nada escapa. Las grandes ranas verdes croan, furiosas, contra este ruido insensato que viene a turbar su apacible territorio. El aire apesta a aceite quemado que el viento impulsa hacia nosotros. -Pak adelante! -manda Lwe alzando la mano. Los cazadores de carros acuden, arrastrando sus, caones anticarros del 7,5 y, a toda velocidad, los I emplazan. Si no queremos ser aplastados, es indispensable. Los soldados W.U., jadeantes y esquelticos, acarrean las cajas de granadas, espoleados por vociferantes suboficiales. La primera posicin es aniquilada por los T 34 que, como de costumbre, se contonean sobre los hoyos de los tiradores hasta que los desgraciados quedan hechos papilla. Las ametralladoras escupen lenguas de llamas azul-rojo. Sale fuego del largo can. El primer can Pak revienta, aun antes de haber podido disparar, pero un disparo certero de otro Pak alcanza a un T 34. Esto nos da nimos, ahora nos sentimos apoyados. Dos T 34 estallan al mismo tiempo, pero del pantano surgen ms monstruos. Se me hiela la sangre en las arterias. -Por qu lloras? -me grita Porta, implacable, dndome un manotazo en las costillas. -No lloro, me muero de miedo. -Yo tambin, cretino, pero eso no nos salvar la vida. Las minas T estn aqu, a nuestro lado, gra92 cias a los ingenieros. Ahora que los gigantes de acero slo estn a veinte metros de nosotros, sentirnos su calor y la tierra reblandecida ondula bajo su peso. -[Quedaos echados y avanzad a rastras! -grita el teniente preparando su mina-. A cada hornbre su carro, luego apuntad a la infantera de acompaamiento. Se ha puesto de rodillas, listo para saltar. Lowe tiene la sangre fra del olicial de Carros y el coraje del soldado de Infantera. Me aplasto, aterrado, contra el suelo. La tierra es la mejor amiga del soldado en el frente. La tierra con sus surcos y sus zanjas que salvan nuestra horrenda existencia. Los colosos verdes se aproximan, sus ametralladoras escupen fuego por las aspilleras rontales. Los caones aullan y lanzan granadas detrs de nosotros, en las colinas, donde las reservas se apian temblorosas. Los morteros, desde ms atrs,

tambin escupen granadas que, en un arco tendido hacia el cielo, recaen sobre nuestros irrisorios hoyos. Vuelan miembros despedazados, los gritos de los heridos acompaan a los alaridos de los motores. Las hojas, el fango, el agua hedionda, restos de animales del pantano nos inundan, algas y caas se enganchan a nosotros y nos transforman en inslitas estatuas. Todos los sirvientes de un can Pak son muertos por la salva de un T 34, pero otros acuden detrs del can. Una granada alcanza la torreta del monstruo, una gigantesca explosin y el carro se transforma en una ruina de fuego. Esta vez, salen columnas de las posiciones enemigas y penetran en el pantano despreciando la muerte. - Mirad! -chilla Gregor mostrando la legin de verdes demonios. Es increble... El pantano hormiguea de infantes que se deslizan rpidamente sobre el abismo. Van calzados con raquetas laponas y disparan con sus armas automticas apoyadas en la cadera. Detrs de ellos vienen trineos motorizados, con ametralladoras que disparan al sesgo. Hasta pasan artillera Pak sobre ese puente colgante... Lo nunca visto en toda nuestra vida de soldados. -Quines son los piernas que tratan de sub93

hombre a Ivn? Nuestros ingenieros debera, acercarse a ver eso. En Mosc aprenderan algo. Porta me alarga un kalasnikov ruso. -Toma, hermano, tira tus porqueras alemanas tendrs una posibilidad de salir con vida. -No s manejar eso -dice un W.U., aterron zado. -Oh!, ya vers cmo se hace cuando Ivn se te eche encima; a m nadie me lo ense. Me la( arregl solo. -Fuego con todas las armas automticas! -r dena Lowe por el telfono de campaa-. Por IQ menos, hay una Divisin al ataque. No puedo aguantar la posicin. -Un silencio-. A la porra Apoyo inmediato de artillera o abandonamos Acaso no comprendis nada ah atrs? -Vuelvo a escuchar-. Bien, mi general, la posicin sera defendida cueste lo que cueste. Y enfurecido, arroja el telfono al suelo. -Preparemos los pechos de los hroes para la derrota de Adolf -brome Porta-. Donde este un soldado alemn, hay que aguantar hasta que el enemigo le d una patada en el culo! Lowe se ha recobrado; vuelve a ser el duro ofi cial del frente, con sus ojos azules en el rostro alargado, bajo el casco de acero, que contemplan, a los T 34 inmovilizados un instante. Esos asquerosos esperan a la infantera. No tiene gracia ir en un carro de los que acompaan a la infantera. Ahora nos toca a nosotros. - Segunda seccin, lista! Combate contra los carros! Hace dos aos, era una accin heroica que vala una condecoracin, una cinta blanca con un carro de plata, pero desde entonces, a cuntos carros hemos combatido? Nadie se acuerda siquiera. El Viejo y Lowe van en cabeza, cada cual con una mina T en la mano. El Viejo lanza la suya bajo la torreta del T 34, Lowe bajo la panza de otro. Explosiones simultneas, y los dos monstruos estallan como cartuchos de dinamita. El Viejo y Lowe saltan dentro de un hoyo de granada donde el municionero Kleiner est llorando histricamente.94

Puo blindado! -grita Lowe dando una patada al que era, no hace mucho tiempo, el verdugo de Sennelager. Bajo una lluvia de fango, Hermanito se desliza junto a ellos y juzga, de una ojeada, la situacin. Silenciosamente, agarra a Kleiner del cuello y lo muele a golpes. Adelante, cobarde!, grita, arrendole un puetazo en la cara que chafa la nariz de Kleiner. Este trato devuelve toda su lucidez al hombre. Agarra firmemente un puo de Arro y lo tiende al teniente Lowe, que est acechando al borde del hoyo. Un T 34 se sita a treinta metros disparando sobre la batera Pak. Lowe apunta tranquilamente su chimenea de estufa. - Tiro con puo de carro! -grita a quienes estn detrs de l. La carga magntica corre hacia delante, una llama de cinco metros se extiende detrs del tubo, pero antes de que la raqueta haya alcanzado su blanco, varios fusiles ametralladores apuntan sobre el teniente al que slo le dan tiempo para desaparecer.

Escuchamos. Una explosin. Carro alcanzado. Despus, unos segundos interminables. Habr resistido el blindaje? Con precaucin, uno se arriesga a mirar por encima del borde del hoyo y percibe una larga llama vertical que se eleva de la torreta del monstruo, mortalmente herido. Las municiones que contiene estallan y, luego, el coloso vuela. Patada de Hermanito que lleva una mina T en cada mano. -Vamos, pequeo, sta es la nuestra. El Viejo me da una palmada alentadora. No s cmo, pero tambin llevo una mina T en cada mano. De un brinco saltamos fuera y, justo ante mi nariz, est la torreta de un T 34. De dnde sale? No lo s. Por encima de mi cabeza, el largo can. Como en sueos, arrojo una mina bajo la torreta y ruedo de costado con la otra mina contra mi pecho. Me muero de miedo; he perdido una bota en el fango, pero no me dar cuenta hasta ^ucho despus. La presin del aire me proyecta a ms de cien metros. El carro ya no existe, pero he aqu que 95

rarroiomi del Veel carm y, corno una rana pasan juaam ametrallador y algunas bombas de no se ataca a un carro bas dc Ruedo de esPalc^ado con mano diestra. Un cuchillo de trinchera tirar del ^volando;^1

Pistola del 635 desaparece en bolsillos del gigante, as como dos estrellas de Vale -aade amablemente Hermanito, Us> con una palmada amistosa Ambos permanecen un instante juntos oyendo las granadas, y un T 34 pasa tan cerca de Con es,. f,^!!.^. v^-t a Merman

un demonio, ha trepado a la torreta de un T 34J y golpea en la escotilla. La trampilla se abre, aso rna una cabeza con casco de cuero. Hermanito arroja su granada en el interior, le corta el cuello al comandante con su cuchillo de trinchera y de saparece de un brinco. Explosin. El carro se para de una sacudida como si hubiese topado con una pared. Mi camarada se yergue, lanza una mina bajo la oruga de otro T 34 que le llega de frente y puedo ver el brillo de sus blancos dientes en la carne ennegrecida. Antes de esconderse, arroja su ltima mina que cae muy cerca de otro T 34, y luego se mete en un hoyo. El carro al avanzar pren de el fulminante de la r-:-~ blindaje como una case; cuatro ocupantes saltan y uno de ellos aLcma por casualidad, en el hoyo donde se encuentra Heimanito. -Salud! -ruge steapoyando su M.PI so bre el pecho del horrorizado ruso-. Manos arriba, go,polin tovarich, pero rpido moskovich; si no, eres hombre muerto. El soldado ruso, plido de terror, sabe cmo las gastan en su propia unidad: nada de prisioneros Por qu los Fritz habran de ser mejores? Levanta los brazos y desembucha. Naturalmente es anticomunista a pesar de la medalla de komsomol que lleva en la guerrera.

-Se nota en seguida, woanna plenny (criminal de guerra) -grue Hermanito sarcstico-. Anda hagamos las paces. Yo tambin soy antinazi, as es que nada impide que fraternicemos. -Y con gestoVivo, le finita ni i-nc/-> S ahorcarn si no la nal las ie Albin cuando regre ^ -S -murmura ste prudentemente, pues

pavonearme en Londres con condecoraciones de el Viejo le impresionan. U Hasta vuestros generales se con c cis cs tfrci VOSOtros lo cual os servir de pasta deni hay Cree ^ CS! E InSlaterra cas siempre ha tenido necesidad de nos soldados. Nos mandarn al diablo en un miento colonial, hasta que todo estoA^rl.. .- -

Pero eres mdico de veras, con derecho a sajar a la gente? -pregunta Porta, muy interesado. No. Vinieron a buscarme antes de que terminase mis estudios. E ,. , __La culpa fue tuya -grue Gregor-. Debes ser

rp m,rYtUrCllnara maba crculos. Luego, reanudbamos la marcha, pasito a paso, sin pensar siquiera en injuriarnos, pero maldiciendo la lluvia, el fango, la guerra y, sobre todo, la existencia. Odibamos a aquellos hroes de la retaguardia, los, traidores de la guerra, aquellos hroes del tocino, de la cocina de 102 campaa, de una cama o de paja, toclo j0 qut constitua un lujo para el soldado de las trincheras. -En la retaguardia, la; guerra puede durar trein. ta aos. Es fcil.

-No te preocupes. Tienen que batirle contra os partisanos -replica el cansado legioriaro Camina con los ojos cerrados, como yo. so cuando se ha aprendido a hacerlo se sale adelante nas o menos, sustrayendo una apariencia ^e sue_ o. Nunca se duerme bastante. Es lo puor cje ja guerra. -Los partisanos! -dice Hermanito aiustando su arma sobre el hombro-. Menudo camelo! -Ech una mano a Lenzing, que trope2a]Da con sus cajas, y carg con dos de ellas sobre su ametralladora-. Ah atrs, slo tienen que jalar y mon. tar un poco la guardia. Jams un tiro g fus] Por lo dems, se moriran de miedo si ]es el mundo puede decir lo mismo! Los zapadores se levantaron y se ajustaron los correajes. El tiro de artillera pareca bastante flojo; visiblemente, la artillera alemana no estaba ya en condiciones de disparar. El comandante iba al frente de sus tropas, con un grueso cigarro apagado en la boca, que mordisqueaba con aire pensativo. -Adelante! -rugi, indicando con la barbilla la direccin de las lneas rusas. Una compaa al mando de un teniente ya mayor, avanz a travs del fuego de barrera enemigo, escondido tras una cortina de humo. Apenas han cubierto la mitad del camino, caen como bolos. Una verdadera carnicera. Un grupo y un solo sargento logran pasar y, con la mayor sangre fra, 115

colocan sus cargas de explosivos antes de ponerse a resguardo. Las explosiones hacen volar armas y miembros humanos en todos los sentidos. Lentamente, recae la humareda sobre la tierra empapada. No ha pasado nada sensacional: muertos, heridos, mucho ruido. El joven comandante segua mordisqueando su cigarro y se golpeaba las botas con su M.OI. - Cretinos! Teniente Keltz, salga con su cornpaa y muestre algo de lo que sabe usted hacer. La 3.a Compaa del teniente Keltz sale sin pensar en la muerte, a travs del mortfero fuego de proteccin. Nuevas explosiones en un torbellino de llamas y de humo que se eleva como un enorme hongo. Se logra practicar brechas. Los supervivientes luchan cuerpo a cuerpo ante las posiciones enemigas. - Venga, la siguiente! -grita el comandante, escupiendo un trozo de cigarro-. Creis que estamos aqu para divertirnos, gandules? Una nueva Compaa desaparece en el no maris lana. Un teniente jovencsimo levanta el brazo: lleva tres semanas en el Batalln, ha llegado directamente de la escuela de Gross Born. Un siberiano armado con un fusil Maxim le toma en su visor; ajusta el tiro, el arma escupe. Las largas cintas rechinan. El teniente de diecinueve aos ha recibido una rfaga en el estmago y la siguiente le corta ambos pies. Corre un segundo sobre sus muones y luego cae encontrando an fuerzas para levantar el brazo: -4.a Compaa, adelante! -consigue gritar, pensando en la Cruz de Hierro que su madre le haba pedido que trajera a casa. Luego, le sangra la boca y se asfixia. El ataque es rechazado, los siberianos avanzan sobre el teniente muerto. Nuevos zapadores parten al asalto, esta vez, con lanzallamas. Del teniente slo queda un charco de sangre. De repente avanza, desde las lneas rusas, una marea de fsforo ardiente. - Lon lanzallamas! -gime el Viejo-. Ni siquiera una pulga podra cruzar. Semejantes a antorchas vivientes, los hombres dan vueltas, se vuelven momias carbonizadas, las 116 alambradas se ponen al rojo y se funden, y un espantoso hedor de carne humana quemada llega hasta nosotros. El teniente Dornbach, de los zapadores, regresa con cinco hombres, todo lo que queda de su cornpaa. .-Seor comandante -farfulla el jadeante oficial-, no podemos cruzar.

- Qu vergenza! Cmo se atreve a presentarse ante m? Le quito el mando y doy parte de su cobarda ante el enemigo. -Bien, seor comandante -gime el oficial cuyo pecho est cubierto de condecoraciones. Despectivo, el comandante da media vuelta y entonces suena un tiro. El teniente Dornbach se ha levantado la tapa de los sesos. El veredicto del Consejo de guerra habra sido pena de muerte y ha preferido elegirla l mismo. - No hemos conseguido nada! -chill el comandante-. Me avergenzo de mi Batalln. -Su rostro se puso amarillo de odio y le brillaron los ojos fanticos bajo el casco de acero-. Dietel! Se volvi bruscamente hacia un joven teniente-. Limpeme esa mierda sovitica. Hay que destruir los lanzallamas. Si me limpia eso, ser usted ascendido a capitn maana por la maana y tendr la Cruz de caballero, aunque deba darle la ma. Vamos, Dietel, vamos! -S, seor comandante -respondi el plido oficial. Es una ejecucin reglamentaria. El comandante le dio una palmada en el hombro para animarle. -Animo, Dietel, no hay que temer nada de esos subhombres. Spleles. El teniente Dietel desaparece cubierto por nuestras ametralladoras. -Siga usted, teniente Plein -contina el comandante, implacable-. Siga a Dietel. Rastrlleme ese estercolero y no vuelva para decirme que es imposible. Ser mejor que se quede en l. -Bien, seor comandante -responde Plein, obediente-. Seccin lanzallamas, detrs de m. La seccin le sigue desplegada en tiradores. Los lanzallamas escupen fuego hacia las ametralladoras rusas, que siegan a los hombres del teniente 117

Plein. Nuevas explosiones que hacen retemblar la tierra. El teniente Plein destruye los ltimos lanzallamas rusos y mata, como un demente, a uno de sus sargentos que retrocede. - Adelante! -grita a un montn de cadveres. Salvaje cuerpo a cuerpo en la trinchera enemiga. Los zapadores avanzan lentamente, la pala en una mano, la pistola en la otra, pero los siberianos son correosos y cuesta doblegarlos. Con rostros inexpresivos oyen gritar a sus comisarios polticos: Mata! Mata! Y siempre inexpresivos, matan, se dejan matar, simulando, incluso, estar muertos para luego ponerse en pie. Son robots de la matanza. Los muertos, rusos y alemanes, se hacinan, con cuchillos clavados en los cuerpos. Un cuello ha quedado casi cortado de una dentellada. Durante esos cuerpo a cuerpo, los hombres se vuelven lobos. Se lucha, de montn de muertos en montn de muertos. Atrs!, grita un suboficial que ha perdido la razn y que cae de una salva rusa. Es el ltimo de la compaa Dietel. Los siberianos recuperan sus posiciones. Grandes ojos almendrados contemplan con indiferencia el amontonamiento de muertos, pero la muerte carece de sentido para ellos, y reanudan la lucha como si no hubiese pasado nada. -No podemos, seor comandante! -grita desesperadamente el teniente Plein que regresa flan queado por dos heridos. Y cae muerto a los pies del comandante. -Imbcil -dice el comandante dndole un puntapi-. Telefonista, llame a la batera de asalto, en seguida. -Jefe de batera al aparato -dice el telefonista alargndole el auricular. -Aqu, el comandante de zapadores Moritz. Me oye? Capitn, no puedo arrollar la lnea. Mi batalln est compuesto de cobardes. Cuntos disparos me garantiza usted? Granadas explosivas. Diez? No bastan. Quince...? Vaya usted a la porra. Digo quince, si no, comparece usted ante un Consejo de guerra. Bueno. Punto 43. Menos 205. Cuadrado 9a... Repita. Bien. Tiro directo, pero 118 pronto! Eso no anda bien. S, s, lo sabemos, todo eso empieza a irritarme. Tir el receptor sobre el aparato y grit a los restos de su batalln: -De morros en el barro! Al decimoquinto caonazo, en pie y adelante! Las granadas aullan hacia las posiciones enemigas. La madera, el metal, las armas, los hombres, todo vuela hacia el cielo bajo. Cada granada hace blanco. Las posiciones son socavadas.

-Doce, trece, catorce, quince...! -Alz el brazo-. Seccin de asalto, seguidme! El comandante se lanz hacia delante, resbal, cay, se puso en pie, salt en medio de la metralla, en una nube de fuego y humo, y desapareci al frente de sus zapadores. Esa vez, el ataque resulta bien, la posicin rusa queda destruida y, en un periquete, limpiamos las trincheras enemigas. Bombas de mano y minas son arrojadas en zanjas y bunkers; metemos explosivos en la boca de los caones y todo sucede tan rpidamente que no tenemos siquiera tiempo de sentir miedo. Palas y bayonetas, fusiles ametralladores ladran. Hallamos al joven comandante, cigarro en la boca, tumbado sobre un capitn ruso. Muertos ambos. Se ha salido con la suya, pero su locura ha costado la vida de 800 zapadores, un Batalln reforzado, y ninguno de los supervivientes recibir la Cruz prometida. Y de pronto... siberianos! Hombres bajitos, vigorosos, con gorros de pieles, pese al calor. En un cuerpo a cuerpo furioso, luchamos entre ruinas. Un bao de sangre horrible, como raramente hemos visto. Y poco a poco, retrocedemos. Los siberianos no. se mueven. Se dejan matar donde estn, pero por cada muerto acuden diez ms. Siempre se oye el grito gutural: Hurra Stalin! Huimos, huimos agachados, arrojando granadas detrs de nosotros. De los lanzallamas brota la muerte. Agotados, exhaustos, borrachos de fatiga, estamos a punto de llorar. Qu es esto? Una granada rusa. Quito el seguro con los dientes, cuento veintiuno, veintids, veintitrs, veinticuatro, y la lanzo. La granada ate119

rriza en un hoyo y un brazo arrancado salta por el aire. Esto me alivia; esta vez he sido el primero, y me meto en otro hoyo. Pero aqu yace la mitad de un hombre, con la cabeza en el vientre abierto. Gritando, aterrorizado, salgo y veo a Porta, con su fusil ametrallador a la cadera. Los rusos atacan, el tiro de proteccin sigue a nuestras espaldas. -Dnde estn los dems? -No lo s -dice con expresin de agotamiento-, largumonos! Me da la impresin de que todo el frente est derrumbndose. Arrojo tantas granadas que no me da siquiera tiempo a contarlas, y seguimos retrocediendo. -No puedo ms -gimo. - Espablate! -me replica Porta, dndome una patada en las costillas. All, el cartero arrastra a su amigo pastor herido y, a cada instante, tiene que abandonarlo pai a defenderse. El pecho del sacerdote est horadado por un casco de granada, se ve el pulmn a travs de la herida. -Djame -suplica el pastor cuando su camarada le recoge. Un cabo de sanidad se detiene un instante junto a ellos, pero se aleja en seguida: no es ms que un W.U. Para los W.U. no hay morfina. El cartero blasfema y lgrimas de desesperacin resbalan por sus mejillas. -Esos cerdos, esos malditos cerdos! Animo, pastor, eso lo arreglamos. Te llevar al hospital aunque tenga que pasar por encima del cadver de Himmler. En un hospital de verdad, te admitirn. Aunque seas un W.U. All, tienen otra mentalidad. No hay nazis. Los mdicos militares son personas decentes. No gimotees tanto, pastor, no puedo aguantarlo. L Se mete en una hondura arrastrando el cuerpo de su amigo. Un disparo de mortero estalla justo delante de l, una ametralladora ladra en el bosque. Se inclina hacia el pastor. -Habame, pastor, qu tal vas? yeme, aguanta de firme que casi hemos llegado ya. Aguanta, aguanta de firme! Y acerca su rostro al del amigo, gris y con los 120 labios negros. Ruido de ramas rotas en el bosque. Pasos pesados que se acercan. El cartero agarra su fusil ametrallador, apoya la culata en la cadera y, de rodillas,

apunta hacia la linde del bosque. Ocho siberianos caen en hilera. Se inclina sobre el sacerdote. -Qu tal, pastor? Recemos a tu Dios. l nos ayudar. Pero el sacerdote ha muerto.Su amigo no lo cree todava y, con lgrimas de desesperacin, se afana en ahondar el hoyo. De pronto surge el teniente Lwe rodeado por el comando. -Djalo, no tenemos tiempo. Quin es? -pregunta indicando el cuerpo del pastor. -W.U. Schneider. Reservista de segunda -responde el cartero, cuadrndose y con expresin de ausente. - Ah! -murmura Lwe-. Uno de los nuevos. Recoja sus papeles y en marcha. El cartero rompe la mitad de la placa de aluminio y nos vamos corriendo. Cuando anochece, nos relevan. La mitad de la Compaa yace en la fosa comn, con el Batalln de zapadores. Borrachos de cansancio, nos quedamos dormidos en medio de las ruinas. Ni hablar de encender lumbre. Sobre todo, nada de fuego. El humo atrae a la artillera.

La mejor arma poltica es el terror. Todo lo que atae a la crueldad impone respeto. Que se nos quiera tiene poca importancia con tal de que se nos respete. Incluso que se nos odie, tanto peor, con tal de que se nos tenga miedo. Himmler. Discurso a los oficiales SS en Jarkov, 19 de abril de 1943.

Nicols Kaminski haba sido maestro de escuela y vena de Briansk, Ucrania. Su madre era polaca, su padre alemn. Durante el invierno 1941-1942, parti con un puado de fanticos para hacer la guerra contra los partisanos. Himmler oy hablar de l por el Obergruppenfhrer Berger y, en seguida, se interes por el hombrecillo cuya crueldad se haba hecho clebre, aun ms all de las fronteras alemanas. Sus torturas superaban las de los ms imaginativos verdugos chinos, cuando se trataba de infligir una muerte lenta. Kaminski fue llamado a Berln y conquist a Himmler. A partir de aquel momento, los ucranianos se tornaron casi iguales a los germanos a los ojos de los dirigentes SS. Kaminski hizo una carrera fulgurante. Aunque no fuese germano, lleg en tres meses a SS Brigadenfhrer y general de Divisin en las Waffen SS. Himmler le otorg poderes tales que hasta los oficiales mejor situados del Ejrcito no podan nada contra l. A finales de 1942, el general Kaminski tuvo la idea de crear una repblica que inclua toda la provincia de Lokot; su brigada se elevaba a 6.000 hombres, en su mayora desertores del Ejrcito Rojo. Estaba compuesta por ocho batallones de infantera, un Batalln de carros medianos capturados a los rusos, una seccin de cosacos y una Compaa de zapadores. En dos aos, y ante el asombro de los militares, Kaminski consigui limpiar Lokot de partisanos.125

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En la primavera del 43, Himmler destin la Bri- [ gada Kaminski a la regin de Lemberg, en Polo. na. All, Kaminski se super a s mismo en crueldad. Donde mandaba, slo quedaban cadveres y ruinas. *

LOS YAK

r- Sargento primero Beier! Sargento primero Beier! -grit un sargento de anticarros-. Es usted el sargeto Beier? -pregunt a el Viejo que fumaba su pipa con tapadera, sentado en una funda de careta antigs. -Qu pasa? -Queda usted afectado, con su seccin, a una Compaa de asalto. Tengo que llevarle a la posicin de la otra margen del ro y le estoy buscando desde hace dos horas! -Entonces hubieras hecho mejor en buscar por el sitio adecuado -respondi el Viejo con calma. Jugaba a las 21 y recogi su postura con harto sentimiento de Porta. -Dse prisa -rezong el cazador-. El teniente coronel Echneltz est ya en camino, con la cornpaa de asalto. -Armas al hombro! -orden el Viejo. Se abroch la guerrera de camuflaje, y se cubri el casco de acero con la capucha. Porta logr birlar un garrafn de vodka del asiento trasero del coche del comandante, por haber sido el chfer lo bastante imprudente como para quitarle el ojo de encima un instante. Wolf, del Parque Mvil, no& dice adis con una fingida sonrisa, prometiendo poner el nombre de Porta en el cuadro de honor del regimiento.129lUWINUO K1IUIHIIRIR MIMMIFR

-Es el da ms hermoso de mis aos de servi. ci -dice con expresin ladina-. Muchos recuerdos al infierno, Porta. Ya sabes que nunca he p0. dido tragarte. Eres un sujeto depravado, un autn. tico chacal, pero Dios es bueno y me permitir asistir a tu ejecucin. Espero que recibas una bala en el vientre y que tengas tiempo de arrepentira de todo el mal que me has hecho. Sus dos perros lobos le guardan los flancos, con expresin tan malvada como la suya, y hasta parecen sonrer. Porta se volvi y se puso la mano delante de la boca, como para eructar. -Hasta el fin nadie es dichoso. Te denunciar al primer comisario poltico que me encuentre, y no disfrutars mucho tiempo de tu victoria. Te lo digo yo! Pero el Viejo nos apremia, caen granadas en el ro, hay que alejarse del puente, a toda prisa. El terreno se eleva y, sbitamente, se torna cuesta empinada; resoplamos, resbalamos. -Adonde diablos vamos? -pregunta Hermanito-. Hacia el trono del Seor, verdad? -En seguida llegaremos -declara el de anticarros, con una extraa sonrisa-. Hasta tendris tiempo de descansar. -Y te quedars a cantarnos una nana? -No, aunque me nombrasen coronel. Vale ms que os diga que vais al sacrificio, y si queris un buen consejo, largaos cuanto antes. Ivn estar a la orilla del ro, en masa. Ni un basset pasara a travs. -Es posible, sin embargo, que el teniente coronel te mande quedar con nosotros. -No, tengo rdenes de mi capitn. Vosotros nos relevis. Nos presentamos al teniente coronel, un hombre de bastante edad y visiblemente preocupado, que nos indica las posiciones a ocupar. Posiciones de primer orden, con puestos de tiro naturales y parapetos rocosos. -Ese sendero que veis ah, es el nico paso para los rusos, si se deciden a atacar -explic el capitn de cazadores al viejo teniente coronel- Podis barrerlo fcilmente con ametralladoras. Mientras sea de noche, nadie se aventurar en l,130

pero de da -aadi ms lentamente-, ya es otro cantar. El general ha dicho que a toda costa debemos mantener la posicin algunas horas. Sobre todo est al tanto de los tres cohetes verdes, y en ese momento dense prisa en volver al puente antes de que lo vuelen. Tres cohetes verdes, no se je olvide.

El oficial reuni sus hombres y desapareci en un tiempo rcord. En torno nuestro, se amontonaban cajas de municiones, cestas de granadas de mortero, bombas de mano y minas. Palabra! -dijo Hermanito muy sorprendido-. j Dirase un pequeo Verdn! Nunca he visto tanta plvora desde que los prusianos me pidieron socorro en el 37 contra los enemigos del Reich. -Basta ya, cabo; los rusos no tardarn en llegar. - Vaya caca! -rezong Barcelona, muy deprimido-. Van a aplastarnos con sus carros. - Cacho de imbcil! Carros aqu? Si cometiesen la estupidez de trepar, los haramos polvo con bombas de mano. -No, lo ms peligroso es la artillera de Ivn. En este picacho, estamos como en bandeja para que se nos carguen. Ni siquiera un tirador ciego nos fallara. Seguramente, es lo que van a hacer. Porta se acomod en un hoyo y extendi ante s el tapete verde para jugar a cartas. Hermanito daba vueltas agitando una esquila que deba orse a varios kilmetros de distancia, en la calma de la noche. El teniente coronel Schmeltz pasaba el tiempo echando broncas a todo el mundo. Era un oficial de la Reserva sin la menor experiencia del frente, y slo saba hacer una cosa: echar broncas. Hermanito, que no se apartaba nunca de su ex Gestapo, se tumb al lado de ste. -Me oyes, perro, tan pronto Ivn trepe la cuesta, disparas con la jeringa y continas hasta que yo venga a ocupar tu puesto. Luego corres como la Polica tras de un asesino, delante de la ametralladora y juegas a recoger mis balas. Que el diablo te proteja si intentas largarte. Veras de lo que soy capaz. - Hazle entrar en la gloriosa historia del re131

gimiento! -se guase Porta desde su hoyo-. Escucha, por ejemplo: El ex Gestapo Adam Lutz arremeti contra los subhombres siberianos. Le arrancaron la pierna derecha, pero l la us como una maza para romperle la cabeza a un camarada comisario ruso. Finalmente, el valeroso soldado se bati con su cabeza sangrienta bajo el brazo, y justo antes de morir logr cortarles el cuello a dos generales siberianos. As es como nos portamos los hombres del Reichsfuhrer Adolf Hitler! -Mientras tanto, dnde crees que se encuentra nuestro bravo general de divisin? -Lo menos a cincuenta kilmetros de la margen segura del ro. Garantizado y certificado. Contemplando la posibilidad, con el Estado Mayor, de una retirada estratgica que sea una victoria. Rectificar las lneas es ahorrar sangre alemana. -No comprendo nada de lo que estis rajando -dijo el cabo Walh, el ltimo de seis hermanos muertos por la patria. -Tampoco te lo pedimos -se cachonde el Legionario-. Has venido al mundo para obedecer y hacerte matar heroicamente. -Nuestro general de divisin es un estratega genial -continu Porta-. Empieza viniendo en persona, con las posaderas bien acomodadas en su Kbel, para rectificar el frente. Detrs de l, algunas bateras para protegerle de los enemigos del pueblo que rehusan comprender la bendicin que supone la cultura alemana. Luego, llega el Estado Mayor con sus estadsticas de combate, a fin de que el general tenga todo a mano para escribir sus memorias cuando ya no haya lneas que rectificar. Despus, mdicos y enfermos, luego montones de gente y por ltimo los pipis que no comprenden nada de nada pero que, a pesar de todo, trotan. -Por ltimo la Infantera, dices? Entonces, cundo intervenimos nosotros? -Eres ms tonto de lo que crea. Nosotros no intervenimos, en absoluto. Defendemos la retirada estratgica y, como que la mejor defensa es el ataque, nos encomiendan tomar, por asalto, Siberia, China, hasta el emperador Sol de Tokio, antes de atravesar en piragua el Pacfico para132

C0nquistar la fortaleza de los judos, en Washington, e izar 1a bandera alemana en la Casa Blanca. Entiendes? No ha hecho ninguna tontera el general instalndonos en este paraje veraniego polaco. -Es una mierda -opin el ciclista Litevka, que lleva espuelas para subrayar su pertenencia a la Caballera, pero Porta afirma que las lleva para poder reventar el neumtico trasero si, por ventura, se le rompiesen los frenos al bajar una pendiente. Los soldados piensan en todo.

El teniente coronel Schmeltz va y viene esperando la seal prometida por el general de la Divisin, pues la palabra de un general prusiano no puede ponerse en duda. Fotos de chicas desnudas pasan, subrepticiamente, de mano en mano. - Seor! Vaya tetas, podran albergar un petrolero ! Una verdadera injusticia, las hay que lo tienen todo y otras casi nada. Conoc a una entre cuyas nalgas poda esconderse un can de Pak. Cuando se baaba en el Danubio, haca subir el nivel del ro. Porta gime que le gustan las chicas altas y fuertes, aunque l sea seco y flaco, como un tallo en el desierto. -En mi ltimo carnaval, en Munich -dice a su vez Julius Heide-, conoc a una condesa cuyo marido estaba en el frente. Copado. -Lo estar tu seso -se burl Porta-. Por qu te mezclas siempre con la alta sociedad? No olvides que eres un simple suboficial, claro que puedes ser designado para aportar sangre nueva a esos carcamales de oficiales, no digo que no. Poco despus de medianoche, el horizonte se puso a llamear. Un fragor, sordo y terrible, sacuda el suelo. La artillera pesada deba haber abierto un fuego del infierno. -Qu estarn preparando los rusos? -pregunt el teniente coronel Schmeltz a el Viejo, escuchando con aire preocupado las lejanas explosiones. -Van a atacar. Sera muy tonto no hacerlo y ellos no son idiotas. -Qu propone usted? -Largarnos antes de que sea volado el puente. 133

En aquel preciso instante, una explosin ate rradora retumb en el bosque, y un geiser de 119 mas se elev hacia el cielo. - El puente! -grit Heide-. Los infames cerdos! -A su salud. Ahora se trata de salvar la puerta de servicio. El teniente coronel perda literalmente la chaveta. - Sargento primero Beier! -grit tras haberse recobrado un poco-. Salga usted, en seguida, con dos hombres. Diez minutos despus le sigo con la compaa. -Se sec la frente con su gran pauelo de hierbas-. Hay que ganar el ro. Si de verdad ha sido volado el puente, intentaremos cruzar cueste lo que cueste. -No cabe duda de que han volado el puente -susurr Porta-, pero no tema, seguramente los nuestros han dejado un puente de barcas. El teniente coronel, indeciso, mir a Porta y no tuvo siquiera el valor de echarle una bronca. -Porta, Sven y Hermanito, seguidme -dijo el ^riejo, al hombro su arma automtica. -Por supuesto, y nadie ms. Siempre nosotros. Por qu, para variar, no envas la compaa como preludio? -A callar! Porta se cal resueltamente su sombrero amarillo en el crneo, se puso el fusil ametrallador bajo el brazo como si fuese un bastn y corri tras de el Viejo. Hermanito tropez y dej caer su ametralladora con un estruendo que evocaba el de una tonelada de leos rodando escaleras abajo. -Ya podan haber puesto letreros! -eruct el gigante-. No hay manera de hacer turismo aqu! Toda la noche escuchaba, en una oscuridad gris azul. Cada rbol, cada matorral respiraban terror. Los tacos de Hermanito deban de haber desperado a todo el Ejrcito ruso, que no poda estar lejos. -Que el diablo le lleve -murmur el sargento Rlask mientras examinaba por centsima vez suj arma-. Hace un rato largo que hubiramos de bido largarnos.134

Y que lo digas! Vaya mala pata. Si hubisetenido al teniente Lwe, en vez de ese imbcil de la reserva...

El teniente coronel Schmeltz no pudo dejar de or la frase, pero no dijo esta boca es ma. Miraba su reloj con angustia. Dos minutos ms, y salamos tras las huellas de el Viejo. La noche es clida y bochornosa. Sudamos. Los mosquitos son peores que nunca, nos atacan en extensas nubes y se meten por los mosquiteros. De noche, los mosquitos; de da, las balas. Un olor a podrido se nos mete en la nariz: es el pantano, y en l debe encontrarse Ivn. Al menos, de all vendr. - Listos para salir! Se susurra la orden y, en silencio, recogemos las armas y los W.U. gimen bajo el peso de los lanzagranadas. Todo el mundo se muere de miedo. Paso a la cultura occidental! -grit Gregor, sarcstico-. Mi hermano galop detrs del Kaiser, yo en pos de Adolf. Si tengo un hijo, lo mandar a frica con los canbales, no tendr patria que defender. -Te equivocas, amigo mo -rectific el Legionario-. Yo he luchado en todos los arenales de frica: decan que defendamos a Francia. No se puede escapar nunca a la patria, est en todas partes. Es la voluntad de Al. El teniente coronel alz el brazo y, sigilosamente, la compaa enfil el estrecho sendero. Dos tiros rasgaron, de pronto, el silencio. Un M.PI hipaba largamente. Era Hermanito quien disparaba, se notaba en sus cortas rfagas. Los tres han debido encontrarse con Ivn. -i Atrs ! -grita el teniente coronel. Los hombres sai tan a los hoyos que acabbamos de dejar, y emplazamos las armas automticas. Lutz temblaba hasta castaetear de dientes. Qu quedaba del hombre con abrigo de cuero que mandaba al paredn a los franceses? - Fjate en ese fondn! Tiembla como un budn caliente -dice Barcelona rindose. -Recbrate -amonest Heide-, no olvides que estuviste en la Gestapo. Al menor fallo, te liquido. Algunas salvas ms; luego, el silencio; la corn135

paa descendi por el sendero. De pronto, unj voz: - Calma, cagones, no disparis, somos noso tros! Jadeantes volvimos a encontrarnos en los hoyos y el Viejo se tumb junto al oficial. Encendi des paci su pipa, apret el tabaco y se tir de lg nariz, que semejaba una patata arrugada. -Rusos en todas partes, mi coronel. Ninguna posibilidad de cruzar el ro. Y por si fuera poco son yak (mongoles). Hemos liquidado una seccin de ellos que dorma. Si nos hubieseis seguido ms de cerca, hubiramos pasado, pero ahora ni ha blar, el cerrojo est echado. - Cuidado! -grit alguien en la oscuridad. Un cohete luminoso suba hacia el cielo. Noso tros estbamos ms quietos que las piedras, pues el ms pequeo movimiento nos hubiera delatado. Con infinita lentitud, el cohete vir hacia el Oeste y se apag sobre el ro. De nuevo, oscuridad de tinta, y luego otro cohete que parece suspendido durante una eternidad. Pero los yak han cometido una tontera con sus cohetes. Nosotros estamos protegidos por un peasco, en tanto que ellos, ahora, quedan al descubierto en la alfombra de hierba verde. Todas las armas crepitan dirigidas hacia los hombrecillos amarillos, que nos son servidos en bandeja, y que ruedan como bolos por la pendiente. A su vez, el Viejo lanza un cohete luminoso que nos descubre el conjunto del terreno, frente a nosotros. Los mongoles, presas de pnico, son barridos mientras la luz se apaga lentamente. Omos a los heridos, que gimen bajo nosotros, y el silencio vuelve a reinar. -Ven, dulce muerte, ven -canturrea el Legionario, con su eterno pitillo en la comisura de los labios. -Vete a la mierda! -ruge el suboficial Schramm que ha sido cabo de varas en Torgau. El teniente coronel va de uno a otro, da rdenes contradictorias y nadie le toma en serio. Heide y el Legionario, que trepan por el sendero, entierran minas T y cuelgan granadas de los rboles, conectadas con detonadores. Porta prepara ccte136 jes Molotov. Hermanito ata bombas de mano a palos, lo que viene a ser un lanzagranadas tremendamente peligroso, y que l es el nico que se atreve a emplear. Sin duda no se percata del riesgo, pero es uno de esos a quienes les gusta lo que mete ruido. No comprende que puede perder los brazos. Barcelona y Gregor ocultan el mortero entre unos ramajes, con el tubo orientado hacia el sendero.

Como los carros -dice Barcelona al teniente coronel que los mira boquiabiertos-. Pone usted piedras y tierra en torno de la curea y ya no se mueve. - No os cansis tanto! Ese tubo de estufa puedo empujarlo con mi trasero sin que me pase nada -afirma Hermanito, jactancioso como siempre. Hacindole un guio a Barcelona que, por fin, comprende, Gregor pone gentilmente una mano sobre el hombro del gigante: -Pretendes que puedes retenerlo cuando lo dispare? Diez contra uno a que vuelas al mismo tiempo que el tubo de estufa. -Diez contra uno -acepta el gigante, con aire de superioridad. El teniente coronel Schmeltz interviene para-detener este juego idiota, y se lo comunica a el Viejo, quien rehusa meterse en el asunto. Si Hermanito tiene ganas de suicidarse, all l. Pero, de repente, se oye el rodar de pedruscos por la pendiente y, acto seguido, una Maxim MG escupe sobre el valle. -j Atencin! -musita Heide-. Ah vienen. Aquellos matorrales son una trampa. Hace un rato no estaban. Todo el mundo mira hacia los matorrales que se vislumbran en la oscuridad. Heide lleva razn: avanzan a saltitos. Pese al calor de la noche estival, siento fro en los huesos. Si caemos en manos de esos monstruos, nos degollarn como borregos. -A mi voz de mando -dice el Viejo-, todo el mundo y a la vez. Lanzad! Ciento treinta y seis bombas de mano silban a un tiempo sobre los rusos y hacen el efecto de una erupcin volcnica. Gritos, hombres que salen huyendo. En un abrir y cerrar de ojos, han desaparecido todos los matorrales. 137

-Parece la noche de San Juan -murmura el sargento Blaske. -Menudo castillo de fuegos art ficiales... Vuelve a reinar la calma, pero por cunto tiempo? -La poltica es una mierda -constata de pronto Hermanito-. La de fastidios que me ha causa. do! He necesitado siete aos para llegar a cabo de Estado Mayor, y es tardar mucho para dos tirj. tas y una estrella de lana en la manga. Slo me quedan veinte aos para la jubilacin. Y pensar que est prohibido enviar putas a los harenes del Este y que, sin embargo, est permitido enviar carne de can. De frente, march, Hermanitol Lo he hecho por un marco diario. Hasta ahora, la cosa ha ido ms o menos bien, pero y despus? De pronto, le vemos abalanzarse hacia su MG 42 y disparar como un loco. El Viejo tira una bala trazadora. Los rusos estn a cien metros de la posicin y empujan, ante s, fardos de hierba.. Los vigas no les han odo siquiera, pero Hermanito tiene un odo extraordinario. Entonces se incorporan y avanzan a gatas. Son efectivamente mongoles de ojos oblicuos y pmulos salientes. Soldados del Ejrcito ruso que apenas entienden el ruso. Fuego a discrecin, con todas las armas. Se oyen breves voces de mando. Un comisario sovitico tira su pistola al aire en seal de ataque. - Hurra Stalin! Hurra Stalin! El sargento Schmeltz y el cabo Lutz se atarean febrilmente con el lanzagraadas; sin guantes de cuero, meten granada tras granada en el can y no sienten sus manos doloridas y ensangrentadas. La hierba se torna roja de sangre. Heide, que ha agarrado un pesado lanzallamas, escupe salvas cortas y precisas hacia los soldados amarillos, pero siguen llegando otros que trepan, incansables. Hurra Stalin! Hurra Stalin! Cinco lanzallamas ms empiezan a funcionar. El fuego repta por el suelo y transforma a los mongoles en antorchas vivientes. -Si por lo menos pudiesen verlos desde el Kremlin -dice el Viejo-. A su amo le gustaran. -Se cagara encima, s, su nica idea es la de 138 supervivencia del comunismo. Los tontos que lo aclaman le importan un pito! Detrs de nosotros las bombas de mano restallan como -latigazos. Aferrados a su ametralladora, Lermanito regaa a Lutz que le parece demasiado lento y 1 patea, repetidamente, el trasero. __Viva la Legin, Al akbar! -grita el LegioNuevas lneas de infantera rusa trepan por la pendiente: soldados condenados. No hay nada ms terrible que un ataque en una pendiente descubierta; es un juego de bolos en el que los bolos no tienen ninguna posibilidad. Pero de dnde saldrn tantos soldados? Hormiguean. Tan importantes somos? Una sola compaa alemana, gastada, nacida sin charanga, para morir en el estercolero militar. -Tirad bajo! -grita el Viejo-. Alza 300. Son barridos los soldados de rostro aplastado. Les han dicho que mueran por el dios del Kremlin, y lo que dicen los superiores

debe ser verdad. Como tambin nos han dicho a nosotros, por Adolf, as es que Fritz lo hace sin protestar. Una orden es una orden. - Las minas! -grita Porta, que corre, agachado, al encuentro de nuevos mongoles. -Ven, dulce muerte, ven -canturrea el Legionario, disparando a bulto. La tierra se cuartea, los cuerpos saltan, la presin del aire nos lanza varios metros atrs, pero esta vez el enemigo huye a todo correr, soltando sus armas. Hermanito avanza corriendo con el 42 bajo el brazo, y tira contra todo lo que se mueve. Grita, ruge, lanza carcajadas: es el golfillo de la calle, el reprimido que se expansiona con una voluntad de potencia mortal. Como locos, le seguimos: los fugitivos van cayendo. - Matad, camaradas, matadlos en el vientre de sus madres! Es lo que ha dicho su Ilya Ehrenburg! Y matamos, sin pensar en otra cosa que matar. Un comisario se levanta detrs de un matorral; la estrella roja brilla en su gorro de pieles y nos acomete con una mina S en cada mano. Risa sard139

nica de Porta que se encara el fusil telescpico La cara del ruso revienta como un vaso de vidrio pero, aunque moribundo, se arrastra hacia noso tros con sus minas. - Canalla! -grita Hermanito atravesndolo con su bayoneta. Dirase que la colina vuelve a estar en silencio apenas si se oyen los gemidos de los heridos. Hej de les lanza la primera botella de gasolina. - Alto, cerdo! -grita el coronel Schmeltz-. Lc prohibo rematar a los heridos. -A la orden, mi coronel. Ni un chico aguantara esos gemidos, se les hace un favor matndoles. -Le mandar ante un Consejo de guerra. -Intntelo -interviene insolentemente Herma nito-. No hacemos ms que lo mandado por el SS Himmler: destruir a los subhombres. - Sargento, anote el nombre de ese hombre1 -grit Schmeltz con voz restallante. El sargento Blaske apunt en su carnet el nombre del gigante, con una indiferencia total. -Es porque me ha dicho que lo haga -se burl dirigindose a Hermanito. -Entonces, hazlo. Le cortarn la cabeza si SS Himmler se entera, pero, si se es su gusto, all l. -Traes tus pinzas? -musit Porta, siempre prctico, a Hermanito-. Tiene que haber montones de oro que recoger entre esos simios amarillos. Y con el machete a punto, desaparecen en la noche azul. -Dos superidiotas -murmur el Viejo-. Esa codicia srdida les costar la vida, algn da. Cerca del ro retumbaba un violento caoneo de artillera; el cielo estaba rojo, pero pronto vimos reaparecer a los dos compinches, con su provisin de dientes de oro. -Esos chintokes estn forrados. Nosotros no podemos ni pensar en ponernos un diente de oro con el sueldo lamentable que nos paga Adolf! Los germanos se contentan con acero Krupp, como todos los esclavos alemanes. -Escucha -murmur de pronto Hermanito, aguzando el odo-, no oyes? 140 .-Carros... Seor, es verdad, los carros! --No, hombre, debe de ser algn animal que

corre. - Carros te digo! - Los carros! -gimi el teniente coronel Schmeltz-. Estamos perdidos! -Lo estamos de todas formas -replic el Viejo muy tranquilo chupando de su pipa con tapadera-, pero si queremos largarnos, tendr que ser en seguida. Tan pronto claree, la artillera de Ivn trepar la cuesta. Me pregunto por qu querrn liquidarnos a toda costa. Este picacho, qu les importa? Quiz creen que somos SS, entonces que Dios se apiade de nosotros, si caemos en sus manos. Preferira morir de un tiro en el vientre. -Comprendo perfectamente, pero cmo escaparemos? -Bajando de esta maldita montaa. Hay que utilizar la pared rocosa, ya que por ese lado no nos esperan. Habra que estar loco para aventurarse por ella. -i La pared! La mitad de la Compaa se matar en ella! -Antes matarse en ella que caer vivo en manos de los yaks. Un yak no puede siquiera rer. Coma, mate, ame, permanezca fro, duro y amarillo. Siberia exige eso. El hielo eterno. -Y son sos los que tenemos enfrente? Pues entonces, qu hacemos? -Disparar mientras haya municiones, y tratar de largarnos. Ni hablar de capitular; nos haran picadillo, en vivo. Matadlos en el vientre de su madre, les ha dicho su escritor Ehrenburg. -Si salgo de sta -rugi el coronel-, me reser vo el decirle lo que pienso al general de la Divisin. Le doy mi palabra! -No se haga usted ilusiones. El general tiene todos los poderes. Sera una locura acusar a un comandante de divisin, supercondecorado, que ha dado ya cuatro hijos y seis hermanos a la patria. Su padre se suicid cuando capitulamos en 1918. Todo eso cuenta, mi coronel. Por lo dems, su queja no llegara ni siquiera hasta al Batalln, y an tendra usted suerte si no le hacan pasar por loco. -Viejo! -grit Porta desde el fondo de un 141

hoyo-. Vente para ac. Hemos birlado a los chintokes un garrafn de sak. Eso reanima a toda velocidad. Hermanito alz su nariz detrs de Porta, con su fea cara iluminada por una sonrisa. -Si desea usted un maltre, mi coronel, aqu est Hermanito. Hasta le voy a confiar algo: esto hierve de comunistas! -Cabo Creutzfeldt -dijo, con un reproche, el oficial-, est usted borracho! -Jefe, yo... debo decir... que tiene mucha vista. Hago notar a mi coronel que tengo fiebre. El sak resucitara hasta a un camello. - Es usted un cerdo, Creutzfeldt! -Y el coronel se alej con asco del gigante que apestaba a alcohol. ste cay en brazos de Barcelona a quien bes efusivamente-: Virgen santa de Kazan! Todava vives? Crea que el vecino te haba retorcido el pescuezo. Los chicos de Mosc se pirran por todos los que cambiaron de camisa en Espaa, a las doce menos cinco. -Venga, vosotros, que nos vamos! -grit el Viejo. -Nada de eso; izad bandera blanca -gru el enfermero Kuls-. Jams pasaremos. Si nos rendimos, nos tratarn decorosamente. -Ests completamente chalado, o qu? Vete a ver cmo te recibe Ivn! Adems, dnde has metido tu emblema del Partido? Lo has tirado ya, verdad? Es demasiado tarde. Te prevengo que Ivn ya no hace caso de los chicos pardos que quieren volverse rojos. i Hermanito compareci hipando: -Pero qu oigo? Hay alguien que quiere desertar? Agarr a Kuls por el cuello y lo arroj, rodando, i por el suelo. -Ya est bien, Creutzfeldt -dijo el coronel-, largo de aqu. -He de tomrmelo como un despido? Sera la palabra ms mona que he odo en toda mi carrera! Durante aquel parloteo, el Viejo lanz un cohete luminoso, para orientarse. A la luz del magnesio, vimos una fila de T 34 que giraba en el valle 142 dirigindose hacia el camino empinado que llevaba hasta nosotros. Los motores aullaban a todo gas. Abetos y abedules se abatan bajo los gigantes de acero. La infantera se arracimaba en las escotillas

traseras. Hermanito, despejado de pronto, se puso a atar apresuradamente granadas en ramillete junto a botellas de gasolina. Lentamente, los primeros T 34 llegaban al pie de la montaa, chirriando con todas sus orugas. Porta preparaba una mina, Hermanito se ocultaba a unos cuantos pasos, en una anfractuosidad del terreno, con sus minas magnticas y sus ccteles Molotov. -Saldremos del paso? -pregunt a el Viejo el joven Lenzing, que temblaba con todos sus miembros. -Espermoslo. -Segua fumando y no perda su sangre fra-. Hay que conservar la cabeza sobre los hombros. No es tan terrible. Alrgame las minas descapsuladas. Cuando hayamos volado el carro, le tocar el turno a la infantera, y, sobre todo, no hay que dejarla acercarse a menos distancia que la de un tiro de granada. Brreles y nada de ideologas, eh? Los de ah abajo son tan poco comunistas como yo nazi, pero es la guerra. Mtalos, si no, te matarn. Aunque les metas la doctrina del Partido en las narices! - Tengo tanto miedo! -Yo tambin, pero que el miedo no te paralice, si no, ests frito. Los T 34 se acercaban aullando, con el largo can apuntando amenazador fuera de la torreta. El primer carro estuvo varias veces a punto de volcar en el abismo, pero las orugas se agarraban bien. El Viejo puso las bombas de mano delante de l, con las cpsulas destornilladas; mascaba tabaco, lo escupi a lo lejos y not las briznas en la Punta de la lengua. Porta abra un bote de conservas, made in U. S. A., valindose de su bayoneta como tenedor. Es su costumbre: antes de un ataque siempre tiene que llenarse la andorga, aunque cualquier mdico se lo desaconsejara. Una herida en el vientre supone una peritonitis segura, pero para Porta ms vale palmarla pronto con143

la tripa llena, que morir lentamente en el hospita. La conserva es engullida con sak; luego, abr otra, la olisquea y aade un poco de sal sacada

168 hombre -filosof Hermanito apartando uno Hn los cadveres. porta y l no olvidaron los dientes de oro. Habt4como cuntos debemos tener? -prosigui ttfrnanito sopesando la bolsa de lona. t-Esa bolsa os costar la vida, malditos perros rugi el Viejo.L-No seas chalado -dijo Porta-. Que nos ha eportado la guerra? Los cadveres no tienen necesidad de dientes de oro. Esta vez se trata de llegar a la granja. Vemos nerfectamente a los rusos> cosacos borrachos, medio locos, que brincan a travs de las llamas golpendose! entre ellos, con los sables de plano. Detrs en la cuadra, relinchan los caballos. A primera vista, no hay centinelas. Todos esos hombres estn desenfrenados. Emplazamos la MG frente a la casa. -Una fiesta que me gusta -dice Porta-. A medida que se conoce al vecino, se vuelve la mar de simptico. . , . -Son subhombres a destruir -grita el fantico Heide . Lacayos de la judera internacional. -Qu ests rebuznando? Los rusos no tienen nada que ver con la judera. En Mosc echan a los judos como en Berln. El antisemitismo comienza en el Este. -Te denunciar por pronunciar palabras antipatriticas -amenaz Heide-. Por lo dems, me pregunto a qu resultado se llegara si te hiciesen pasar ante una comisin racial. -Se armaran un lo. Como todo el mundo, soy un cctel estupendo: nariz espaola, pereza- belga, culo holands, galantera austraca, avaricia suiza, vanidad escandinava, disciplina alemana, glotonera italiana, doblez griega, sentido de los negocios judo. Dicho de otro modo, un cabal pilar de Europa. -Adems, ya nos ests dando la lata, Julius -grit Hermanito sacudindole un manotazo como para derribar a un buey-. Eres un pesado. En torno nuestro, la noche esta preada de amenazas. Omos los gritos de los cosacos borrachos que, uno despus de otro, ruedan sin cono169

cimiento por el suelo. Una autntica fiesta de c sacos. Un pjaro grita en el bosque, un zorro ladr una respuesta, todos los ruidos son sospechoso^ -Listos para el cuerpo a cuerpo? -musita Viejo. Sigilosamente, sacamos las temibles palas de jt fantera de sus fundas de cuero y, en un abrir cerrar de ojos, nos transformamos en robots de, asesinato. - Adelante! Los caballos de los cosacos piafan, inquietos Son caballos militares cuyo instinto est sieinpr despierto. Yo tiemblo de nerviosismo. Dentio de un segundo, matar un hombre a golpes de pala y ser l o yo. El oficio de la guerra es esto. Ya percibimos el olor a cuadra. -Ven, dulce muerte, ven! -canturrea el Le. gionario cuyo lanzallamas est ya listo para fun cionar. El fuego del enorme asado de buey se apaga despacio, pero la carne, de la que Hermanito desprende un trozo con su pala, parece suculenta -En su punto -dice muy satisfecho-. Han cuidado de dejarlo listo para nuestra llegada. Si logrsemos hacernos con un poco de jugo, me gustara mucho ms. Decididamente, Ivn entiende de cocina. Al pie de la escalera de la granja estn tumbados cinco cosacos que apestan a vino y a vodka, estn borrachos perdidos. -Nevaesta (cario) -suspira un sargento en su delirio alcohlico. -Luego te sentirs mejor -se burl PortaTe castraremos cuando nos vayamos, amigo mo -Mtale -dice Hermanito. - Silencio! -ordena el Viejo-. Y seguidme. Abri, con prudencia, una puerta cuyos oxidados goznes chirriaron. El polaco le pisaba los talones semejante a un perro de caza hambriento. Se vislumbraban siluetas acurrucadas en el oscuro pasillo. Aqu y all, botas y botellas por todas partes; los ocupantes roncaban ms y mejor. -Hago muertos? -pregunt Hermanito. -Estte quieto. El que manda soy yo.170

__ Qu tantas pamplinas para esos brutos! El neichsfhrer ha dicho personalmente que era meester liquidarlos. Nosotros los germanos necesitarnos espacio vital. Ladislas design la escalera que suba al piso je arriba, pero dos cosacos archiborrachos que roncaban ruidosamente obstruan el paso. A aqullos Hermanito los estrangul sin titubear, con alambre, y luego trepamos los peldaos, Porta n Cabeza. De golpe, un ruido atronador. Hermanio ha dado un traspi y rueda por la escalera arrancando la mitad de la barandilla de madera. Se pone en pie y, en un espejo, contempla su imagen, que no reconoce. J-\ La judera internacional! -vocifera disparando sobre el espejo cuyos pedazos le rebotan en la cara-- Uno menos ! -grita enjugndose su propia sangre-. A esos sinvergenzas se les ve en todas partes!

Un cosaco semiinconsciente se sobresalta aterrado, pero antes de que haya dicho ay, Heide le ha cortado el cuello. -A bestia nadie te gana -le dice Porta a Hermanito-. Bien te dije que dejaras tranquila tu ltima copa. -Es que uno no tiene derecho a fallar un peldao? Con sigilo esta vez, todo el mundo trepa la escalera. Detrs de una puerta se oyen ronquidos. Ladislas entra el primero y con cautela. En medio de la estancia, en una cama inmensa, est echado el mayor ruso sin pantalones pero con un nagan en la mano. Es completamente calvo y se parece a Tarass Bulba. Al pie de la cama de matrimonio, una mujer medio desnuda permanece agazapada. El Legionario saca su P 38 y encaona la frente del inconsciente mayor, pero Hermanito lo aparta y saca su habitual alambre. Un estertor. Se acab el mayor. -Ha podido hacer el amor antes de que le cerrasen el grifo -declara el gigante, agarrando a la mujer dormida. -Las manos quietas -ruge el Viejo-. No somos gente que viola, entendido? -No es la opinin de los de enfrente -se guase171

rPorta-. Ya te enterars cuando hayamos capjk lado. Deja a los compaeros que se diviertan mi! tras pueden hacerlo. Gregor sac de debajo la cama a un capitn \, rracho perdido, que todava apretaba la botep sobre su corazn y sonrea mientras roncaba. 3^ para las piernas, murmuraba babeando de vodk - Cerdo lbrico! -exclam Hermanito, mie tras Porta se apoderaba de un pt mordisqne do, y Gregor se arrellanaba en la cama, al laj, del cadver del mayor, llevndose un garrafn los labios. - Sitio para los liberadores, sucio mujik\ A su vez, el sargento Blaske llora lgrimas -Por qu no quiere ayudarnos, mariscnno vienos las dos divisiones nuestras que ^ su ejrcito. y ttene etl Sin decir palabra, el mariscal dio media y abandon la sala. El coronel Dombrovski se qued mi desesperactn la puerta cerrada. Nadie fue de el, ya que desapareci entre el yorruso y las primeras lneas polacas El Bor-Komorovski esper en vano tanto a viado como a los refugiados rusos.c e*

EL BURDEL CUARTEL DE NOCHE DEL KAISER

Hermanito y Porta iban al frente de los que suban la escalera del Cuartel nocturno del Kaiser. El ruido atronador que hacan, evocaba una auna de T 34 arrollando una posicin alemana. _cDnde estn las tcnicas? -pregunt muy educadamente Hermanito dando una patada a un jarrn que sali por la ventana con un espantoso estrpito de vidrios rotos. Los transentes, creyendo que era una bomba, se precipitaron en el primer refugio. -Calma, seores -dijo Madame Zosia Klusinski, ama del ms elegante burdel entre el Rin y el Volga. Andamos todos borrachos, naturalmente, y Gregor ms que todos los otros. -Dnde estn las chicas? T eres una de ellas o qu? Ella se desasi de un codazo e introdujo tranquilamente un cigarrillo ruso en una larga boquina de oro. Gregor, tambalendose, recobr el equilibrio con dificultad y le entreg el tquet de entrada de Porta. rrjoma, vieja, eso me ha costado 1.200 zlotys. ^Hipaba y rode tiernamente el cuello de la muta P>f-ra c


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